No te enamores de Arthur Dark

Capítulo 12

Zoey

“La tempestad representa la venganza y el perdón. Próspero y su hija Miranda, han sido desterrados a una isla por su hermano Antonio. El duque decide capturar a un genio, está parte es como en los cuentos de “Las mil y una noches” de Sherezade; y lo obliga a provocar una tormenta para hacer naufragar a sus enemigos, atrayéndolos a la isla y de esta manera poder confrontarlos y tomar venganza”.

“Me preguntó mi estimado Cameron si el motivo de tu ausencia está tarde es una venganza contra mí. Sé que el domingo anterior fui yo quién lo dejó esperando a su suerte, tal vez me merezco su ausencia”.

“Sepa que así como en “La Tempestad” en este momento me siento como el Calibán y le ruego a usted mi perdón”.

“Encontré el libro que me dejó, quiero que sepa que ya leí Frankenstein de Mary Shelley. ¿Lo sumamos a la lista?”

“Estaba pensando en los diez libros, llegamos al quinto, pero yo he leído cinco y usted cuatro, entonces tan solo nos queda un libro. ¿Cuál es el próximo paso a seguir? ¿Le dejó el décimo o alargo nuestros encuentros alegando que no me decido qué lectura recomendarle?”

“Dejé mi ventana abierta todas las noches, que sepa que está será su última oportunidad. Si usted no se presenta, no volveré el próximo domingo”

“Y por si le quedan dudas con respecto a Frankenstein, el libro es profundo, aterrador por momentos y no por el monstruo que en realidad es una víctima, el verdadero monstruo en la historia es el Dr. Frankenstein, él tiene una ambición desmedida de poder y eso lo lleva a la destrucción de las personas que ama y de sí mismo, ya que termina en una absoluta soledad y aislamiento”.

“¿Será que con todas estas historias usted me está advirtiendo que es un monstruo como el Dr. Frankenstein o que se encuentra en una absoluta soledad?”

“¿O como en La Tempestad está en busca de venganza?”

Terminé de escribir la nota y la dejé en la misma mesa donde siempre nos sentábamos, junto con el libro que me dejó y él que ya había leído.

Decir que estoy decepcionada de Cameron es un eufemismo, en realidad me siento despreciada. Durante seis días dejé la ventana abierta y él no se presentó.

Miré por los ventanales de la biblioteca nacional hacia la esplendorosa Nueva York, hoy no había nevado, el invierno de a poco se estaba despidiendo de la ciudad para volver el año próximo, me encantaba esta época del año, pero sabía que como todo en esta vida no era eterno.

Me puse el abrigo y emprendí el viaje de vuelta hacia el subte y de allí a casa con mi gato.

Mientras el tren hacía su recorrido me pregunté si al igual que el Dr. Frankenstein estaba condenada a la soledad eterna.

¿Por qué no podía conocer a nadie “normal”?

¿Por qué no me duraban los noviazgos?

¿Por qué vivía como si me faltará la otra mitad?

Cuando el tren se detuvo en mi parada ya había oscurecido; caminé por el barrio chino hacia mi minúsculo departamento con la cabeza gacha y el peso de la tristeza en mi espalda.

Subí las escaleras y entré en mi departamento, mi gato Tom salió por la puerta directamente hacia las escaleras que daban a la terraza.

Seguro que en busca de alguna novia.

Hasta el gato tenía romances.

Al entrar me quité las botas para no ensuciar, quedé en medias, el abrigo, el gorro y la bufanda las colgué del perchero.

Crucé el salón hacia la lámpara del living, pero está ya estaba encendida.

—¡Hola Zoey!

Me llevé la mano al pecho asustada.

Cameron caminó los tres pasos que nos separaban, me tomó de las mejillas y chocó sus labios con los míos.

No fue un beso amable, era uno desesperado que devolví con la misma efusividad.

—¡Viniste!

—No podía evitarlo más.

En milésimas de segundos nos despojamos de la ropa y caímos en mi cama como dos amantes descubriéndose.

Cuando el primer contacto entre ambos nos unió como uno solo sentí como si estuviera en otro plano, no en el presente, como si hubiese viajado a otro tiempo, a otra época.

—¡Dios, cómo te extrañé esta vez, Sarah! ¡Nunca tardé tantos años en encontrarte!

Sobre mí, dentro de mí, alrededor de mí tenía a Cameron O’Shea, pero no sé sentía como si fuera él y no se sentía como si yo, fuera yo.




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