— Te amo.
Creyó escuchar de sus labios... Pero no estaba segura. Seguía intentando coger aire porque el beso que le había dado le había quitado el que tenía.
Aún seguía abrazada a su cuello, como si tuviera miedo que él se fuera de su lado. Él parecía recuperar el aliento. Al igual que ella.
La brisa del viento les acarició mientras sus respiraciones se acompasaban.
— Lo siento — sentía que le debía una disculpa por su confesión.
¿Por qué?, él le preguntó. Sus dedos largos se deslizaron por su rostro, grabando con sus dedos la textura de su piel.
— Por besarme con el duque.
No apartó su mirada grisácea de la suya.
Sus ojos la miraban con intensidad devastadora, atrapándola y dejándola afectada.
— Quiero pensar que no forma más de tu corazón pero es algo que está en tu pasado y presente. Dos hechos que no puedo cambiar.
Se impulsó sobre las puntas de sus pies y le acarició los rizos de su nuca.
— Dante, te equivocas. Solo tú eres mi presente y no el duque.
Tenía la intención que fuera así.
—No me vuelvas a hacer daño, cara.
Su corazón se encogió. Era una amenaza velada y una súplica.
— No va a pasar.
Se acercó más él y selló la promesa con otro beso que les hizo sentir esa corriente en sus cuerpos.
¿Era un sueño o había pasado en realidad? La joven no quería despertar, quería estar siempre en ese sueño, donde Dante y ella eran felices, disfrutando por fin de esa oportunidad que se les había brindado desde que se conocieron, pero por caprichos del corazón no pudo ser hasta ese momento. Diane aún tenía que aprender a valorar y amar realmente.
Sintió una calidez en su brazo y no entendió lo que era. Se deslizó entre las sábanas. Sorprendentemente notaba más la tela en su piel.
Un ruido de una puerta. Unos pasos.
Su mente estaba tan profundamente asumida en el sueño que no supo lo que era realidad.
Creyó abrir los ojos y ver por un momento a su marido. ¿Qué hacía ahí? Sacudió la cabeza que le pesaba como una losa, le tendió una mano para que viniese a su lado.
¿Le dijo te amo después del beso que compartieron?
"Dante", quiso llamarlo. Movió los labios pero no emitió ningún sonido. ¿Por qué la miraba así? Su mirada, convertida en el hielo más frío, emitía un dolor desgarrador. No quería verlo así. Dios, la cabeza le pesaba más. Tanto que no pudo sostener la cabeza. ¿Por qué se sentía tan agotada?
Cuando despertó, no se imaginó lo que se iba a encontrar. Le dolía la cabeza que le costó ser consciente de lo que le rodeaba. Fue a buscar un vaso de agua, que uno de los sirvientes le dejó la otra noche en la mesita. Se sorprendió ver que su propia mano temblara tanto. Tanto que tiró el vaso del mueble al suelo. Menos mal que la alfombra había amortiguado la caída y no se había hecho añicos.
"La cabeza, se me va a partir", gimió para sus adentros.
No fue consciente que alguien, detrás de ella se estaba despertando.
— ¡Maldición!
¿Esa voz era la de Julian?
Sus ojos se horrorizaron al verse a sí misma como dios le trajo el mundo. Agarró la sábana contra su pecho y con el corazón atenazado por el miedo, se giró.
—No, no puede ser — cerró los ojos angustiada. Los abrió de nuevo para asegurarse.
El hombre se dio cuenta que no estaba solo en la cama.
Diane se levantó de la cama corriendo y echó lo que tenía en su estómago en un balde que por suerte lo tenía debajo de la cama. Escuchó unos pasos acercarse a ella, Julian se agachó a su lado y la ayudó a vomitar. Le tendió una pañuelo que ella no se negó.
—¿Julian? Dime que no es cierto —contuvo otra oleada de náuseas.
Se encogió sobre sí misma, conmocionada por lo que sus ojos había visto hacía unos minutos. Menos mal que su hermanastro tuvo el detalle de cubrirse.
— No lo sé. No me acuerdo. — Julian parecía estar igual que ella, sorprendido.
—Yo tampoco — le horrorizaba pensar que... lo habían hecho — ¿Crees que...? Julian ¡Esto es horrible!
—¿Por qué? Podrías haberlo deseado, yo...
—¡Detente!
No iba a tolerar que lo dijera cuando no lo recordaba. ¿Había hecho el amor? No, no puede ser. Ayer estaba feliz porque Dante la había besado. Le había prometido que no...