¡no Te Duermas!

Capítulo único

Es 29 de octubre, el canto de los grillos se escuchaba agonizantes en la helada noche, se observaba un árbol sin vida, las ramas se mecían en un baile de muerte con la brisa fría de otoño. Justo enfrente de la ventana de la habitación de Jesús, un chico de solo once años. Los movimientos de las largas ramas se proyectan en la pared en escalofriantes sombras, casi podía jurarse que se escuchaba el crujir de la madera con cada sacudida. Pasaban las once de la noche. Los parpados le pesaban. Tenía mucho sueño, quería dormir pero no podía, él aparecería y lo robaría de este mundo. Jesús tenía la sensación de que lo esperaban en el mundo de los sueños, un mundo lleno de pesadillas.

Intentaba resistirse pero lo cansado de sus ojos se lo impedían, sabía que al dormirse no había vuelta atrás. No resistió más y cayó rendido en la oscuridad que envuelve el placer de dormir. Abrió los párpados para darse cuenta que ya no estaba en la habitación. Observó alrededor y no alcanzaba a distinguir más allá de un metro de distancia, el suelo estaba húmedo podía sentirlo en los pies descalzos, el lodo entraba entre los dedos. Una llovizna helada caía en medio de la noche, el agua fría recorría su cuerpo. Intentaba caminar con cuidado para no caer, pero tropezó con la raíz de un viejo árbol, se escuchó el golpe en lodo. Sintió sus manos adherirse al suelo mojado, la ropa se llenó del pestilente barro; el olor es una mezcla entre excremento de animales y hojarasca podrida. Jesús se está poniendo de pie nuevamente cuando un rayo iluminó el cielo.

 

– ¡NO! ¡NO! ¡NO! – grita Jesús desesperado, se dio cuenta de que se había dormido.

 

El relámpago le permitió ver el almanaque enfrente, estaba justo en un tronco seco a pesar de la lluvia. Recordó los anteriores sueños, en todos veía un reloj que marcaba las 11:59 pm y cambiaba a las 00:00  indicando que comenzaba el día de horrores. Después del cambio sentía el cambio en el aire, se volvía más pesado de respirar como si faltara oxígeno. Siempre tenía la sensación de estar atrapado, y en un momento para otro algo tocaba su hombro, volteaba pero no había nadie, solo una nota que decía “te espero el día de los horrores”. Despertaba sudando, escalofríos le recorrían todo su cuerpo. La noche de sus pesadillas había llegado. 

Caminó aterrado esperando llegar al almanaque, cuando pudo tocar la estirpe del árbol la siguió hasta encontrar el calendario, cortó la primera hoja y la guardó en el bolsillo de la  pantalonera. Si quería escapar esa página jugaba un papel crucial o al menos eso creyó Jesús. Avanzó a ciegas mirando al cielo esperando a que un nuevo relámpago iluminara la negra noche. Se escuchaba un silencio sepulcral, y al seguir avanzando comenzó a percibir un fétido olor aún más fuerte, este hedor era igual al que despedían los muertos. Llegó hasta donde la pestilencia se volvía más fuerte. Un nuevo relámpago cruzó el cielo y pudo verlos, eran niños esparcidos por el bosque, sus cuerpos se encontraban recargados en cada árbol, raíces se conectaban con el cuerpo de los pequeños como si se alimentaran de ellos. El rostro de los chicos le parecieron muy familiares así que se acercó a uno de ellos esperando un nuevo relámpago que iluminara la negrura de la noche, no tardó mucho en que se iluminara el cielo nuevamente. Jesús dio un salto enorme al percatarse quién era, y como no reconocerlo, si era el rostro que veía cada mañana en el espejo, todos eran la misma persona, todos poseían su rostro. Era sus cuerpos pasados, desde que era bebé hasta su edad actual, recordaba su última pesadilla y la ropa que llevaba, era la misma que tiene el chico del árbol. Doce chicos, solo faltaba uno para llegar al número trece, el numero maldito y si lo atrapaban el juego habría acabado.

Jesús entendió todo en ese momento, en el mundo de los sueños había un ser que se alimentaba de las pesadillas, se alimentaba del horror cosechado mientras los humanos duermen.  Y si captura tu alma, la tortura hasta el fin de los tiempos. Sabe tus miedos, te conoce, nos conoce a todos porque al dormir vamos a su mundo.  Jesús no quería ser el próximo, no quería vivir en ese mundo de dolor, lleno de pánico y desesperación, ¡NO! ¡NO! Murmuraba.  No supo que era lo que hacía, Jesús intentó destrabar uno de los cuerpos de sus cuerpos enganchados por las raíces pero al intentar quitar una de las enredaderas sintió como la raíz que salió de su brazo provocó que sangrase al igual que a su doble, al sentir esto, aterrorizado prefirió huir del lugar, escapar para despertar y salir de la pesadilla.

Comenzó a caminar por la sombría noche buscando una salida, intentó todas la maneras tradicionales para despertarse, trató de sentir dolor, alguna impresión, incluso cerrar los párpados con todas su fuerzas, pero cuando los abría seguía en el mismo lugar. Comenzó a escuchar un susurro dentro de su cabeza.

– ¡Ven Jesús déjate atrapar, pronto descansarás en paz igual que nosotros! – eran voces distintas al unísono, todas las voces de los niños encadenados de los árboles, todas eran también, las de él.

Un escalofrío recorrió su cuerpo al escucharse a sí mismo que se dejase atrapar, las voces en su cabeza lo hipnotizaban, lo llamaban sin parar. Vio perfectamente como una sombra delgada y esquelética, con pelo despeinado y que despedía un olor a azufre le extendía la mano para que dejara de huir, ya no sería necesario ya que estaba muerto desde que se durmió. Caminó guiado por las voces pero en un rayo de conciencia logro escapar de la hipnosis y en último intento corrió fuera del bosque, corrió lo más rápido que pudo, escuchando pasos que avanzaban detrás. Lo atraparía si no hacía nada, eso pensaba cuando tropezó y cayó al suelo, en ese momento era un cadáver. ¡Oh sorpresa! los pasos ya no se escuchaban, se levantó sigiloso. ¿Lo había logrado perder? Jesús creyó que sí. Sintió la hoja del almanaque y la sacó de la bolsa e intento mirarla, en eso un relámpago iluminó el cielo, un temblor recorrió sus piernas al verla, ya no era 29 de octubre, ahora decía “Bienvenido al día Horrores” y sintió como alguien lo tomaba del hombro.




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