Dos semanas después
Natalia ya tenía dos semanas viviendo en Colonia en la habitación que le había dado Mónica, ellas solían salir por las tardes para ir a los centros comerciales. La rubia pensaba en la manera en como asesinaría a Christopher delante de Mónica, sabía que su amiga sufriría, y no dejaba de preguntarse por qué esa voz insistía en lastimarla, ¿Cuáles son los siguientes planes de esa voz? Ya deseaba que todo acabara.
La voz le había hecho aparecer una pistola Beretta 92 con una bala, Natalia la había escondido debajo del colchón de la cama donde dormía, la tenía desde hacía un par de día cuando la voz quiso volver a aparecer.
Ahora era domingo, día en que Mónica y Christopher decidieron salir solos. Cuando Natalia se enteró, empezó a planificar el asesinato y seguía actuando de manera calmada.
—Bueno, ya nos iremos a pasear, venimos en un rato. —Dijo Mónica mientras caminaba hacia la puerta, Christopher le abrió dejando que pasara primero su novia y ambos salieron, Fiorella y Natalia se encontraban sentadas en la sala cuando la pareja salió.
Natalia miró la televisión que no estaba encendida, estaba pensando en el asesinato, Fiorella se encontraba viendo su celular.
— ¿En qué piensas? —Le preguntó Fiorella dejando de ver su celular para verla a la cara.
Natalia negó y la miró sonriendo, ¿en qué pensaba? Ella sabía muy bien que decirle para que creyera su mentira.
—Solo pienso en un chico que he visto varias veces.
—Deberías hablarle, ¿y si se llegan a enamorar como Christopher y Mónica? —Le preguntó Fiorella, Natalia pensó: ¿por qué Fiorella seguía creyendo en las historias de amor? Ya era muy adulta para creer en eso.
—…
—…
—…
Mientras tanto, Christopher y Mónica se encontraban caminando hacia el parque Hiroshima—Nagasaki, Mónica tenía su brazo izquierdo entrelazado con el brazo derecho de su pareja, adoraban ese parque, recordaban muchas cosas que habían ocurrido apenas teniendo unos días de haber comenzado a ir.
“Ellos se encontraban caminando tranquilamente por el parque, veían a las personas, había hojas secas en el piso, todo parecía el ambiente perfecto para estar acompañado, pero…Christopher y Mónica vieron algo que no se esperaban, y es que cerca del lago Aachner, se encontraba un hombre de cabello castaño de aproximadamente unos 35 años asfixiando a un pequeño pato, le apretaba con fuerza su cuello.
Mónica se acercó y colocó una mano sobre el hombro del hombre, éste la miró sin soltar el animal.
— ¿Qué quieres, niña?
—Señor, debo pedirle que deje al animal, esto es parte del parque, y lo del parque se respeta. —Le dijo Mónica calmadamente. Mientras tanto, Christopher se encontraba a unos pocos pasos observando con los brazos cruzados.
— ¿Eres una policía? Vete de aquí o te haré daño. —Le dijo el hombre fríamente, Mónica no se alejó, por lo que el hombre soltó al animal y la miró de pies a cabeza.
—Aunque…eres muy bonita, y tu novio no parece ser alguien muy fuerte, pero también tienes un lindo collar, me lo darás y no te haré nada, ¿de acuerdo?
Mónica negó y lo miró sonriendo, no le tenía miedo, sabía perfectamente que no podía hacerle daño, por lo que se quedó quieta y dejó que él le agarrara su dije, lo que tanto ella como Christopher no esperaban, es que cuando el hombre lo tomó, le quemó su mano y su dije comenzó a brillar.
— ¡Ah! ¡Maldita bruja! —Gritó el hombre mientras echaba su mano hacia atrás y la agarraba con su otra mano, luego se fue maldiciendo y Mónica miró a Christopher extrañada, ¿qué acababa de pasar?”
Mónica río y se tocó su dije, luego siguió caminando con su pareja y unos minutos después, recordó que algo que había pasado hace tiempo.
“Se encontraba sentada en una banca en el parque Hiroshima—Nagasaki. Eran mediados de diciembre, tanto los árboles como los caminos, estaban llenos de nieve. Hacía mucho frío, las pocas personas que pasaban usaban grandes abrigos, faltaba poco más de una hora para el atardecer, Mónica usaba un abrigo, aunque no tenía frío, lo hacía para aparentar que era humana delante de los demás, se acordaba de Christopher, ya tenían 1 mes de haber acabado su relación y Mónica se había ido a vivir al apartamento de su amiga venezolana María Alejandra, que tenía la piel de color morena y el cabello y sus ojos castaños, Mónica y ella se habían conocido en el trabajo y desde entonces habían sido muy buenas amigas; había sido la primera persona a la que Mónica había recurrido cuando terminó su relación con Christopher, María Alejandra la había dejado vivir con ella mientras buscaba un nuevo lugar donde quedarse.
Mónica llegó al apartamento, dejó su abrigo en el perchero que se encontraba en la entrada y luego se acercó a María Alejandra que estaba preparando la cena.
—Hola, Mónica, que bueno que llegaste, estoy preparando arepas, si quieres puedes ayudarme, solo lávate las manos. —Le dijo María Alejandra en un perfecto italiano (ya que ella sabía hablar tanto italiano como alemán); tenía sus manos ocupadas y sucias de harina.