Jean llegó corriendo hacía dónde estaba.
—Ven.—Me dijo y me jalo del brazo, se veía agitado.
—¿Que sucede?. —Me llevo hasta un salón solitario y cerró la puerta.
—Shh, no hagas ruido, será rapido.—Murmuró y observo a todas partes como buscando algo. Una cucaracha atravesó el salón a toda prisa-
—¡Ahí va, matala!— Jean se monto sobre el pupitre.
—¿Le tienes miedo a una cucaracha? —Me reí a carcajadas, la cucaracha se había montado en un estante y se lanzó, revelando sus malvadas alitas-
—¡Ahhh! mierda, es de las que vuelan.— Me monte en un pupitre imitando a Jean, que ahora estaba aterrorizado con el nuevo descubrimiento.
—¡Matala rapido!.— Chilli histérico.
—¡Matala tu, eres el hombre!. —Me queje.
Jean corrió hasta una ventana y la abrió. El insecto se pegaba con todos los cristales menos con la ventana abierta.
Me quite el zapato, la tenía acorralada y le di, aplastandola pero no lo suficiente, tuve que intentarlo varias veces más, si que eran resistentes los bichejos esos.
—No puedo creer que lo hayas echo, era solo un animalito.— me tembló un ojo y lo amenace con el zapato.
—¡Tú me dijiste que la matará!.— Me queje observando el insecto apachurrado.—
¡No tienes corazón! ¡Seguro tenía familia he hijos! — Esto era perder el tiempo, después de todo era drama queen.
—¿Así que solo me trajiste para que matará una cucaracha? — rode los ojos.
—¿Porque sino te traería a un cuarto oscuro? Duh
Luego de ese insidente tuve que volver a clases.
—La virgen Maria fue elegida por Dios para tener a su hijo, ella era virgen y...— La profesora de religión hablaba con parsimonia.
—Yo creo que el virgen era José —Me susurro Kamil mientras garabateaba en su cuaderno.
—¡Kamil! —La profesora la observaba furiosa, al parecer había desarrollado el oído para el chisme—¿Cómo está el día de hoy?.
—Pues soleado profe, sin pronósticos de lluvias— Kamil aveces salía con alguna pendejada, y aveces era siempre.
—Me referia a la juventud el día de hoy.—Si, la profe se explicaba tan bien como un caracol muerto.—Yo te lo diré, ¡Terrible! ¡Esta terrible!.— Y así paso el resto de la clase quejándose.
La mayoría de personas tenían la necesidad de creer en algo y defenderlo a toda costa, yo tenía la teoría de que mientras más sola estuviese una persona, mayor era su necesidad de creer en Dios.
Salimos al patio, Kamil se notaba diferente, como triste.
—¿Te sucede algo Kami?—La observe dudar un poco. Pasaba de una pierna a otra con inquietud.
—Me van a cambiar de colegio el próximo mes— Cerro los puños.
—Me voy del país.—La morena me observo en shock.
—¿Cuándo pensabas decirmelo?— Reclamo indignada.
—¿Y a mí? ¿Pensabas decírmelo siquiera? —La voz detrás de mi sonaba dolida, Jean se había enterado de la peor forma posible pero tenía razón, no pensaba decírselo.
—Puedo explicarlo. — Jean rio sarcásticamente y dio un paso atrás.
—¿En serio? ¿Y qué hay que explicar? —negó con la cabeza—Creo que todo a quedado claro— murmuró antes de alejarse.
Me gire, Kamil observaba todo en silencio.
—Me pareció una buena oportunidad para confesarlo— me mire las manos.
—Pues no lo era, pero lo has dicho y no hay vuelta atrás, creo que deberías encontrar a Jean— Se alejo también.
No fue necesario buscarlo porque no se estaba escondiendo, el problema es que yo daba un paso hacía él y él daba dos hacia atrás.
—¡¿Qué estás mirando?!—Le chille un día.
—¡La nada! ¡Pero tu estás en medio! —Me grito en respuesta.
Preferí esperar un poco para arreglar las cosas con mis amigos, aún estaban sensibles, era mejor darles tiempo. Y así fueron transcurriendo los días.
—Sujeta aquí —Mi hermana me pasó una rosa naranja mientras ella se iba por un jarrón.
No sabía como, pero en el transcurso de la espera me había caído y la rosa estaba aplastada, recogí los pétalos sueltos del suelo.
—¿Que le pasó? — Mi hermana llegó con el jarrón y se indigno al ver lo que quedaba de la rosa.
—Estaba jugando al me quiere o no me quiere—Le contó mi mamá, que estaba sentada cerca.
—¿Y en qué quedó? —Mi hermana alzó una ceja intrigada.
—Pues en que no la quiere — Se rieron y yo decidí irme, eran un par de cínicas. Pero tenían razón por mucho que me doliese.
Decidí que la única forma de reconciliarme con mis amigos era mediante cartas, como en los siglos antiguos. Era una idea brillante a mi parecer.
Escribí cartas con muchos dibujitos, para que no se les hiciera tan tedioso leer. Sobretodo a Jean.
Me di a la misión de entregarlas personalmente, metí la carta de Kamil en su bolso y luego procedí a buscar el bolso de Jean.
Intente subir el cierre y subió solo un poco, no el espacio suficiente para meter una carta.
Escuche ruidos por el pasillo, el cierre no subía y ahora tampoco bajaba. Comenzaba a sentir frío ¿cuándo habían arreglado el termostato?.
—Tú —Me miró acusadoramente.
—Yo— Me sobresalte y escondí la carta detrás de mi espalda.
—¿Qué estas haciendo aquí? — Jean se cruzó de brazos. El ambiente estaba aún más frío.
—¿Qué estás haciendo tu aquí? — imite su postura, intentando parecer segura.
—Es mi salón — rodó los ojos y se fue acercando lentamente.
—Oh, pues bueno, me voy— Intente emprender la retirada pero me impidió el paso.
—¿Qué tienes detrás?— Era mi fin.
—Nadita— Nos miramos a los ojos retadoramente.
En un segundo me había quitado la carta y se encontraba leyéndola, sus facciones se iban suavizando.
Me fui sin que se diera cuenta, en esa carta también confesaba mis sentimientos y era bastante vergonzoso.
Me encontré a Kamil en el patio hablando con unos amigos, al pasar por su lado se levantó del banquito.
—Leí tu carta — Me observo, sus amigos seguían hablando entre sí y riendo—¿Amigas de nuevo?.
—Sí.—todo parecía ir en camara lenta y bom.