No te mentiré #3

Capítulo 10

Sus ojos incrédulos vieron como la zorra de la hija de los posaderos estaba besando descaradamente a lord Darian, que parecía estar inmóvil sin ningún atisbo de pararle los pies. Una furia ardiente y roja nubló sus pensamientos y la sangre, encendiéndola hasta un punto de arder de rabia. Sin mencionar que se moría de los molestos celos. Pero eso, ella no lo iba a reconocer ni muerta, ni estando bajo tortura diría una palabra sobre ello. 

Sus pies se movieron por si solos. Como si fuera una tercera espectadora se vio a sí misma ir hacia ellos con la clara intención de darles un pequeño merecido por parte de ella. Sin embargo, al darse cuenta que que estaba fuera de control, se detuvo. No iba a montar una escena delante de ellos. No. No iba a humillarse. ¡Qué se besaran todo lo que quisieran! Es más, ella le daba igual si hasta se atragantaban con sus lenguas o se asfixiaran. Tomó otra dirección; chocó con el cuerpo del secretario sin fijarse realmente donde iba.

— Señorita, el carruaje está para allá. ¿A dónde va? Espera...

El muchacho agarró su brazo pero la joven enfadada se soltó y Tommy pudo fijarse que su mirada echaba chispas. 

—Sí, sé donde está el carruaje. No me caí de un burro para no verlo — dijo con cierto sarcasmo en sus palabras—. Pero sabe quiero despejarme aunque sea un momento — acercó casi el dedo pulgar con el índice haciendo referencia al poco tiempo que estaba pidiendo —antes de contagiarme de este ambiente... ¡Espantoso!

Volvió a retomar la caminata cuando el muchacho la interrumpió.

—¡No puede ir sola! —el joven alzó las manos cuando Ophelia volteó su cuerpo y lo miró con rabia.

—¿Por qué se lo ha dicho su jefe? Pues debo decirle que su jefe está bien ocupado y nada menos con la mesera. Yo de usted no les interrumpiría porque va para largo — ironizó —. De mientras, voy a hacer un relajante paseo... No se preocupe no me escaparé. 

Antes que él dijera nuevamente algo y pudiera ver que estaba a punto de romperse, se giró y anduvo a zancadas por el camino en dirección contraria a los establos, a los amantes. Se dirigió hacia la zona de los árboles, donde pudo apoyar su espalda en uno, contra la madera, y caer sobre el manto verde. No le gustaba llorar ante nadie. No, y si pudiera lo evitaba a toda costa. 

Era la primera vez que lloraba desde la muerte de su madre, cuya pérdida aún seguía latente en su corazón. Esa vez como en esta lloraba de pura rabia y porque no podía controlar esos sentimientos que la golpeaban como las olas embravecidas contra la arena. No quería sentir, no quería llorar. Eso demostraba ser débil. Tenía que mostrar fuerza y entereza, que no las sentía en aquel momento por culpa de dicho caballero. 

¿No la quería? Pues bien mostraba sus sentimientos correspondiendo a otra cuyos labios no eran los de ella. No sabía determinar qué era lo que más le molestaba si él no hizo algún gesto para  detenerla o si... le hubiese gustado estar en el lugar de la tabernera, correspondiendo a un beso que nunca había llegado a sentir en sus labios. 

"Reconócelo, Ophelia. No te gusta que él mire a otra mujer que no seas tú. Además, tú misma te lo has buscado por ser orgullosa"

Ignoró esa vocecita como si fuera un mosquito molesto e impertinente. Aunque era una verdad como la copa de un pino, no  le gustaba percibir aquello que la hacía sentir como vulnerable, perdida y confundida. Preferiría tener el control de sus sentimientos que tenerlos fuera de su dominio. Quería ser lady Perrowl, la que no sentía ni padecía ante su cercanía o presencia. 

Lo odiaba aunque no había una razón para ello o sí la había. 

Era una razón que nunca pronunciaría en voz alta para que no se hiciera realidad. 

 

Se puso de pie una vez que sus sentimientos volvían a estar resguardados bajo llave. Ella misma se hizo la promesa durante ese momento de desahogo que no iba a permitir que volvieran a salir. Al girarse y caminar con la espalda recta, se topó nada menos con el causante de sus desdichas.

Hizo un esfuerzo por pasar delante de él sin resquebrajarse, ni afectarle. 

No sentir, ni padecer...

—Me ha dicho Tommy que quería despejarse, ¿está bien?

Ophelia se clavó las uñas y quiso gritarle claramente su escenita romántica que había presenciado un rato antes. Pero no lo hizo, se controló y le preguntó a su vez:

—¿Por qué iba a estar mal, lord Darian? 

Se fijó que él la estaba mirando atentamente como si esperaba una... ¿escena de celos? Pues que esperase sentado porque no iba a ocurrir. El muy caradura, tenía carmín en los labios. La marca de ella. Inspiró varias veces  y se clavó profundamente las uñas en la piel. 

—Me ha dicho Tommy ... — carraspeó y se rascó la nuca —que nos ha visto a la camarera y a mí. Quiero decirle que no ha significado para mí y si la he ofendido, le ofrezco una disculpa.




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