Zoey
Un año después.
—¡90 °F, por Dios, vamos a morir derretidos! —Kira se había atrevido a ir a la heladería a comprarnos unos yogur helados.
El aire acondicionado estaba a más no poder y si mirabas a través de la ventana hacia la calle podías ver el calor brotar desde el suelo.
—Estamos en agosto, si sobrevivimos al calor, en unas semanas el otoño aliviara este clima infernal. —dije mientras agarraba la copa de helado de su mano y me la apoyaba en el rostro.
—¿Sales con Kevin esta noche? —preguntó mientras volvía a tomar su libro de Danna Torres.
—No. Hoy le toca quedarse con Joshua, fin de semana de por medio con la madre, ¿recuerdas? —asintió metiéndose una cucharada de crema a la boca.
La campanilla de la puerta sonó y un hombre con traje de tres piezas y un maletín entro en la librería.
—Es antinatural. —Murmuró mi amiga al verlo tan vestido.
—Señor, buenos días. —Saludé y me acerqué—. ¿Puedo ayudarlo con algo?, o puede mirar por su cuenta, si lo desea.
—Buenos días. —La calva del hombre brillaba por el sudor—. Mi nombre es Peter Kent, soy notariado y busco a la señorita Zoey Andrews. —Nos miró a ambas.
—Me ha encontrado. —Dije con una sonrisa forzada.
—Un gusto, señorita Andrews. ¿Podemos hablar en privado? —Miré a Kira y ella se enderezó.
—No será necesario, aquí mi amiga sabe todo sobre mí. —Ella me sonrió con los labios apretados.
—Muy bien, prosigamos entonces. —El hombre estaba apurado—. ¿Por favor, un lugar donde puedo mostrarle unos documentos? —Solicitó.
—Claro, por aquí. —Detrás del mostrador había una mesa amplia.
El hombre abrió el maletín y desplegó infinidad de documentos que a simple vista tenían mi nombre en muchos de ellos.
—Señorita Andrews, soy el encargado de informarle que ha heredado la fortuna Darkow de Bélgica. —Parpadeé y miré a mi amiga que estaba con la boca abierta, en cambio yo no podía coordinar lo que me estaba diciendo—. El único heredero de la dinastía Darkow desapareció en un accidente de avión nueve meses atrás. —¡Cameron! Un dolor sordo golpeó dentro de mi tórax—. Hace tan solo unos días encontraron en las playas del mar adriático enterrada en la arena la caja negra, fue un desperfecto técnico.
Apoyé mi puño en mis labios y lloré, me senté en una silla y me permití quebrarme. ¡Ahora comprendo porque él no vino a verme el invierno pasado! ¡No, fui una tonta, y yo no me quedé con él! ¡Lo abandoné!
—Zoey… —Kira me abrazó y lloré en su pecho.
—Lamento su pérdida, señorita Andrews. —Carraspeó para que le preste atención—. El señor Arthur Darkow, dejó todo a su nombre, el castillo, las propiedades. —Seguía hablando solo, nosotras lo ignorabamos, entonces se sentó y habló mas pausado—. Incluye los derechos de todos sus libros, además de una carta y el último manuscrito que no pudo publicar por lo evidente de la situación.
Seguramente ha quedado varado en algún lugar donde hacía calor, tiene que haber sido ese el problema, porque él es inmortal, solo podía pensar en eso, pero había pasado casi un año por las fechas que decía el notariado que no dejaba de hablar y yo solo quería que se callara.
—¡No deseo todo eso! Puede irse, gracias por venir. —Me puse de pie, quería que se vaya para poder llorar en paz.
—Lamentablemente, no es una opción, señorita Andrews. —El hombre se puso de pie juntando todos los documentos—. Estas son copias, los originales están en una caja fuerte de un importante banco de Bruselas, con custodia. Si usted quiere donar las propiedades y el castillo como patrimonio a la humanidad, es su decisión, mientras tanto las visitas guiadas se han suspendido y todo un pueblo aguarda su decisión, ya que el turismo es una de sus fuentes de ingreso.
—¿Podría por favor leer la carta dirigida a mí y el manuscrito que dejó? —Le pedí antes que se fuera.
—Sí, por supuesto. —Volvió a abrir el maletín y sacó la carta. Me la tendió—. El manuscrito está en la bóveda Darkow.
—¿En la bóveda? —pregunté confundida.
—Es lo único que quedó del heredero, por eso se lo deja allí como el último “recuerdo” de su persona física. —Volví a llorar.
—¿Tiene un plazo de tiempo para ir a Bélgica? —Kira tomó la palabra.
—Ya pasaron más de nueve meses, si al año no se presenta como heredera viva será parte del patrimonio cultural de dicho país. —Aclaró el hombre. Ambas asentimos entendiendo la situación—. Espero su llamado, señorita Andrews. —Dejó su tarjeta sobre la mesa al lado de la carta sin esperar que ninguna lo acompañe a la salida.
Apenas la campanilla de la puerta nos anunció que se había ido, Kira corrió a cerrar con llave y poner el cartel de cerrado.
—Amiga, no colapses. —Me dio la carta—. Léela.
No podía abrirla por los dedos temblorosos así que Kira lo hizo por mí.
—Querida Zoey… —Mis ojos me nublaron la visión y volví a llorar.
—¡Dame eso! —Mi amiga más impaciente comenzó a leer.