—Mamiii!!! —grito la pequeña apenas vio a su madre comenzando a correr con Tabitha corriendo detrás de ella con la misma emoción.
Layla arrodillada abrazando a ambas niñas ganándose una mirada extraña de las personas, pues ambas niñas son polos opuestos y la mujer tenía rasgos mucho más opuestos, las personas comenzaron a murmurar.
—¿se divirtieron? —ambas niñas comenzaron a sentir muy efusivas, hasta que Davida comenzó a mirar a su alrededor sin encontrar a quien buscaba.
—mami y… —no termino lo que iba a decir cuando vio a un hombre alto salir de detrás de un auto negro con un peluche en sus manos. —PAPI!! —el grito de Davida atrajo la mirada de muchas mujeres que miraron asombradas hacia donde corría la pequeña; un hombre de gran tamaño la tomaba de la cintura y la levantaba.
Tabitha dejo que Layla la cargara luego de haber metido los bolsos en el auto, acercándose a Davida y a Claus.
—esto es para ti pequeña —Tabitha miro el peluche y lo abrazo con rapidez sintiendo sus mejillas arder.
—gra-gracias —vio a su amiga con un peluche tambien abrazándolo y riéndose.
—papi, hicimos muchas cosas, ahora tenemos más amigos! ¡Y hay niños! —Claus solo sonrió viendo a la niña animada contar tantas cosas tan rápido que apenas podía entenderla.
Su griego no era malo, pero la niña lo tenía tan desarrollado que él se perdía entre las palabras.
—vamos a casa y nos cuentan mejor —metieron a las niñas en el auto mientras Layla conducía de regreso a casa.
Por momentos como ese, llenos de ruido y risas, se había acostumbrado a conducir con calma.
Stefan se encargó de enseñarle a manejar con la niña atrás llorando cuando Davida apenas tenía tres meses.
No era que Layla no hubiera aprendido con Niccolo pero ahora se sentía más real, ella necesitaba no asociar el auto con un mal recuerdo.
Leonard, su terapeuta fue quien preparo esa terapia de choque con la bebé y le había funcionado.
Renovó su curso sobre primero auxilios en infantes y se sentía segura de sus capacidades como enfermera en emergencias.
De lo que no se sentía segura era de como bajo tanta presión se manejaba con calma, solo unas horas después la adrenalina cedía.
En casa las niñas no dejaron de torturar a Claus con las historias sobre la escuela, no hasta que llegaron al dormitorio de Davida.
—bien, dejen respirar al pobre hombre —las niñas miraron a Claus frotando detrás de sus orejas.
—no, no, estoy bien, solo… hablen más despacio que no las entiendo —bromeo intentando verse comprensivo pero las niñas solo se rieron.
—está bien papi, pero fue muy emocionante ¿podemos ir mañana? —Layla no pudo evitar reírse.
—sí, van a ir mañana, así que tienen que comer, hacer lo que la profesora les mando y luego cenar y a dormir —las niñas hicieron un puchero, la energía las tenían desbordad.
—no dormiremos temprano!, vamos a jugar mucho hasta que salga el sol —Layla las miro con incredulidad.
—bien, claro, lo que ustedes digan —Claus estaba por intervenir, pero solo hizo falta un gesto de su mano para que no hablara.
Ambos adultos salieron de la habitación de las niñas y como fue previsto, ambas pequeñas hicieron sus tareas, se bañaron y en medio de la cena el pico de energía cayo tanto que se quedaron dormidas sobre sus platos.
—¿ves? Todo lo que sube… baja —dijo con experiencia.
Las niñas no era la primera vez que tenían tanta energía, pero siempre después de unas horas caían profundamente dormidas.
Con ayuda de Claus dejaron a ambas niñas en la cama juntas y salieron con cuidado, la puerta de la entrada se abrió lentamente y Claus dejo a Layla detrás, pero el cabello rojizo de Alma alivio el acelerado corazón del hombre.
—¿están dormidas? —layla salió del escondite riéndose.
—si… están dormidas —Alma miro confundida la situación.
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Editado: 20.08.2024