No te esperaba

Capitulo 13

No quería ni debía llorar, solo habían pasado tres días desde lo sucedido y aun le dolía, no perderlo, la mentira, para Layla no es la primera vez que la usaban de una forma similar; quería una vida nueva e inicio con el pie izquierdo.

 

Su alarma sonó dejando ver que era hora de sus clases de defensa personal.

 

El instructor era un hombre delgado y formal, Layla aprendía rápido los movimientos por lo que no esperaba que la siguiente clase fuera de armas.

 

—esta… esta es un arma real señores, no de plástico, no de goma —les entrego a cada uno un arma sin el cargador. —sientan su peso.

 

Todos en fila comenzaron a pasarse el arma, cuando toco el turno le Layla  el arma se veía mucho más grande en sus manos pequeñas, la miro por ambas caras sintiendo que no podría sostener una con las balas, si ya de por si es pesada sin ellas.

 

—ese será el modelo designado —una persona de la fila levanto la mano.

 

—¿tendremos que disparar?

 

—espero por su seguridad que no, pero esta clase es obligatoria, al menos para que reconozcan que hacer si necesitan usarla.

 

—¿Por qué es obligatorio?

 

—porque si su jefe lo necesita… deberán protegerlo con su vida —hablo un hombre alto vestido de traje y gafas oscuras, este se las quito de inmediato colocándose al lado del instructor.

 

Layla lo reconoció enseguida, era el asistente de Claus, Mateo.

 

Todos comenzaron a hablar entre ellos, haciendo que Mateo escaneara con la mirada la habitación hasta detenerse en ella, le sostuvo la mirada unos momentos, pero el hombre se mantenía serio.

 

Ahora entendía porque les habían hecho firmar un acuerdo de confidencialidad con respecto a las clases de defensa personal. No solo es para protegerse, sino proteger al jefe.

 

—comiencen! —con ese grito la mayoría siguió al instructor mientras este comenzaba a enseñar las partes del arma y como desarmar la misma, asi pasaron las siguientes horas hasta que Layla pudo recordar por si sola como montar pieza por pieza sin la ayuda del instructor.

 

Aunque de vez en cuando levantaba la vista, detestaba sentirse observaba y solo para descubrir a Mateo viéndola fijamente.

 

—bien, ahora, no importa por ahora su puntería, solo por hoy se le permitirá disparar para sentir el peso y retroceso del arma —Layla miro con emoción el arma en su mano, aun no le han dado el cartucho de las balas, pero esta deseando poder hacerlo.

 

Su padre había sido oficial de policía de su ciudad por mucho tiempo, pero jamás dejo un arma en casa por lo que la emocionaba poder disparar, le colocaron unos audífonos para el ruido que la hizo tambalearse a los lados unos segundos, con ellos no podía escuchar más que el ruido blanco de su mente, la sangre bombeando en sus venas y el latido de su corazón.

 

Cuando llego su turno no pudo evitar sonríe, el instructor movió su auricular derecho y le explico brevemente como a el resto como pararse.

 

—bien, ahora carga el arma y siempre la mira al suelo señorita Ortiz —la chica asintió metiendo el cartucho de balas notando como este pesaba menos que el arma que sostenía.

 

—no son balas reales, pero aun así pueden lastimar —la chica volvió a asentir. —ahora, colócate los lentes y apunta.

 

El instructor solo se quedó de pie tras de ella y como le explico a ella, solo sostuve el arma, con un dedo en el gatillo y la otra mano debajo del cargador con dificultad quito el seguro y rápidamente el arma se disparó, sintió las manos del instructor guiarla sobre la postura de sus manos, apenas y podía escucharlo a través de los audífonos volviendo a disparar segundos después de escuchar un grito de su instructor sobre su hombro.

 

Para sorpresa de todos, sus disparos estuvieron en la hoja, aunque no cerca de la figura.

 

—bien Señorita Ortiz a pesar de su mala visión estuvo cerca.

 

—es que, tengo mis lentillas —se rio la chica dejando el arma sobre la mesa y quitándose los audífonos.

 

Estaba por salir de la habitación de tiro cuando afuera de esta un hombre la esperaba.

 

—señorita Ortiz, tiene un momento —Layla se estremeció al escuchar la voz del hombre. Es Mateo.

 




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