—no… tenías que matarla —murmuro con odio intentando ponerse de pie, cubierta de manchas de sangre, sacando cuidadosamente lo que guardaba en su bota.
—¿ja? Igual fue por piedad, ya estaba muerta —Layla coloco la horquilla en su moño colocando su mano en la herida en su abdomen, apenas fue unos centímetros lejos, podía sentir la herida y la sangre correr por su espalda, la bala entro y salió.
—no necesitaba tu piedad —Layla se giró golpeando el arma de la mano del hombre y atacando rápido, el arma golpeo la pared viendo como el hombre desconcertado bloqueaba los golpes hasta que recibió una puñalada en su mano haciéndolo gritar.
—tu, perra! Tu no eres Alonso —Layla ahora lo miraba bien recordaba su cara. Había sido amable con ella hacia unas horas abajo cuando todo comenzó a ponerse raro.
—no, creo que te timaron o incluso a mi —respondió agitada Layla viendo como él se sacaba el cuchillo de la mano cubierta de sangre intentando atacar a Layla directo al cuello y esta ágilmente saco la horquilla de su cabello enterrándosela en el cuello y sacándola viendo como este se llevaba la mano a la herida la cual no dejaba de brotar sangre.
El hombre comenzó a ahogarse inhalando en busca de oxígeno.
—tu… también mereces piedad ¿no? —los ojos de Layla se llenaron de lágrimas, en un intento desesperado lanzo el cuchillo hacia la mujer, pero lo evadió y tomando del hombro enterró en el pecho la horquilla haciendo que este se quedara quieto un momento hasta que lo saco y el cuerpo cayo a sus pies.
Sujeto con fuerza la horquilla en su mano la cual temblaba, su respiración irregular dejo escapar un quejido al mirar a su alrededor, varios cuerpos los cuales comenzaban a teñir de rojo oscuro el suelo, se dejó caer al lado de Cecilia cerrando sus ojos.
—ve… por favor… vete… yo… yo estaré bien —susurro como si la mujer de cabellos rojos siguiera allí dejando un beso en un costado de cabeza y luego se levantó entrando al dormitorio buscando con desespero el cuadro que Cecilia dicho, camino hasta la esquina de la habitación, seco sus manos de la camisa levantando esta un momento viendo como la sangre escurría lentamente, se quitó la camisa intentado para el leve sangrado para usar la mano libre y abrir la puerta secreta entrando con cuidado por la estrecha apertura.
Es sorprendente que Layla en medio de esa oscuridad se guiara hasta que el pasillo dejo de ser angosto e incluso mantenía una tenue luz, comenzó a descender por las escaleras estrechas sintiendo la falta de aire apoderarse del pequeño lugar. Llego hasta la planta baja la cual se mantenía silenciosa.
—tiene que estar por aquí —gruño un hombre golpeando la pared haciendo que Lyala se quedara muy quiera casi sin respirar.
—este lugar está lleno de pasajes, si encontramos uno encontraremos por donde puedan salir. —la mujer asustada espero hasta que las voces se alejaron y luego un portazo, Layla siguió caminando por los pasillos hasta que escucho un gruñido familiar.
Se detuvo a escuchar, pero los sonidos se detuvieron y temió. Abrió la pequeña apertura para mirar viendo a Claus en el suelo luchando con un hombre sobre él.
Salió con cuidado y se le colgó al hombre por el cuello clavando la horquilla de manera descendente, Claus miro sorprendido el rostro cubierto de manchas de sangre casi no reconociendo a la mujer de ojos rojos sobre él.
Cubriendo la boca del sujeto mientras el mismo sacaba la horquilla la cual parecía una aguja, enterrándola en el ojo del hombre hasta que este cayó como un saco sobre Claus.
Layla se bajó dando traspiés hasta ver a Claus quitarse al sujeto de encima.
—esta… está bien? —Claus reconoció la voz observando mejor a Layla, esta tenían el pantalón negro sobre un top blanco manchado de sangre y más abajo la herida en el costado de su abdomen.
—tu eres la que no está bien ¿Qué haces aquí? —Claus cubrió la herida en el abdomen de Layla notando que no solo de frente está la herida, sino que en su espalda.
—quería… quería cubrir a Vera… —explico sintiendo el calor del hombre, mareándose un poco por el perfume y el olor a sangre. —pero… pero ella —la voz se le entre corto y comenzó a sollozar con fuerza, Claus solo la abrazo mirando de donde había salido, un espacio entre la pared como un gatito escurridizo.
—ya... ya… salgamos de aquí y me contaras todo ¿está bien? —ella asintió y como podía camino gracia a que el gran hombre la tenía sujeta con firmeza de la cintura donde estaba la herida.
Entrando como podían por la estrecha pared.
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Editado: 20.08.2024