— ¿No le dijo lo afligida que estuvo con la pérdida del bebé?, ¿no le dio un reproche cuando no la fue a ver?
Cada pregunta que le hacía Christine era un dardo para su corazón. Estaban en la salita privada hablando, en ese momento, su doncella no pudo evitar preguntarle acerca si había conversado con su marido de dicho tema.
— Christine es una etapa de mi vida que no quiero remover. Por otro lado, sobre la nota que le mandó, quizás, no la leyó y la quemó o su familia interceptó la nota. En un caso u otro, no lo llegaremos a saber. También, me di cuenta de que él no sabe sobre el aborto que sufrí. No me hizo preguntas sobre ello y prefiero mantenerme así.
La doncella suspiró vio que su señora seguía con la mirada empañada. El dolor aún lo llevaba por dentro, aunque hubiera pasado meses de lo ocurrido.
— No quiero causar conflictos entre su familia y él – continuó Ophelia y se limpió con los dedos unas gotitas que caían de sus ojos -. La familia tiene un valor muy importante. No quiero que él pase lo mismo que me pasó a mí. Odié a mi padre y a mi hermano. Ahora ninguno de ellos está conmigo. La ausencia de la familia es algo doloroso. No me perdonaría que él sufriera.
— ¿Lo que usted sufrió no cuenta? – inquirió Christine, intentando abrirle los ojos -. ¿Si ellos, cuando se enteren, siguen en su propósito de separarles?
— Pues veré cómo actuar. Por favor, Christine. Le suplico que este tema no se hable. Si algún día, decido de contárselo, lo haré. Pero aún me siento...
Se le cortó la voz e inspiró fuertemente.
— Responsable de lo que ocurrió — musitó con un hilo de voz —. Sé que no estaré haciendo bien y debería haber aprendido la lección, pero decido no reabrir viejas heridas.
— Entiendo — realmente no lo hacía, pero respetaba mucho a su señora para desobedecerla —. ¿Quiere que damos un paseo?
— No, Christine, prefiero quedarme y descansar. Últimamente, prefiero dormir mientras mi marido no está — dijo con una sonrisa avergonzada.
Su marido había ido al banco para recuperar su puesto como director. Desde que se fue esa mañana no había regresado. Esperaba que hubiera marchado todo a la perfección. Una de las consecuencias de su ruptura fue dejar su puesto de trabajo, decisión que seguramente le costó a hacer. Sabía lo esencial que era para él su trabajo como director en el banco. ¡Amaba los números! Por otro lado, no le gustaba estar ocioso. Aunque esto último bromeó ya que no estaría todo el tiempo con ella. Para Ophelia no le importaba; sabía que estar en casa con las manos vacías, era una tarea vacía, opaca e inactiva. A la larga, podría resentir en su vida, y por siguiente, en su matrimonio. Lo apoyaría en cualquier decisión que tomara. Si él quería volver al trabajo, lo vería bien.
***
Darian no cabía de felicidad al saber que lo podían readmitir en su trabajo.
— Pensaba que tardaría más en decírmelo, Darian — le dijo lord Gates al levantarse de la silla —. Bienvenido, de nuevo.
— No volveré a irme. Este es mi sitio y no creo que haya otro que esté encantado de volver.
— Se le echaba de menos. ¿Cuándo quiere empezar?
— Si puede ser ahora mismo. Gates, ha hecho buen trabajo en mi ausencia. Eso, amigo, le estaré muy agradecido — le tendió su mano a su compañero y amigo y este chocó su mano.
— No hay nada que agradecer para eso están los amigos. Me alegro de que sus diferencias con su esposa se hayan solucionado. Mi mujer me tenía desvelado cada noche.
— Se han convertido muy amigas.
— Mucho. No se imagina lo que mi mujer decía sobre usted. Afortunadamente, se ha arreglado y mi mujer no piensa mal de usted.
— Sí — aún se acordaba que ella no estaba conforme de su presencia en la fiesta.
— Espero, Darian, no lo digo por mí, sino por mi matrimonio que se vio afectado por el suyo, no defraude a su mujer. Si lo hace, mi esposa no va a tener compasión con usted, ni conmigo. Puede ser un diablo en persona.
— Lo tendré en cuenta — soltó una carcajada mientras veía a Gates negando con la cabeza y sonriendo a su vez.
Thomas Grand al enterarse que había vuelto a trabajar, no pudo evitar mostrar su alegría, ya que volvería a ser el secretario de lord Darian.
— Señor, no quiero que me malinterprete, lord Gates era bueno en su puesto. Pero era más gruñón y exigente, que puede ser bueno, pero no para mí. Por favor, no se lo cuente.
— Puede que lo sea. Tranquilo, se queda en secreto — le pidió que se sentara —. Siéntate. Quiero comentarle algo que todavía tengo en mente — se puso serio de repente y Tommy se dio cuenta de ello.
— Sabrá que me he reconciliado con mi esposa — su secretario asintió y no le interrumpió —. Nos va bien ahora y no quiero que otra tercera persona la vuelva a hacer daño o interferir en mi matrimonio. Para ello, quiero que me manden las cuentas del señor Hawker.