Del periódico, Ecos de la sociedad, anunció en ese día la audiencia de divorcio del duque y la duquesa Werrington en la Corte de Londres.
No hubo un divorcio más mediático y hablado en todos los lados que ese, el del duque Werrington, superando al que uno fue más escabroso en la historia de Inglaterra, el divorcio del rey Henry VIII con su primera esposa, Catalina de Aragón. Este último escándalo, protagonizado por el propio duque se sumaría como uno más en la familia Werrington.
Cuando entraron en la Corte, La duquesa Werrington se mostró indiferente ante la gente que había abarrotada alrededor del edificio, curiosa de conocer las primeras reacciones de los protagonistas. Mientras que Julian se mantuvo distante y tranquilo.
La audiencia duró dos horas debido a la negación y poca colaboración de la dama aunque las pruebas y el testimonio propio del duque confirmaban su adulterio. Por lo tanto, el divorcio era más que definitivo. Era un hecho.
Lady Werrington no perdió durante la sesión la compostura. Ni mostró debilidad, ni lloró delante de esos patanes. Odiaba al que no era su marido por hacerle aquello. Ahora era una mujer divorciada y repudiada. El jurado de la Corte declaró que perdería el título nobiliario, dejando dicho título a la próxima duquesa, todos sus bienes, derechos y su posición como lady Werrington. No hubo piedad para ella. El duque había cumplido con su promesa.
***
Más tarde, en la casa de Londres se celebró una pequeña fiesta con el motivo que había ganado el proceso de separación. Sus más allegados y sus familiares habían ido para celebrarlo con él. Salvo que faltaba la presencia de su hermanastra. Sabía que estaría con su marido y los dos muchachos, que pronto se convertirían en miembros de la familia. No pudo evitar que le recorriera un escalofrío al recordar la última vez que se vieron. Fue en la comisaría. Cuando quitó la denuncia, la ladrona para su disgusto, salió libre. A fuera del edificio, los esperó para tener unas últimas palabras con el señor Caruso. No iba a ser en vano que ella saliera libre, él quería asegurarse que cumpliera con su parte.
Se notaba por sus caras lo despreocupados y contentos que estaban por ver a la chica libre. Pero él no compartía esa felicidad. ¡No! La felicidad de ellos era un sabor agridulce para él. Y más cuando veía en ellos la familia que quizás quiso tener con Diane. Además, verla feliz y agarrada de la mano de Dante le era imposible de soportar.
Le sorprendió ver a la ladrona más delgada que antes. Tenía los hombros más hundidos y la piel más pálida...
— ¡Usted! — sus ojos ambarinos lo reconocieron. Precisamente, ella no estaba dichosa por verlo. Estaba muy enfadada e indignada.
Si no fuera porque Dante la había detenido, cogiéndola del brazo, estaba seguro que se habría abalanzado sobre él sin tener piedad.
— ¡Es un ser odioso! — la chica le dio igual si estaba en la calle insultando al duque —. ¡Maldito seas!
— Parecía tener razón cuando le dije que tenía que cambiar de modales — Ally se enfureció aún más, intentó soltarse del agarre de Dante, le quería darle un gancho... Aunque decir la verdad, no tenía fuerzas para hacerlo. Pero ganas no le faltaron.
— ¿A qué se refiere este finosli? — Dante le chistó para que no siguiera por ese camino. Ya que lo conseguiría que el duque perdiera los papeles y se arrepintiera de su decisión.
Aún no le había dicho nada a Ally. No quería que lo supiera hasta más adelante cuando las aguas se calmaran.
El señor Caruso envío una mirada hacia Julian, advirtiéndole que no dijera nada. Julian asintió aunque quería hacer todo lo contrario.
— Pronto, lo sabrá — levantó la barbilla y le dijo en tono afilado: — En vez de insultarme, debería agradecerme que la he sacado de la cárcel.
Ally se puso roja pero de la rabia. Iba a replicar cuando Diane se le adelantó. Esa discusión debería acabar. Se imaginó que al día siguiente la prensa británica hablaría de ello.
— Julian, te agradecemos por lo que has hecho — su hermanastro la miró, por unos breves segundos, dolido. Diane no podía hacer nada —. Estoy segura que Ally se arrepiente por lo que te hizo.
La muchacha no dijo nada aunque su silencio habló por ella.
— Creo que la discusión se acaba aquí y ahora. No te preocupes, cumpliremos con nuestra parte.
Ally quiso preguntarles sobre ello pero se le olvidó cuando vio al duque despedirse de forma seca e irse por la dirección contraria. Aún seguía furiosa. Y no, no se arrepentía. Lo volvería a hacer. Dante suspiró y soltó a la muchacha ajeno a sus pensamientos.
— Charles y Ally. Quiero que me prometáis que jamás volveréis a delinquir.