No te esperaba

Capitulo 167

—en realidad… era mío —la pequeña lo miro con su boca abierta por la sorpresa.

—¿¡en serio!? —ambas niñas gritaron, Tabitha tambien conocía a los perros de la casa de Stefan Vasile, eran grandes perros, aunque uno fuera un lobo.

La pequeña la primera vez tuvo miedo, pues Davida la había invitado a esa casa a jugar, pero cuando vio a los perros tuvo mucho miedo, pero luego de un par de horas los perros simplemente se sentaban a lo lejos a mirarlas, hasta que Davida se acercaba a ellos a acariciarlos, ella no tomo el valor hasta que el gran can blanco se acercó con la cabeza baja olfateándola, tomo el valor y desde ese momento hasta se subían a los lomos de los canes para dar un paseo, cosa que a Layla no le había gustado mucho porque podían caerse.

—¿has visto a Rea? —la pequeña asintió emocionada, olvidando por completo la comida frente a ella.

—es la hermana de Hades, eran idénticos, pero Hades era negro —La pequeña asintió, había visto las fotos que su mamá tenía con ese gran perro.

—espera… ¿Rea es hermana de Hades? —Claus asintió. —eso quiere decir que… —Layla lo pensó, ambos canes se parecían mucho pero no esperaba que fueran hermanos.

—sip, ambos son perros muy ancianos —dijo Claus con tristeza, no podía evitar recordar a Hades cuando veía a Rea.

—han vivido mucho —Claus asintió. Su mejor amigo había protegido a su ama hasta el final.

—¿Qué…Qué le paso a Hades? —pregunto con temor la pequeña, ambos adultos se miraron.

—unos… hombres malos entraron a la casa y… —no sabía cómo terminar la oración, Claus la miro atento y tomo su mano dándole un fuerte apretón.

—no fue tu culpa… fue mía —era la primera vez que lo decía en voz alta, Layla lo miro a los ojos, había una disculpa en los ojos bicolores de Claus.

—¿tuya? —Davida se veía confundida ¿Cuándo paso todo esto?

—deje a tu mamá sola ese día en la casa y… hombres malos entraron… si no fuera por Hades… le hubieran hecho daño a tu mamá —Layla respiro hondo intentando alejar la imagen de esa noche de su mente, había pasado muy poco tiempo de su última pesadilla, tal vez su escenario de esa noche fuera diferente esa noche.

Un cumulo de traumas y sentimientos reprimidos apenas salían a la superficie.

—mami… —la niña se bajó de la mesa corriendo a abrazar a su madre, Layla solo la cargo sentándola en sus piernas y dejando que su hija la abrazara.

—tranquila mio amore, estoy bien ahora —le dejo muchos besos en los cabellos de su pequeña.

—pero… ¿y papá? ¿Por qué no estaba contigo? —los ojos de la pequeña estaban llenos de muchas preguntas.

—yo… tu papá y yo… en ese momento éramos solo amigos…—la pequeña miro con curiosidad al hombre y luego a su mamá.

Claus se imaginaba a medias lo que la niña estaba armando en su pequeña cabeza, pero solo Layla podía darle las respuestas que ella quería.

—¿vivías con él? —la niña pregunto curiosa viendo como Claus solo se dignaba a comer.

—¿Por qué no te sientas a comer? ¿si? Es tu favorito, arroz con pollo —la niña miro la comida y luego a su mamá.

—pero… —la pequeña hizo puchero queriendo saber más.

—Davi… está buenísimo —elogio la pequeña Tabitha sin dejar de comer.

—es cierto… esta bueno —la niña entrecerró los ojos, pero solo se acomodó en las piernas de su mamá comenzando a comer de la comida de ella.

Layla tiro y la oreja de su hija haciéndola reír.

Se había librado por un par de horas o días de las preguntas de su hija.

No pudo dejar de mirar a Claus, hasta que luego del almuerzo, Davida no dejo de mostrarle sus dibujos y peluches a Claus.

—¿y esa cicatriz? —el gran hombre estaba sentado en el suelo con la pequeña tocándole el rosto, justo su cicatriz.

—fue… un hombre malo… —los ojos curiosos de Davida no se apartaron de las cicatrices que el hombre ocultaba en su rostro cansado.

—¿te duele? —Claus sonrió negando varias veces.

—no, ya no, a veces solo pica —se rasco haciendo una cara graciosa haciendo reír a las niñas.

—entonces… ¿te gusta mi mami? —esa pregunta lo tomo desprevenido, pero mirando hacia la puerta esperando que Layla apareciera.

—si es así… te ayudare —afirmo con tanta seguridad que el corazón del gran hombre frio se descongelo.

—¿si? —la pequeña afirmo.

—sí, así mami ya no llorara en las noches —esas palabras lo volvieron a dejar frio mientras miraba a la pequeña de pie a su lado. ¿Lila lloraba?




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