Aunque la tarde había refrescado y el cielo se estaba tiñendo de tonalidades crepusculares, dando paso a la noche, no se había movido desde donde estaba, sentado sobre el manto verde esperando que el tiempo pasara. No le importaba que sus calzones de color marrón oscuro se llenasen de tierra y algún hierbajo. Su mente estaba en otra parte. Como siempre pensaba en ella.
No fue consciente apretaba las manos como puños encima de sus rodillas. Debería volver a casa. Pero la idea de regresar a casa y enfrentarse de nuevo a su abuelo, no le atraía tanto. El viejo nunca aprendía que él no era el dueño de su vida, sin embargo, él seguía comportándose como si fuera su padre cuando nunca lo fue. Pensaba aún que podría ser el marqués que tanto necesitaba Mansfield. Sin embargo, él no tenía pensamiento alguno de quedarse ahí.
Podrías regresar a Londres.
Le susurró esa vocecita que le incitaba regresar al lugar que estaría su esposa.
Ignoró esa voz.
— Su abuelo me dijo que no sabía dónde estaba. Lo he buscado por todas partes. Pensé que nos veríamos en el mismo lugar de siempre.
Ingrid se acercó casi sin respiración, había recorrido casi por todos los terrenos para buscarlo. Ahí estaba. Su amigo parece ser que todavía no se había percatado de su presencia. Ni la había escuchado. Pero se equivocó.
— Perdóname. No estaba de humor para ser un buen acompañante.
Ella se sentó a su lado y observó que él tenía la mirada perdida. Parecía más ausente de lo que él mostraba.
— ¿Qué ha pasado? — antes de buscarlo, había llegado a la casa donde el marqués de Mansfield, cuando la vio, le pidió unos minutos de su tiempo para conversar.
Tenía presente aún en la mente la conversación con el anciano.
— Querida, espero que sus intenciones con mi nieto den sus frutos. Cuanto antes mejor.
Le extrañó que el abuelo de Darian quisiera conversar con ella de ese tema y más que le metiera prisa por ello.
— ¿Puedo preguntarle por qué el apresuramiento? Aún su nieto sigue aferrado al recuerdo de su esposa — sus labios se apretaron en una línea fina, disgustada que Christopher estuviera "loco" por esa mujer que le había hecho más que daño.
El problema que no estaba muerta; estaba viva.
Incluso, había leído el periódico que seguía hablando de ella. No de la mejor manera. ¿Cuántas pruebas necesitaría para que él viera que debería olvidarse completamente de ella? No era una buena mujer; lo había humillado. ¿Qué podría hacer para que no pensara en ella? No quería mostrar que estaba ansiosa porque Darian podría descubrir u intención. ¡No! Sabía que debía ser paciente y esperar que él se "abriera" nuevamente.
— Se lo diré porque confío en usted. Sabe muy bien que hubiera preferido que mi nieto se hubiera casado con usted que con ella. Por eso necesito de su parte su más estricto silencio — dijo el marqués con la mirada sin pestañear —. Aparte, su colaboración. Lady Darian estuvo aquí ayer.
— ¿Cómo? — lo miró con el pavor rodando en su ojos —. ¿Ella vino a buscarlo?
— Sí — escupió con desdén —. Afortunadamente mi hija la pudo despachar sin problemas. Parece ser que no volverá — dijo sin añadir la nota que había llegado ese día —. Quiero que actúe con rapidez. Si tiene que seducirlo, no dude en hacerlo. Contará con mi beneplácito. Tengo el presentimiento que mi nieto puede mirarla con otros ojos.
Ingrid asintió sin estar muy segura de ello.
— Proponle un viaje a Europa. Seguro que él aceptará. Dile que será un viaje de negocios porque su difunto marido la dejó con asuntos que atender y de los cuales necesitan urgentemente su presencia. Mi nieto es tan caballeroso que no podrá negarse.
— Si no lo convenzo... — el anciano desechó esa posibilidad con un gesto de su nervuda mano.
— No lo creo. Inténtalo.
Su mente volvió al presente y miró todavía al hombre, que seguía taciturno. Aún no le había respondido.
— Darian, soy su amiga — le apoyó una mano en su brazo, él alzó su rostro hacia ella —. ¿No cree que puede decirme lo que sea? No es bueno que se guarde lo que piensa adentro, le hará daño.
— No quiero aburrirla con el mismo tema de siempre. Una vez más, discúlpame.
— ¿Es por algo que su abuelo le dijo? — tanteó el terreno.
— Sí — suspiró y frunció más el ceño. Su mirada ceñuda volvió hacia el cielo —. Quiere que pida el divorcio.
— Una buena idea si quiere cortar de raíz con esa persona que le esté haciendo daño. Lo siento, Darian, pero no evitar inmiscuirme si le sigo viendo infeliz. Incluso cuando está distanciado de ella, no la olvida. El divorcio le ayudaría a olvidarla.