La posada, que se llamaba the brown bear, lo regentaban una pareja de señores, los Smith, su hija y otro señor. Tanto padre e hija se encargaban de la taberna, un espacio cálido y rústico donde cenaban y bebían cerca del calor del hogar, mientras que la señora Smith se dedicaba a apuntar los nombres de los viajeros y darles las llaves de sus correspondientes habitaciones. Por último, el señor Green se ocupaba de los caballos y los carruajes que iban llegando a la posada.
Cuando sonó la campanilla de la entrada de the brown bear, le avisó a la señora Smith que habían llegado unos nuevos huéspedes. La estampa de dos hombres y una joven de cabellos rubios no le hizo extrañar a la mujer quien había visto pasajeros variopintos. Incluso, pudo pensar que la joven era la esposa de uno de los dos caballeros, el pelirrojo delgado o el moreno alto, que transmitía seguridad y autoridad.
— ¿Qué puedo hacer por ustedes? — preguntó la posadera.
La joven iba a hablar cuando el hombre moreno le echó una mirada que hizo que la rubia cerrara el pico con un fruncido de labios. Por la mirada de la chica parecía que no quería acabar la cosa "ahí". El pelirrojo tomó la iniciativa y pidió tres habitaciones.
— Mi jefe quiere tres habitaciones si puede ser para su prima, para él y para mí.
— Voy a revisar las habitaciones que quedan disponibles - echó un vistazo sobre el cuaderno y —. Lamento comunicar que hay dos. Si quiere una sugerencia, los que son familiares pueden compartir habitación.
La joven se escandalizó y protestó sobre ello:
— No pienso compartir habitación con usted, lord Darian.
La señora Smith se extraño del trato de la joven hacia su primo. ¿Por qué le trata de señor?
El aludido esbozó una sonrisa que podría encandilar a cualquier dama menos a ella que no estaba dispuesta en colaborar.
— ¿Nos excusáis un momento? — el pelirrojo asintió y la señora Smith no pudo otra cosa que observar muerta de la curiosidad, viendo la extraña relación entre su prima y él, que se habían ido un poco más lejos de donde estaba ellos.
¿Quién iba a pensar que podrían ser familiares cuando no se parecían en nada? El joven coincidió con su mirada y él se encogió de hombros como si le hubiera leído el pensamiento.
— Le aconsejaría que no replicaras sobre las decisiones que tomamos y menos delante de desconocidos.
— ¿Cuál es esa decisión? ¿La de compartir habitación? No, Darian. No.
Ella cruzó los brazos, en una postura belicosa. Él se pellizcó el puente de la nariz y pidió paciencia.
— La princesa no quiere compartir habitación, de acuerdo. Pero alguien la estará vigilando, lo iba a hacer de todas formas si hubiera tenido su propia habitación.
— ¿No confía en mí? No necesito un guardia que esté vigilando mis pasos. Es ridículo y un despropósito hacia mi persona.
Él se acercó y le susurró con voz grave que puso la piel de gallina a la joven.
— No confío en usted. Me apostaría mis dos manos que se escaparía al primer intento.
Se apartó y pudo comprobar la mirada asesina que ella le envío.
— Lady Perrowl descanse lo suficiente porque mañana nos espera un largo trayecto.
Dio un paso hacia la recepción donde Tommy lo estaría esperando cuando escuchó a Ophelia decir:
— ¿No vamos a cenar? — no pudo evitar hacer esa pregunta y más cuando sentía mucha hambre.
Darian se giró y vio con cierto rubor teñía las mejillas de la joven.
— Si, claro. Si soporta mi compañía, podrá cenar— estaba claro que la quería provocar pero ella no mordió el anzuelo esta vez.
Asintió como un corderito manso, gesto que no convenció para nada al banquero sabiendo que ella no se iba a quedar callada durante un largo período de tiempo.
Tommy, leal a su jefe, no se movió y respiró con alivio cuando los vio regresar con las aguas calmadas.
— Sí, nos quedamos con esas dos habitaciones — dijo el moreno haciendo que la dueña respirara también con más tranquilidad.
Ophelia tuvo su rato de descanso antes de que alguien le tocara la puerta y apareciera en el umbral de la puerta el secretario de lord Darian.
— Nos espera a abajo, lady Perrowl.
No puso resistencia porque quería llenar su estómago vacío. No había comido desde el delicioso desayuno que le había preparado el amigo de su padre.
— ¿Usted será mi guardia? — no se había olvidado de la palabra de Darian en cuanto que iba a poner alguien para custodiarla y vigilarla.
— Creo que "ese papel" no se extiende en mi trabajo, lady Perrowl. Darian no me ha mencionado nada al respecto.
Eso suponía que él habría contratado a otro para que la vigilara. Pensó que podría haber cambiado de opinión. Intentó pensar en otra cosa que no fuera ese tema. Ya vería cómo se las apañaba cuando tuviera un vigilante cerca de ella.