Había salido de esa casa caminando, después de todo no quedaba tan alejada de la vía principal que la llevaría a la casa, también necesitaba pensar.
Aun no recordaba nada de lo que había pasado y eso la mantenía de mal humor.
—¿Qué? —por el camino apareció a su lado Kay quien se adelantó olfateando el camino, Layla suspiro rascando su ceja como ya era habitual.
—no lo entiendo Kay… —el camino es silencioso, solo el perro la siguió y tal vez fue por órdenes de Stefan. —me dejaran ir de la ciudad… —Layla se detuvo un momento y vio que Kay también lo hizo a la distancia. —no quiero irme…
A pesar de que Stefan ya le había contado la verdad y que la persona responsable estaría en unos días en su casa, no quería irse.
El hombre tampoco entro en detalles o la obligo a irse.
No fue a trabajar los siguientes dos días teniendo que ir al hospital para que le dieran algo para las náuseas, su estómago se había descompuesto por la preocupación.
Esa mañana comenzó a trotar escuchando música, los audífonos le impedían siquiera pensar en algo más que correr y eso la llevo hasta el camino en la frontera tomándose con que el camino le resultaba familiar, detuvo su andar poco a poco pausando la música.
El sol apenas comenzaba a salir, el cielo nublado hacia que su sudor se enfriara, ya pronto cumpliría años de nuevo y esta vez trataría de no olvidarlo.
—Kay… Kay! —se giró para mirar al lobo viendo que este tomaba algo de entre las ramas, llevando hasta Layla algo en su hocico. —que traes allí chico ¿me lo quieres dar? —coloco su palma abierta esperando a que el lobo se acercara.
Agachada miro que el lobo traía algo plateado lleno de ramitas y tierra, al dejarlo en las manos de Layla lleno de babas esta procedió con cierto asco a limpiar el objeto.
Estaba por mirarlo mejor cuando un auto que venía desde la entrada paso a su lado y se detuvo a unos metros, Kay se colocó delante de ella de manera protectora.
Un hombre alto bajo del auto sorprendiendo a Layla, el hombre parecía aturdido.
Un segundo auto paso de largo sin detenerse Layla tomo del collar a Kay cuando vio que este comenzó a gruñir.
—le… le sugiero que no se acerque —el hombre alto y corpulento miro con incredulidad a la mujer a unos metros de él.
Layla lucia más delgada que antes, su cabello había vuelto a ser castaño y estaba atado en una trenza a un lado, con la ropa deportiva pegada al cuerpo se notaba que se cuidaba mucho más, pero el rostro lleno de confusión lo tenía desconcertado.
—Layla —la mujer reacciono, pero frunció el ceño tirando del collar del lobo.
—creo que se equivoca… mi nombre es Elizabeth —dijo con total seguridad.
Layla comenzó a sentir miedo, nadie la llamaba así, excepto dos personas, una estaba en Italia trabajando y el otro tal vez estaba en su casa durmiendo.
Si la conocían… eso quiere decir que…
—Layla… —murmuro el hombre, pero aun así fue audible para ella.
—¡Claus! —grito alguien bajándose del auto del lado del copiloto, el pánico estallo en Layla al escuchar ese nombre.
¿ese es Claus?
Layla soltó el collar de Kay y dando pasos hacia atrás comenzó a correr directo al bosque escuchando su nombre ser gritado, pero también los ladridos de Kay y luego un largo aullido.
No sabía por dónde iba, el camino lo está creando ella mientras corre, completamente aterrada.
No sabe cuánto tiempo ha corrido, pero llega a una zona abierta en la que logra esconderse detrás de un gran árbol haciéndose bolita.
Sus memorias seguían sin venir a ella, pero sus dedos se estaban volviendo blando alrededor de aquel objeto que Kay le había entregado.
—esto es… —sus lágrimas salieron por si solas cuando entre flashes el objeto y su mano estaban llenas de sangre, los cuerpos sin vida de muchas personas estaban a sus pies, incluyendo el cuerpo familiar de una mujer pelirroja.
—Ceci… —susurro llena de horror al intentar tocar el cuerpo, pero este no estaba allí, solo tomo las hojas secas en sus dedos. —ella… ella… oh dios —sus lágrimas no la dejaban mirar, su respiración se tranco en su pecho reviviendo la misma noche en su mente.
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Editado: 20.08.2024