no te enamores de mi

Capítulo 3 — Parte V Título: “Cuando nadie está mirando”

Narrado por Cyra

No sé cómo responderle.

Por un segundo, me quedo mirándolo como si sus palabras no tuvieran sentido. Porque... ¿quién dice eso? ¿Quién decide quedarse cuando no hay nada que ofrecerle a cambio?
Yo no soy amable. No soy divertida. No soy de esas personas que brillan en un salón.

Y, sin embargo, Eliot está aquí.

Se acomoda en el pupitre frente al mío, no muy cerca, no muy lejos. Como si supiera que me cuesta respirar cuando alguien intenta invadirme.

—¿Te pasa seguido? —pregunta de pronto, sin mirarme del todo—. Esto de esconderte.

No sé si se refiere a esconderme de la gente, de mí misma o del ruido del mundo. En cualquier caso, la respuesta es la misma.

—Sí —respondo—. Es más fácil estar sola que decepcionar a alguien.

Él asiente. No intenta convencerme de lo contrario. No dice que eso está mal, ni que debería abrirme más. Y, por alguna razón, eso me da más paz que cualquier intento de consuelo.

—¿Te duele mucho? —dice después de unos segundos. Su voz es baja, casi un susurro.

—¿La cabeza?

—No —responde. Y ahí entiendo que se refiere a otra cosa. A eso que no se ve. A lo que se esconde bajo la piel.

No puedo evitarlo. Mis ojos se desvían hacia la ventana. Afuera, Londres sigue lloviendo como si no supiera hacer otra cosa. El cielo es gris, pero dentro de este aula... por alguna razón, no todo lo es.

—A veces —respondo. —A veces me duele tanto que ni siquiera puedo pensar.

Él se recuesta un poco, dejando caer los hombros. Casi como si esa respuesta también fuera suya.
Y luego, en voz baja, dice:

—A mí me pasa lo mismo. Pero tú… tú al menos pareces soportarlo con dignidad. Yo siento que me estoy desmoronando cada día un poco más.

Lo miro. Por fin lo miro de verdad. Y por primera vez desde que lo conozco, ya no es el hijo perfecto de una familia rica. Ya no es el alumno brillante o el chico que todos admiran desde lejos.

Es solo un chico roto. Sentado frente a una chica igual de rota.
Y en el silencio que compartimos, siento algo parecido a consuelo.

—¿Quieres quedarte un rato más? —pregunto.

Él no responde. Solo asiente, y vuelve a mirar hacia el frente, donde la pizarra está en blanco.
Vacía, pero lista para escribirse.

Como nosotros.




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