No te enamores de Arthur Dark

Capítulo 19

Zoey

Bélgica

Un mes después.

—¿Estás segura, Zoey? —Kira mordió su manzana.

Puse mis manos dentro de los bolsillos de mi pantalón cargo y observé el jardín.

—No. —Suspiré agotada.

—Entonces, piénsalo un poco más. —Se sentó en el césped y tiró de mi pantalón para que la acompañe.

Apenas me senté apoyé el mentón sobre mis rodillas y miré el panteón.

—¿Amas tanto New York como para irte de aquí? —Ella apoyó su cabeza en mi hombro.

—No lo sé. Solo se siente mal estar aquí sin él con una fortuna que no me pertenece. —Carraspeé. Sentía un nudo en la garganta—. Me siento usurpadora de una vida que tendría que haber sido de Sarah.

—Fue su última voluntad, Zoey, y permíteme decirte que él amó siempre la imagen de Sarah que sus reencarnaciones le han dado, pero creo que está vez tú, no Sarah, fue la que le rompió el corazón. Cameron supo después de cientos de años lo que tú viviste en cada una de tus vidas. —Ella besó mi hombro—. ¡¿Sabes, qué?! ¡Se lo merece!

Solté una carcajada y una bandada de cuervos cerca del panteón salió volando.

—Ve por el manuscrito. —Señaló con el mentón hacia la construcción antigua—. Léelo. —Se estiró—. Me voy a dormir la siesta con Amor en Blanco de Nieve Azul. —Volvió a besar mi hombro y se puso de pie—. ¡Dios, como me gustan las novelas de médicos! —Murmuró para sí misma haciéndome reír.

—¡Gracias, Kirita! —Le sonreí cubriéndome el rostro del sol—. Eres la mejor, amiga.

—No, gracias a ti por regalarme la librería, por regalarme un futuro y por ser mi mejor amiga. —Dio otro mordisco a la manzana y salió a los saltitos hacia el castillo.

Giré varias veces la llave en mi dedo índice, nada segura de ir en busca de ese manuscrito.

Me imaginaba la historia sin leerla…

“Él, un hombre eternamente enamorado, se entrega a la muerte después de haber recibido de parte de su amor imposible un adiós para siempre, decidiendo así inmolarse como un vampiro en el desierto de Sahara en pleno día”.

Sacudí la cabeza para quitarme los malos pensamientos.

Siempre amé a Arthur como escritor, incluso antes de conocer su historia, por eso sé qué esperar de sus letras.

Me puse de pie y caminé hacia el panteón como si fuera por la milla verde hacia la silla eléctrica.

Metí la llave en la ranura y la giré.

Me molestó que se abriera inmediatamente, se suponía que hacía más de un año que estaba cerrada, necesitaba al menos que impusiera un mínimo de resistencia.

Abrí la puerta que ni siquiera chirrió como en una película de terror, y más angustia me provocó, ¿por qué todo parecía nuevo?

Allí, sobre una mesa de mármol blanco estaba el infame manuscrito envuelto en una portada de cuero antiguo y atado con un cordón.

Apreté los labios e inhalé lo suficiente para inflar mis pulmones a su máxima capacidad.

Cuando exhale todo de una sola vez, gruesas lágrimas ya caían por mis mejillas y cuando al fin tomé el coraje de tocar el cuero suave, me rompí.

Mis dedos temblorosos desanudaron los cordones y abrieron en la primera página.

Para Zoey, se leía en una caligrafía antigua y perfecta, acaricié la página imaginándolo escribiendo esas dos palabras.

Hipé limpiándome las mejillas con las manos y luego las sequé en mi pantalón para poder pasar la página sin mojar la hoja.

Leí, mejor dicho, intenté leer la primera página, aunque solo tenía escrito unas líneas.

No era el epígrafe como pensé al principio, era un mensaje.

“Está historia debería ser escrita por sus protagonistas, solo quienes han pasado siglos y siglos de encuentros y desencuentros sabrán cómo terminar esta historia.

Tu historia, Zoey.

Estoy en Brujas, en una casa de campo donde un molino es lo primero que ves antes de entrar en la ciudad.

Estoy aquí, esperándote.

No importa el tiempo que te lleve llegar a mí, aunque te advierto, es muy probable que no sea el mismo que has conocido.

Si decides que no quieres verme, pero aun así quieres contar tu propia historia sin mí en ella, también eres dueña de los derechos.

Te amo.

A.D.”

Cerré el libro, volví a respirar profundamente y salí corriendo de allí sin cerrar la puerta.

Continúe haciéndolo hasta llegar al jardín delantero donde estaba nuestro auto de alquiler y sin pensarlo dos veces me subí al asiento de conductor, puse la primera marcha y salí pitando de allí.

La distancia entre el Castillo Darkow y la ciudad de Brujas era de apenas treinta minutos, no sé a qué velocidad iba, pero estaba segura de que si había policías en la ruta seguramente quedaría con una multa por exceso de velocidad, tremendo.

Aunque pensándolo bien, ahora era lo suficientemente rica para pagar multas por exceso de lo que sea, me miré en el espejo retrovisor, estaba sonriendo, y no por la herencia, sino porque la palabra exceso junto con velocidad y al lugar donde me dirigía me hacía pensar en cosas que no debería.




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