Me desperte sobresaltada porque me sentía observada, y si, alguien me estaba observando en mitad de la noche y parecía que llevaba rato allí.
—¿Que haces tu en mi cuarto a estas horas?—Mi hermana estaba sonriendo, parecía feliz de verme por primera vez en la vida.
—Tuve una pesadilla— Se me tiro encima para abrazarme he impedirme respirar.— Soñé que te habías comido algo tóxico que encontraste en la nevera sin querer y habías muerto.
Hasta mi hermana soñaba que yo era torpe. Aunque si me paraba a pensarlo, que no me hubiese muerto hasta ahora era un verdadero milagro.
Cruzaba las calles como si fuese inmortal, caminaba bajo la lluvia en invierno, mis padres eran aún más despistados que yo y por suerte nadie había intentado secuestrarme, pero por suerte para los secuestradores, porque podía ser un verdadero fastidio cuando quería.
—Hola—Salude a Jean que estaba sentado en el césped revisando su celular. Alzó la vista rápidamente y la volvió a centrar en lo que hacía.—Creí que me iba a dejar en visto, pero me respondió al poco rato.
—¿Dónde está tu nuevo novio? —¿Esos eran celos lo que olía o me estaba fallando el olfato?
—¿De qué hablas? — Me hice la loca.
—Ya sabes de quien, el pelirrojo que te llevaba el otro día en brazos —Rodo los ojos.
Definitivamente tenían que ser celos, sino ¿qué otra cosa podrían ser? Es decir, habían amigos bastante celosos pero me aferraba a la idea de que no fuese eso.
—Nop, ni idea— Dejó de jugar en su móvil y me observo.
—¿Me estas bromeando verdad? —Parecía consternado.
—En primer lugar no es mi novio, ni siquiera lo conozco— había captado totalmente su atención — En segundo lugar tu eres mi novio, sería raro tener dos a la vez — Bufo, creía que había dicho lo último en broma.
—Hablando de eso, leí tu carta— Se me había olvidado por completo.
—Ahh, eso, ¿Y que te pareció? — Jean me miró directo a los ojos y supe que lo que diría no me gustaría.
—Pues también la ha leído mi madre y la has echo llorar— Sentía mis mejillas arder, mi suegra digo su madre había leído la carta que le había escrito—Te escribiré una carta yo también por cierto.
—¿Y tu?¿Lloraste? — Intente ocultar la vergüenza con una broma.
—Nop, no soy tan sensible como crees— Le di un puñetazo en el estómago.
—Yo creo que sí —Me mire las uñas.
—¿Porqué hiciste eso? — Algunas lágrimas saltaban de sus ojos, me sentí culpable.
Unos ruidos comenzaron a oírse cerca de donde estábamos, más específicamente donde habían unos arbustos.
—Shhhh—Lo mande a callar —¿Crees que sean conejos? — Dudamos, pero la curiosidad nos pudo y observamos entre los arbustos.
No descubrimos conejos, pero encontramos un trauma llamado sulucionando problemas de despoblación humana.
Así que ya saben, si oyen ruidos detrás de unos arbustos, no se asomen.
—Aún me duele el golpe en el estómago—Se quejo Jean.
Si el amor era como un puñetazo en el estómago, por lo menos ahora sabía como me sentía.
—Dijiste que me escribirías una carta—Recordé.
—Lo haré, aunque no soy tan bueno escribiendo como tu, te escribiré una carta— Sonreí, nadie me había escrito una antes.
—Vale, estaré esperando.— El resto de mis amigos llegaron arruinando el momento romántico.
—Ah, dime que eres gay — Gabriel Observaba a Jean mientras se mordía el labio, siempre andaba coqueteandole.
—Ya te he dicho muchas veces que no —Jean se escondió detrás de mí.
—Insistiré hasta que me digas que sí —De alguna u otra forma yo estaba igual que Gabriel—Casate conmigo— Dijo dramáticamente.
—Ya estoy casado — Se negó—Con un monstruo violento que es feliz con el sufrimiento de las personas, pero casado. — Le lance la botella de agua que tenía en la mano y la esquivo.
—Vaya cuanta violencia, huye conmigo, deja a ese monstruo feo y salvaje.— Entrecerre los ojos, estos dos eran un fastidio a tiempo completo, pero los echaría de menos.
Comencé a correr detrás de ellos haciendo sonido de monstruos mientras los demás se reían. No duro mucho, yo no estaba echa para correr ni una cuadra, seguramente si un asesino en serie me persiguiese le diría algo como '' acaba rápido, quiero seguir durmiendo por toda la eternidad ''.
Mi madre ya había decidido la fecha, en un mes dejaría todo esto atrás y únicamente todos solo vivirían en mi memoria y sí, se podía hablar por llamada, mensajes o video pero ya no habría la oportunidad de crear recuerdos juntos.
Me senté y observe a Jean, quizá parecía una acosadora en su máxima expresión.
—¿Qué tanto miras? —Preguntó con una sonrisa de medio lado.
—Poca cosa — Le saque la lengua, la venganza era dulce, él rodó los ojos.
—¡Deja de coquetearle a mi hombre! —Chillo Gabriel.
Y así transcurrió la tarde, entre locura, risas y un poco de bullying. Era necesario reírse de vez en cuando.
Mi gato se enredo entre mis piernas, era un bebé que había encontrado en la calle hacía no mucho tiempo.
Sabía que tenía una doble identidad, era mi gato, si, pero también era el gato de los vecinos, creo que la mayoría son así.
Lo bueno de los gatos es que son amigos silenciosos y no necesitan mucha atención.
Creo que los gatos enseñan un poco a amar, es como si su presencia dijese “Estoy aquí, pero no soy tuyo”, “No tienes que abrazarme todo el rato, necesito mi tiempo” o “Si me haces daño me voy a ir, y no voy a volver”, y eso es de lo más importante, porque es amor propio.
Al día siguiente ví a Jean a lo lejos, así que me acerque a hablarle, hasta que note que estaba hablando con otra chica, estaba ronrojandose y riendo. Me pregunté si ella le gustaría.
Al mirar a su alrededor se dio cuanta de que yo estaba ahí y me saludo, lo salude de vuelta y termine de acortar la distancia.
—Hola —De cerca la chica era aún más guapa. Era morena, bajita y parecía tener mucho carácter.
—Hola—Jean sonrió —Te presento a Iri.