No te amaré #2

Capítulo 31

En la mayoría de las ocasiones el miedo paralizaba, te empujaba a hacer cosas que te podías arrepentir. Aunque en ese instante para Dante, pensaba que  lo mejor era alejarse de su esposa. No quería volver a sufrir. Por ello, no se había quedado con Diane. Sin embargo no era feliz de haberlo hecho, ni sentía que estaba haciéndolo bien. No cuando sentía realmente en el pecho un estrujamiento cerca del corazón. Aun así, no deshizo sus pasos y siguió adelante. 

Aún tenía entre manos buscar a Ally, que por suerte divina, se tropezó con él en las escaleras. Al principio no la reconoció. Con su pelo mal cortado y puntiagudo haría pensar a cualquiera que podía ser un chico, pero él se había dado cuenta que no lo era. Aunque claro, podía darse el caso que podría ser un chico con características y facciones más femeninas. Pero este no lo era.

  — ¡Por fin te encuentro! —  le sujetó el brazo antes que se le escapara y cometiera otra locura.

Ally se asustó. Estaba tan ensimismada en buscar una salida para salir de allí airosa que no se percató que, el hombre que la había agarrado era su amigo Dante. Había pensado por unos segundos que podría haber sido él. Se tranquilizó al ver su cara conocida. Sin embargo, la calma no duró mucho porque Dante no la miraba con buenos ojos. ¿Parecía enfadado?

  — ¿En qué estabas pensando en venir hacia aquí? — sí, estaba enfadado, y eso no le gustó, le sentó como una losa en el estómago— . ¿Te ha pillado el duque?

Aunque si la había descubierto una persona,  no pensaba que fuera el duque. No tendría el mal gusto de haber elegido un disfraz como el de un pirata. Negó con la cabeza, intentando tranquilizarlo.

— Vamos a casa antes que te descubran.

— He tenido cuidado ... —  se mordió la lengua al ver que su amigo no estaba conforme con lo que había hecho.

— Dé las gracias a la suerte. Ally, robar no está bien — le dijo y movió la cabeza estando desacuerdo con ello —. Y menos en la casa de un noble. Podrías haber acabado en la cárcel.

La visión de estar en una cárcel no le hizo gracia. 

— Veo que no te ha gustado la idea. Vamos —  le señaló que fuera adelante, en dirección a la parte trasera.

— ¿Charles? —  preguntó preocupada. No lo había visto desde que entraron. ¿Si lo han pillado por su culpa?

— Está bien —  viendo que recelaba de su respuesta. Le dijo en un tono tranquilo: —. Charles está con Ben y nos están esperando a fuera. Bastante tiempo les hemos hecho esperar.

Ally tuvo cuidado de no abrir el pico. No quería que supiera Dante que había robado al mismo duque. Podía pedirle su cabeza en bandeja. Palpó el bolsillo interior de su chaqueta. Le alivió el saber que el anillo del ducado, unos gemelos de oro y otras joyas estaban en su sitio. En su chaqueta había un montón de bolsillos internos. El duque había intentado en dar con ellas, estuvo a punto, sino fuera porque había descubierto su secreto. Se guardó una sonrisa de orgullo y amor propio recordando cómo él se había torcido de dolor. Se lo merecía por atrevido. No tenía remordimientos de haberle dado un poco de su medicina. Estaba orgullosa y si lo tenía que hacer de nuevo, lo haría sin pensarlo.

Dándose cuenta que estaba pensando mucho en ese momento, apartó el recuerdo de su mente y se centró en volver a la taberna de Ben. Dante le señaló el carruaje, donde los estarían esperando.

Charles en cuanto la vio le dio un abrazo. ¡Pobre, se había preocupado por ella! Era como su hermano pequeño aunque le llevara dos años. Lo quería como si lo fuera, el hecho de pasar bastante tiempo en el orfanato había creado lazos irrompibles. 

  — ¿Estás bien?

Él asintió y Dante entró en el carruaje, dándole un golpe para dar comienzo el trayecto, de regreso al dulce hogar.

  — Estáis ilesos de milagro — masculló Ben con la clara intención de echarles un sermón —. Si no fuera porque Dante y yo hemos ido a buscaros a saber qué habría sido de vosotros, cabezas de alcornoque. No sabéis el temperamento del duque. Os habéis jugado con vuestras vidas por querer robar unos cachibaches.

Ally y Charles se contuvieron en no replicar, bastante estaban las aguas revueltas para removerlas más.

— Volveremos a la taberna. Cuando lleguéis, ayudaréis a los camareros a limpiar las mesas y el suelo.

Empezaron a protestar.

—  ¡Se acabó! —  Dante aunque le hizo gracia la escena que estaba viendo, se puso serio — . Haced caso a Ben. Intentad no hacer más locuras, al menos, por los siguientes días.

La noche había resultado demasiado agotadora. Deseaba echar una cabezada en el sofá. Quería olvidarse de esa noche. Enterrar en el olvido a Diane. Aun así  la tenía metida en la sangre. Aún una parte de él rugía y aclamaba su presencia a su lado. Pero no lo haría.  




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