Claus dio palmaditas en su muslo manteniendo un semblante serio. Notando como Layla temblaba ligeramente teniendo los ojos en cualquier lugar que no fuera a ofender al hombre. No esperaba que ella tomara asiento con tanta cautela dejando sus manos recargadas en sus rodillas.
—lo…yo…
—shh… deja que limpie eso —murmuro en un tono tan gentil que Layla miro directamente al hombre con incredulidad, este con cuidado saco del bolsillo de su traje un pañuelo blanco y comenzó limpiando de abajo hacia arriba tan lento que el calor de esos dedos ella los sentía sobre su rostro.
Claus se sentía como un carbón encendido al estar así de cerca, igual que el perfume de su cuerpo y el olor a cigarrillo.
Layla contuvo el aliento sin saber si por el olor o por el dolor.
Un gruñido y las cejas fruncidas de Claus hicieron bajar la mirada hasta el suelo, lo siguiente fue sentir los dedos grandes directo sobre su mejilla lastimada.
—debí torturarlo primero… —mascullo con odio las palabras que ya la chica no sabía cómo más ponerse erguida en su asiento improvisado.
La pierna del hombre era firme, pero a la vez incomodo pues esta sentada más hacia la rodilla, Claus paso con cuidado su mano por la espalda baja de Layla acercándola más a su cuerpo, podía sentir la incomodidad de ella, pero también el leve perfume dulce que desprendía.
—es…estaré bien —un susurro apenas audible con una mueca de dolor fue la única respuesta que obtuvo el hombre.
—mírame —hablo tan bajo que entre tanto silencio la chica solo le quedo mirarlo.
Layla se detuvo en sus ojos detallando que entre el gris de su ojo izquierdo había un tono de azul y en el café de su ojo derecho un tono más negro en este la cicatriz descendía en un color más oscuro que su piel, algunas manchas que parecían pecas solo perceptibles así de cerca, al igual que sus labios rojos bajo ligera barba, soltando un suspiro al darse cuenta de cómo miraba detenidamente sus mejillas se tiñeron de rojo bajando la mirada rápidamente.
—lo-lo siento… no debí mi-mirarlo así. —intento alejarse para no tener su rostro a centímetros.
—¿tan feo soy? —murmuro en tono de broma y la chica volvió su mirada muy rápido recuperando la compostura.
—claro que no, solo… son sus reglas
—y una de ellas es hacerme caso —coloco sus dedos sobre la mejilla sana de Layla encantado de mirar la cantidad de lunares que la chica tenía en su rostro, pero ninguno tanto como el que está en mitad de su cuello del lado izquierdo.
La horquilla que Cecilia había colocado con el golpe comenzó a ceder lentamente hasta que simplemente cayó al suelo dejando libre el largo cabello castaño, Claus tomo con sus dedos un mechón de este descubriendo la suavidad como la seda del mismo además de que el mismo olor dulce pero mucho más intenso desprendía de ellos.
—si… Sr. Makris —mordiendo su labio inferior no aparto la mirada de la pequeña complexión de la mujer en su muslo logrando que esta solo jugara con sus dedos intentando desaparecer la sangre de entre sus manos y sus uñas
—solo…solo dime Claus —y nuevamente sus ojos estaban mirándose directamente. —¿y el tuyo?
—La-Layla —el hombre levanto una ceja esperando algo más y ella solo se aclaró la garganta —Ortiz…
—Lindo nombre
—gracias —Claus le entrego el pañuelo en las manos al verla intentar quitarse frenéticamente la sangre aun entre sus dedos.
Layla toco su cabello en busca de la horquilla que ni ella misma escucho cuando cayó al suelo, al darse un poco la vuelta la vio en el suelo tomándola rápidamente mientras se bajaba de la pierna de Claus.
La puerta se abrió solo para dejar ver al asistente de Claus.
—Mateo… —el hombre sorprendido de ver a la chica sacando la cabeza de debajo del escritorio, su jefe no era esa clase de persona solía contratar servicios, pero eso dejo de ser así desde hacía unos cuantos meses, justo la llegada de la mujer del aeropuerto.
—lo siento, señor —el asistente estaba por cerrar la puerta cuando la voz de su jefe sonó firme mientras Layla se volvía a levantar
—busca hielo y el botiquín, querida, ¿te dije que te levantaras? —Mateo en la puerta se quedó estático al ver a su jefe tan relajado e incluso sonriendo, los ojos de Mateo pararon en la mujer que tímidamente se volvía a sentar en la pierna de su jefe y entonces lo supo.
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Editado: 20.08.2024