No te mentiré #3

Capítulo 40

Cristine le estaba arreglando los últimos mechones del pelo cuando apareció Charlotte, vestida y preparada para esa noche, en la cual su prima, lady Muller había organizado una fiesta. Realmente, Ophelia no contaba con el ánimo adecuado para dicho evento. Después de ver a su marido, su estado emocional había decaído a bajo cero. Si eso existía. Se miró en el espejo y no podía negarse así misma que sus ojos no brillaban. Estaban apocados y tristones.

Contuvo un suspiro y observó que su amiga no paraba de mover las manos. Un gesto que podía indicar nerviosismo o ansiedad. No creía que ella estuviera nerviosa o tuviera ansiedad.

— Charlotte, ¿por qué no suelta lo que tiene que decirme? Viéndola me pone nerviosa a mí también.

La aludida intentó quitarle importancia sonriendo y moviendo la mano como si espantara una mosca invisible.

— Bueno, quizá lo encuentre gracioso lo que vaya a decirle. Mi prima al vernos sin nuestros respectivos maridos nos ha conseguido, como podría decirlo para que no suene mal... Sí, dos acompañantes que nos harán compañía y conversación durante la velada.

Le agradeció a Christine el peinado que le había hecho. Aún se sorprendía de la maña de la joven con el peinado.

— Es absurdo — se levantó del pequeño banco, que estaba colocado enfrente del tocador, y se puso los guantes blancos —. ¿Por qué íbamos a necesitarlos?

— Ella piensa que dos damas no pueden estar aisladas y solas. Como cada invitado llevaría a su propio acompañante, nosotras dos seríamos las que saliéramos de la regla. Un detalle que no puede permitirse mi prima. Me imagino que quiere tenerlo todo milimetrado y organizado según sus preferencias.

— Aun así, me parece ridículo. Una mujer puede estar perfectamente sin la compañía masculina. En fin, me imagino que debemos acatar su amable sugerencia.

Una amable sugerencia que sonaba como una orden.

— Intentas disfrutar de la velada — le dijo su amiga con su mejor intención.

Ella asintió sintiendo un nudo en el estómago que no tenía que ver con la fiesta. Se volvió a mirar en el espejo e intentó decirse a sí misma que esa noche disfrutaría y sonreiría.

— Además, cómo la ha peinado — su amiga la alabó consiguiendo que Christine estuviera orgullosa de lo que había hecho a su señora. Había imitado un peinado que vio en un cuadro de la propia emperatriz austrohúngara— está preciosa y con ese vestido, está magnífica. Sería un sacrilegio que no saliera. Más de una sentirá envidia. Por otra parte, los hombres codiciarán por estar a su lado.

— Es extraño escucharlo. Unos años atrás podría haberlo deseado. Es más, me hubiera regocijado en causar envidia y celos. Sin embargo, ahora es un vago recuerdo de mí misma. No me importa si causo tales sensaciones.

— Oh, Ophelia – Charlotte negó con la cabeza.

Fuera de la habitación, empezaba a oír barullo de la gente. Habían llegado los invitados a la planta de abajo, donde lady Muller había preparado una suntuosa cena de seis platos con lo mejor del marisco y de la carne. Cada invitado esperaría en una sala que comunicaba con el gran comedor. Después de la gran cena, pasarían al salón de baile para dar comienzo a la música y al baile.

— Vamos — Ophelia se despidió de Christine que le deseó una buena noche a las dos—. Espero que los caballeros que haya escogido mi prima no sean hombres de la caverna.

— ¿Caverna? — la imagen que se le presentó en su mente no fue muy halagüeña —. No creo que sean cromañones.

— Espero que no. Aunque una no sabe si le tocará uno que le huela el aliento, tenga los pies demasiados largos o no sepa conversar. Se imagina a un caballero egocéntrico hablando de sí mismo, me muero.

— ¡Charlotte! — una de sus comisuras se alzó en una sonrisa—. No sea pájaro de mal agüero. Seguro que su prima no ha sido tan mala en su elección.

Lady Muller estaba junto con su marido aún recibiendo los invitados. Faltaban por llegar unos más. Los que habían llegado pasaban a la salita. Ophelia echó un vistazo por encima de su hombro y la puerta que tenía detrás estaba cerrada. Pero se podía escuchar los murmullos de los presentes.

— Por fin, hacéis vuestras apariciones — dijo la anfitriona con la nariz fruncida y llamó a dos caballeros que se habían quedado a lado, no se habían dado cuenta de ellos hasta que los llamó: —. Lord Steiner y Wolf os presento a las damas, mi prima lady Gates y una amiga de la familia, lady Darian.

Intercambió una mirada con Charlotte que compuso su mejor sonrisa. La envidió e intentó fingir también. El caballero, lord Steiner le tocó a su amiga mientras que, a ella fue lord Wolf. Un hombre recto que aparentaba ser gallardo y educado. Llevaba como una casaca con los botones dorados y unos calzones de color beige. Su pelo era negro como el carbón y los ojos eran obsidianas.

— Lady Darian, es un placer conocerla— ella asintió y le tendió la mano para que le diera su besamanos *.




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