No te enamores de Arthur Dark

Capítulo 6

Zoey

 

Sus ojos brillaron con mi aceptación.

—Entonces, ¿cómo sería la dinámica? —pregunté.

—Tú me dices un libro de romance que te guste y que hayas leído previamente, y yo te doy uno de mi elección. —Me explicó apoyando luego el índice en sus labios.

—A ti te gusta la fantasía y a mí me gusta el romance. —Le dije lo obvio de nuestra variedad de géneros.

—¿Qué hay de malo en eso? —Enarcó una ceja—. En juego de tronos hay mucho romance.

—¡Los Lannister eran hermanos! —Repliqué indignada—. Ese tipo de amor es macabro, prohibido, admito que puede llegar a ser atractivo para algunos lectores, pero no lo encuadraría dentro del romance.

—Es una buena historia para leer. —Respondió con una risita por lo bajini. 

—¡Por el amor de los Stark, ellos mueren al final, Cameron, eso es muy triste! —Me quejé.

—Eso me dices tú, que estás obsesionada con los libros de Artur Dark. —Levantó los brazos. 

—Ok, lo reconozco, pero tienes que saber que ya leí Juego de Tronos. —Le anticipé.

—No, pensé en otro, espera un momento. —Se levantó de su asiento y caminó hacia las estanterías. Yo no le miré el trasero mientras se alejaba, lo negaré si me lo preguntan. Menos de cinco minutos después volvió con un libro en las manos—. Este libro será el que me gustaría que leas para… ¿el domingo? —me dio su elección en las manos.

Di saltos acrobáticos de alegría en mi mente, nos veríamos una vez a la semana.

—El Retrato de Dorian Gray de Óscar Wilde. —Leí el título—. Muy buena elección, no lo tengo en mi lista de leídos. —llevé el libro contra mi pecho. 

—¿Cuál será mi lectura de esta semana? —Me llevé un dedo a los labios.

—Mmmm, creo que “Besos en Siberia”, sería perfecto. —le sonreí.

—¿Estos enamorados de que me mueren?, se les quiebra el hielo sobre un lago congelado y fallecen de hipotermia. —Me quedé mirándolo estática. 

—¿Lo leíste? —Negó e hizo un amago de sonrisa.

—Puro instinto. —Solté la carcajada.

—¡Sssssshhhhh! —Nos “calló” la encargada del piso.

No éramos los únicos allí, había mucha gente leyendo.

—Acertaste, en ese libro queda vivo él, ella muere en el momento. —dije como si nada y después me tape la boca—. Te conté el final, ahora tendré que recomendarte otro.

—No te preocupes, algo me dice que a este autor le gustan los finales “felices”. —Mordí una carcajada al ver su expresión aburrida.

—Hecho, voy hasta el tercer piso a buscar una copia. —Me levanté del sillón para ir en búsqueda del libro.

Cameron me tomó de la muñeca, una electricidad rara me recorrió todo el cuerpo.

—Siéntate. —Dijo, y me senté inmediatamente.

Me quedé como en modo automático por un momento, me sacudí la cabeza.

—Ok, lo consigues tú. ¿Y después lo vamos a comentar o pasamos directamente al que sigue?

 —Sí, el próximo domingo en este mismo lugar, ¿te parece? —su boca se movió apenas simulando una sonrisa.

Asentí y yo si sonreí como una niña en su cumpleaños.

—¿Frederick? —Una anciana de alrededor de ochenta años se acercó a Cameron y sin ningún tipo de miramientos le acarició el rostro—. ¿Eres tú?

Vi como Cameron se ponía lívido y ponía la mano sobre la de la anciana e inclinaba levemente el rostro hacia su mano.

—No, está confundida. —Le dijo con cariño.

La mujer tenía el rostro compungido.

—Abuela, ¿qué haces? —Una adolescente tomó a su abuela del codo y la señora parpadeó confundida.

—¿Qué hago aquí? —deslizó la mano del rostro de Cameron.

—No lo sé, abue. —se empezó a llevar a la anciana—. Disculpen. —nos dijo su nieta mientras se llevaba a su abuela.

Cameron se quedó unos segundos mirando a las dos mujeres, como yo.

—Bueno nos vemos el sábado a la tarde en el Central Park. —dijo de repente sacándome de mi estupor. 

—Hace mucho frío, estamos con temperaturas bajo cero y está nevando, Cameron. —Le expliqué como si fuera un niño de jardín de infantes—. ¿Cambiaste de idea? Creí que nos veríamos en este lugar.

—Si, claro. Me gusta cómo sale mi nombre de tus labios. —Me sonrojé con su comentario—. Dame tu número de teléfono, si quieres debatir algo antes del domingo, me envías un mensaje de WhatsApp.

—No creo que sea al revés, ya sabes el final del tuyo. —Me cubrí la sonrisa. 

—No importa, saber el final de un libro no arruina el hecho de disfrutar cada palabra hasta llegar allí. —elevo una comisura de los labios—. ¿Nos vemos el domingo?

—Claro, aunque un domingo al mes se lo dedico a mi grupo de lectura. —No dejaría a las chicas ni por Tom Cruise.

Él sonrió, está vez ampliamente sin mostrarme los dientes.

—Eso me gusta, quiere decir que habrá muchos domingos por delante para nosotros. 

Me puse colorada por la emoción y el hecho de que estábamos comprometiendo todos nuestros días de descanso para estar juntos.




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