No te esperaba

Capitulo 62

—conozco perros… esto no es un perro —Layla está paralizada en la entrada de la cocina viendo como Claus, siendo un hombre grande está cerca de la estufa junto a un perro que le llega a la cintura, de color negro quien no aparta la nariz de lo que sea que este en el fuego.

 

Ambos parecen tan tranquilos que Layla seguía mirando con horror la escena.

 

—Vamos, no te hará nada —el perro giro su gran cabeza viendo a Layla y esta noto como el perro tenía unas cicatrices en la trompa y los ojos… esos venditos ojos. El perro también tenía de manera inversa, un ojo café y el otro blanco.

 

—se me sienta encima y muero aplastada —Claus se rio volviendo la vista al sarten en su mano. —… es gordo… —el perro y Claus la miraron. —de manera cariñosa claro está —el perro volvió su vista a su dueño mientras Claus le daba algo de comer y este lo tomaba y luego iba directo a Layla a paso lento pero pesado, la madera bajo sus pies resonaba.

 

Layla se quedó de piedra dando pasos hacia atrás cerrando con cuidado la puerta abatible, pero el gran can solo la empujo con su pata delantera y este golpeo la pared del otro lado, Layla contuvo un grito y no sabía si correr pues el perro la miraba y movía la gran cola, tampoco estaba gruñendo ¿es buena señal?

 

Dejo que el gran can se acercara hasta su pecho olfateándola, Layla tembló cuando intento acariciarle la cabeza y este dejo su nariz olfateando la palma de la mano de Layla.

 

—iiiuuu —el perro le lamio la mano dejándola llena de baba.

 

Claus apareció por la puerta viendo a Layla recuperar el color del rostro, pero con la mano batiéndola.

 

—Hades… ven aquí —Layla levanto rápido el rostro viendo al perro quien obediente se fue hacia su amo mientras este le acaricia la cabeza.

 

—¿Hades? —Layla se cruzó de brazos acercándose al hombre con calma.

 

—si… este pequeño —Se agacho tomando la cabeza del perro agitándolo de forma cariñosa. —debes cuidarla a partir de ahora ¿bien? —el perro emitió un ladrido grueso y lamio la cara de su amo.

 

Extendió su mano hacia Layla y esta se la dio, colocando su palma sobre el pelaje negro del perro, este solo se giró a mirarla con sus grandes ojos atentos.

 

—no me mires así… —lo regaño, pero el animal con ojos tristes miro a Layla pegando su cabeza de su estómago soltando un suspiro cansado. Ella se rio rascando detrás de las orejas del perro haciendo que este con la gran cola golpeara la madera. —ooow… es tan suavecito … pero lleno de babas —se volvió a reír.

 

—vamos, lávate las manos para comer —Claus volvió a la cocina dejando a una Layla aun nerviosa cuando el perro levanto siguiendo a su amo fue que pudo relajarse.

 

—¿cocinas? — pregunto entrando de nuevo esta vez con más confianza viendo como el perro de nuevo estaba detrás de su dueño.

 

—¿lo dudas? —el hombre estaba sirviendo la comida en platos y fue que pudo notar lo que el hombre había preparado: papas fritas y pollo.

 

—no, solo pregunto —Layla trago grueso cuando vio como al perro también le servían en un gran tazón y lo colocaban en una pequeña mesa baja.

 

Claus camino elegantemente hasta la mesa que estaba del otro lado de la cocina, parecía un lugar completamente diferente, rodeado de luces tenues y árboles, la diferencia de esa casa con la otra era que esta tenia las paredes tapizadas en colores crema, pilares dorados o cafés dependiendo de la estancia y así como en la habitación de Layla parecía que cada parte de la casa emanaba su propia energía y personalidad.

 

La cocina acogedora en colores madera oscuro con cortinas claras junto a una vista de árboles junto a un pequeño rio afuera iluminado por pequeñas luces a los costados del rio e incluso bajo un pequeño puente de madera.

 

No entendía donde estaba y porque Claus aún se lo guardaba más ahora que ya había pasado casi un mes en ese lugar.

 

La casa era según lo poco que Layla había caminado más pequeña que la anterior versión de casa que tenía Claus.

 

Sabía que su celular nuevo celular estaba intervenido pues intento muchas veces buscar el GPS o el mapa del celular y estas aplicaciones no abrían ni mucho menos mandar su ubicación por whatsapp, se resignó cuando le pregunto a Mateo sobre ello y le había dicho que por su seguridad estaría así, se sintió tonta cuando no busco la ubicación en su viejo celular, pero Mateo ya se lo había decomisado luego de la transferencia.

 

Intento incluso hablar con cualquier trabajador o guardia, pero estos o se alejaban de ella o amablemente le decían que tenían prohibido decirlo y teniendo en cuenta de para quien trabajaban era mejor no insistir.




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