No te mentiré #3

Capítulo 2

Ophelia se lamentó no haber sido precavida. Justo cuando giró en una esquina, un hombre se fijó en ella o, mejor dicho, en su bolso. Cuando iba a darse cuenta que iba ser víctima de un robo, fue demasiado tarde para reaccionar. 

El hombre no tuvo delicadeza en ejercer la fuerza para arrebatarle el bolso. Aunque la joven Perrowl gritó e intentó que no se lo robara, él tuvo más fuerza y se lo pudo quitar, no sin antes de empujarle provocando que ella se cayera al suelo. No pudo evitar la caída. Su cuerpo estalló de dolor, pero no pudo procesar el daño sufrido porque su cabeza se golpeó contra el suelo, provocando que la oscuridad se asomara sobre ella. No hubo más pensamientos en su mente... La oscuridad la envolvió con su manto negro asumiéndola en la más profunda de la inconsciencia.

 

Escuchó como un murmullo de varias personas o eso quería creer. El "parloteo" de esas personas la molestaba. El dolor de cabeza se agudizó e intentó que dejaran de hablar... Pero sus labios no pudieron articular una palabra. Por suerte, alguien pareció escucharla. El parloteo terminó dejando un silencio a su alrededor. Volvió nuevamente a la oscuridad. 

Cuando quiso despertarse, fue consciente que no estaba en el frío suelo donde suponía que debería haber estado. No. Estaba en una cómoda cama. ¿Dónde podría estar? Tuvo miedo de abrir los ojos y encontrarse con el propio infierno... ¿Pero qué cosa peor le podría ocurrir?, se preguntó con ironía. Le había robado quedándose sin dinero, se había quedado sin casa y solamente podía acudir a una persona que no deseaba ver

Sin duda la suerte le había abandonado, pensó con amargura. Estaba tan desdichada que no quería saber lo que estaba pasando a fuera. Abrió los ojos a regañadientes y se fijó que estaba en una habitación bastante... ¿Ostentosa? Las paredes estaban pintadas de un color burdeos oscuro y adornadas con hilos de ¿oro? Los muebles que podía ver eran dos mesitas de noche, una cómoda, un tocador, un armario, un espejo, una jofaina y una a cama que era con dosel. En ella podría caber tres personas más.

Alguien entró en la habitación sin tocar asustándola.

—Veo que la he asustado. Lo siento — se acercó. Ophelia pudo fijarse que era una mujer morena que vestía de forma muy descarada, teniendo en cuenta el escote del vestido y la tela parecía una segunda piel —. Pero me alegra que se haya repuesto. 

—¿Dónde estoy? — su voz salió como un graznido. 

La mujer fue a la mesita de noche donde había una bandeja de plata  en la que contenía una jarra y dos vasos de agua. Le tendió un vaso que había llenado.

—Gracias — dijo tras beber un vaso de agua.

— Está en un sitio seguro — la enigmática respuesta extrañó a la joven. 

—  ¿Cuánto tiempo he estado así?

—  Un día — se apoyó en un lado de la cama. 

—Señora, no sé cómo podré pagarle sus cuidados. Sufrí un robo y...  —se mordió el labio sintiendo que se hablaba más se iba a derrumbar. No quería hacerlo enfrente de esa desconocida.

— Ahora no se preocupe por ello — la joven no se dio cuenta del brillo calculador que cruzó por los ojos de la morena —. Descanse. A lo mejor cuando esté mejor, puede que esté dispuesta a escuchar una oferta de trabajo que le puede interesar

— No podré aceptar —negó con rotundidad —. No puedo abusar más de su generosidad. Además, nunca he trabajado en mi vida.

Esa respuesta provocó que la mujer se riera a carcajada limpia.

—Todos nosotros no nacemos con la lección aprendida — le guiñó el ojo. Se levantó y se  fue hacia la puerta —. Pero puede aprender rápidamente si tiene un buen maestro.

No le había gustado ese comentario. Y más si implicaba a alguien que le tuviera que enseñar.Se fue sin que la joven pudiese replicar. Ophelia miró aburrida el techo de la cama con dosel y se dio cuenta que no sabía el nombre de la mujer que la había cuidado.

Antes de darse cuenta, entró otra muchacha en la habitación sin pedirle permiso. ¿Qué pasaba ahí que la gente entraba sin tocar la puerta?  Detrás de ella vino con otros dos sirvientes. 

  — El baño la espera —  ¿cómo?  Si no había pedido ningún baño — . Betty quiere que esté limpia y perfumada.

Tanta atenciones le hicieron que las alarmas sonaran dentro de su cabeza.

  — Perdona. ¿Quién es Betty?, ¿Y dónde estoy? 

La muchacha se calló provocando que el nudo de nervios dentro de Ophelia creciera a pasos agigantados. 

  — ¿Dónde estoy? —  casi gritó histérica —. No me pienso a dar un baño hasta obtener una respuesta —  exigió. 




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