Darian hizo su papel de guardián. No se fiaba en la palabra de lady Perrowl, y más por su macha repentina a la mesa. Le había dejado con mal sabor de boca. En cuanto terminó de cenar y despedirse de Tommy, que se fue a su habitación, se dirigió donde estaría la joven de sus pensamientos. ¿Por qué tuvo que fijarse en la más terca y orgullosa?, se preguntó antes detenerse delante de la puerta.
— ¿Lady Perrolw? — tocó la puerta con golpes suaves —. Puedes abrirme.
—No — pudo escuchar perfectamente su "no".
No le hizo gracia su negación. Contó hasta diez para mantener la poca serenidad que le quedaba y lo volvió a intentar.
—Si no quiere que monte un escándalo en medio del pasillo, le aconsejaría que me abriese.
Pero la muchacha más terca que un burro, no le abrió.
— ¿He hecho algo que la he molestado?
Le parecía ridículo hablarle a una puerta. Y más cuando, la otra persona no tenía el detalle de contestar. Cuando en su mente pensaba que no iba a hablar, le sorprendió escuchar:
— Tengo una lista de todas las cosas que me han molestado desde que iniciamos este viaje agotador. Tampoco me dice cuál es el destino. Como le dije odio las sorpresas.
— Puede abrir la puerta para hablarlo. Además de orgullosa, es cobarde.
Por arte de magia, Ophelia le abrió la puerta no sin antes de darle un manotazo en el hombro, le iba a dar otro cuando el la detuvo, atrapando su mano y atraiéndola hacia su cuerpo. Ella jadeó y lo miró furiosa.
Si las miradas matasen, él estaría bien muerto y enterrado.
— Me ha dicho cobarde y no lo soy — intentó soltarse de su agarre pero fue imposible.
— Entonces me podrías contestar a una sencilla pregunta: ¿por qué ha tenido la puerta cerrada, lady Perrowl?
— Simplemente para no verlo — alzó la barbilla y suavizó tanto la voz, que pareció dulce pero lejos de serlo — . Podría haberse quedado abajo con la camarera. Ella estaría gustosa de gozar con su compañía mientras yo no.
— ¡Que lástima porque yo solamente tengo ojos para una dama! — pero ese comentario no apaciguó a la joven. Sino todo lo contrario. Provocó más rabia en ella.
Ella usó todas sus fuerzas para apartarlo pero era mover un muro de piedra.
—Le diré que no se esfuerce porque dicha dama no está interesada.
—¿De verdad? Podría jurar que no, lady Perrowl. Le demostraría que está equivocada.
— No puede ser más presuntuoso y arrogante...
— ¿Quiere que se lo demuestre? —se acercó y pudo ver el leve cambio que se había producido en el cuerpo de ella.
— No se atreverá... — se tensó e intentó mantenerse fría en sus brazos
— Puede...
Esa palabra pareció quedarse en el aire como una promesa que provocó en la joven un remolino de sensaciones. Sintió el corazón escaparse de su pecho y un calor comenzó trepar por sus entrañas. Cuando estuvo a unos milímetros de su boca... Cuando creyó que sería besada por él se apartó dejando a la joven confundida y si lo reconocía, un pelín decepcionada. Se enfadó consigo misma por permitirse esos sentimientos hacia él.
La soltó sin ser brusco y se fue directo a la cama. Estaba bastante cansado, tanto que no se cambió de ropa. Deseaba dormir. Les esperaba otro día largo. Ya al día siguiente se cambiaría. Si lo hacía, provocaría más a la fierecilla que había en la habitación.
—Me prometiste que no compartirías habitación. Me dijiste...
Ella se quedó mirándolo incrédula, se había ido a dormir a su... ¡Cama!
— Cambié de opinión. Tommy puede arreglárselas él solo.
— No dormiré en la misma cama que usted.
Darian bostezó y le mostró que su comentario no le afectó.
—Puede gritar, patalear y si quiere dormir en el suelo. Si intenta escapar, lo sabré y será peor para usted.
Ella puso los brazos en jarras.
— No me da miedo, lord Darian. Nunca lo he sentido.
— ¡Qué bien está saberlo! — dijo con sarcasmo.
Esperó un rato y creyendo que se había quedado dormido fue hacia la puerta pero el muy diablo habló:
— Yo de usted no lo intentaría.
Bufó y cogió una manta que estaba a los pies del hombre. Literalmente se la arrebató y con ella se hizo un colchón sobre el duro suelo. No iba a poder conciliar el sueño teniendo a unos pasos a lord Darian, durmiendo como un león en el lecho. El tenía razón. Era una orgullosa y una cobarde. No quería pensar sobre lo que había sentido cuando estuvo a punto de ser besada por él. Escondió el rostro en sus manos. ¡Era una idiota!