—o sea, lo tienes agregado en todas las plataformas ¿no? —Layla asintió.
—¿cuántas mujeres le escriben en los comentarios? Y cuantas son jóvenes —ambas mujeres se quedaron en silencio.
—mierda… mejor veo que hago con mis redes sociales —Layla volvió la vista a su celular, pero Vera se lo quito de las manos.
—usted no haga nada, esperemos que se calme la marea, dejémosle este trabajo a Nico —Layla hizo un puchero.
—bien. —el celular de esta volvió a sonar y Vera miro con horror el remitente entregándole el celular.
—¿Qué? —cuando Layla miro el numero suspiro abriendo el mensaje.
Rossi: recuerde que mañana iré a recogerla para que venga a la mansión, por favor llevar ropa de cambio
—bien —suspiro —un problema a la vez.
A la mañana siguiente Layla se despertó temprano tomando una ducha profunda, manteniendo su cabello recogido para que la hidratación se volviera más profunda en sus puntas, su nuevo look no le había afectado las puntas del cabello, aún.
La puerta sonó con golpes firmes y de alguna manera supo que era él. Mateo Rossi.
—voy! —Layla soltó su cabello corriendo a colocarse los zapatos y bolso colgando en un hombro abriendo la puerta viendo a Mateo con la misma expresión seria en su rostro. —dame un momento. —el hombre miro hacia abajo viendo como la chica terminaba de colocarse la zapatilla.
Al llegar abajo Mateo le abrió la puerta y Layla subió rápido colocándose el cinturón de seguridad, nerviosa miro por la ventana oscura hacia la calle, ni siquiera pudo ver a Vera antes de irse, los nervios revolvían su estómago y por lo menos con lo sucedido del día anterior no había recibido más mensajes y Nico tampoco le había escrito para nada, ya estaba cansada de estar en polémicas y rumores.
Lo mismo había sucedido en su ciudad cuando era más joven, José había arruinado su oportunidad de conocer amigos que tuvieran el mismo gusto por los comic y dibujos manga, esparciendo rumores que Layla descubrió dos años después pero que siempre estuvieron allí.
Todo porque le había terminado a José por ser demasiado insistente, y ahora muchos años después se repetía algo similar, solo que esta vez las personas si hablarían por redes de ella. Enzo nunca quedaría mal frente a las personas pero si destruirían a una mujer por salir con un hombre del doble de su edad.
Suspiro con cansancio mirando por tercera vez la pantalla de su celular mientras ya estaban saliendo de la ciudad.
—¿le preocupa algo? —hablo Mateo sobresaltando a Layla en su asiento.
—¿eh? Pensé que no hablaría —hablo con sarcasmo cruzándose de brazos.
—¿quiere que siga en silencio escuchándola refunfuñar? —Layla bajo la mirada avergonzada, ni ella se había dado cuenta de que sus pensamientos de nuevo se filtraban.
—lo siento… —se disculpó soltando un fuerte suspiro —es solo… soy la mala del cuento de nuevo —fue toda la conclusión a la que llego desde anoche.
José, Enzo, ambos tenían una gran horda de personas detrás de ellos que los respaldarían y apoyarían sin importar que. Y siempre habría un Nico para ayudarla.
—¿quiere contarle al jefe? —pregunto mirando por el retrovisor.
—oooh no, sin duda que no, —se asustó Layla con la sola mención de ello levantando las manos e inclinando el cuerpo hacia delante —solo… esperare que la marea baje —asintió lentamente mirando el bosque
—de acuerdo —fue lo último que dijo el hombre hasta que atravesaron las puertas de la mansión.
Layla aun miraba el lugar imponente metiendo su celular en el bolsillo de su pantalón, Mateo la guio de nuevo pero esta vez hasta lo que parecía un estudio dentro estaba Claus sentado detrás de un gran escritorio de madera oscura, el lugar ya con la decoración se veía oscuro como salido de una película de terror, la mirada peligrosa bicolor brillando entre los tonos de verde oscuro y madera.
—Bienvenida Layla.
—Hola, Claus
Ambos compartieron una mirada y una sonrisa, Mateo observo a su jefe totalmente diferente al hombre que dejo hacia una hora: errático y enojado a un hombre amable el cual le brillaban los ojos como un niño pequeño.
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Editado: 20.08.2024