- No puede llevar esto a bordo del avión, - me señala la trabajadora del aeropuerto con su dedo manicurado la espátula para niños, que es el juguete favorito de Marat. Apenas había negociado ya con mi hijo que esa cosa extraña estaría en su maleta y no en sus manos.
- ¿Cómo que no? - Vale, qué coño con el portátil, era comprensible que hubiera que sacarlo para la inspección, aunque me cabreara, pero ¿una puta espátula de niño? ¿En serio?
- Con eso puedes hacer daño a otros pasajeros, - dice la chica, y yo espero que sonría de un momento a otro, diga que era una broma y podamos subir al avión en paz. Pero, maldita sea, su rostro es impenetrable y no sale nada más de su boca, lo que significa que lo dice en serio.
- ¿Con esto? ¿Con este trozo de plástico? - No puedo soportarlo y empiezo a agitar el juguete entre mis manos, y tengo un mal presentimiento, siento que un poco más y empezaré a golpear a la chica con esta espátula para que entienda claramente que esto simplemente no es real, es imposible hacerle daño alguno con esta cosa.
- Lo siento, estas son las reglas, - si la trabajadora hubiera reaccionado a mis acciones de alguna manera, hubiera llamado a la policía o incluso hubiera dicho algo ofensivo, no habría sido tan ofensivo como el hecho de que siguiera allí de pie y no mostrara ningún signo de que se estuviera sintiendo emocional.
- Ah, bueno, si son las normas, entonces claro que lo tiraremos, - y con eso tiro el juguete de Marat a una papelera cercana y vuelvo la mirada a la niña, - ¿así está mejor? ¿Ahora no hay obstáculos en el camino hacia el avión?
- Por favor, pasen, - nos hace un gesto a mi hijo y a mí para que sigamos adelante, y me parece que en ese momento aparece una leve sonrisa en su cara, como diciendo, "Bueno, ¿lo has entendido? Ahora límpiate la boca y lárgate de aquí".
Hago un esfuerzo por no desquitarme más con la chica y cojo a mi hijo de la mano y sigo caminando, pero antes de haber dado un par de pasos, me doy cuenta de que mi pequeño se resiste a seguir adelante con todas sus fuerzas infantiles.
En cuanto me concentro en Marat, empieza a contraatacar. Es una especie de basura. El niño está enfurruñado, ya tiene los ojos enrojecidos, le bastan literalmente un par de segundos para empezar a derramar sus lágrimas por todas partes y montar una rabieta.
- Hijo, ¿qué te pasa? - le pregunto a mi hijo lo más suavemente posible, aunque tengo unas ganas increíblemente fuertes de cogerlo en brazos y llevarlo a su destino, de lo contrario llegaremos tarde al avión con todos estos malditos controles, y sólo tendremos tiempo de agitarle una mano alegre.
No dice nada, sólo mira hacia otro lado, y tras seguir su mirada, comprendo el motivo del mal humor de mi hijo. ¿Por qué no me di cuenta enseguida?
- Mi niño, no te enfades, cuando lleguemos te compraré diez, no, veinte espátulas nuevas, ¿vale? - No entiendo por qué mi hijo tiene tanta afición a este tipo de juguetes. No es que esté haciendo reparaciones in situ día y noche, así que ¿por qué está tan interesado en esto?
- Yo quiero este, - los ojos de Marat se iluminaron por un segundo, y pensé que había conseguido llegar a un consenso, pero mi hijo salió a mi encuentro, es un burro testarudo por naturaleza.
- Hijo, tu tía no nos deja llevarlo en el avión, ¿quizá si le achaco el problema a otro, el niño se muestre más colaborador? No es que lo prohíba, es que estoy de acuerdo, es que es una bruja mala y no nos deja llevar esta cosa tan "importante" a bordo.
- Pero yo quiero, - cruza los brazos sobre el pecho y adopta una pose beligerante, como dispuesto a defender su postura hasta las últimas consecuencias.
- Las cosas no siempre salen como uno quiere en la vida, tienes que entenderlo, ya no eres un niño pequeño, - no me doy cuenta de cómo estoy alzando la voz, pero mi hijo lo nota bastante bien y me mira con cara de susto. Por supuesto, no es frecuente, o para ser más precisos, casi nunca ocurre que le grite al niño, y se lo enseño con terquedad y presión. - Lo siento, querido, pero no podemos devolver esta espátula. Pero te prometo que, en cuanto lleguemos a otro país, te compraré muchas espátulas, de diferentes colores, formas y tamaños. Ahora vamos, querida, te estamos esperando.
Por suerte para mí, Marat no sigue adelante con el espectáculo y eso me salva, porque estaba a punto de perder los papeles, sentía que el cerebro me hervía y que mi resistencia estaba por los suelos.
Primero, una chica que trabaja en el aeropuerto, luego mi propio hijo... ¿Quién será el próximo en caer bajo mi mano caliente? ¿Cuándo dejaré de ser una amenaza para el mundo que me rodea por culpa de mi deficiente sistema nervioso?
¿Y por qué? Porque una chica decidió borrarme de su vida con un movimiento de su mano. Una chica que sentía algo por mí, podía sentirlo muy bien, y yo también sentía emociones brillantes por ella, pero decidió dejarlo todo, poner mi número en bloqueo, y simplemente ignoró todos mis otros intentos de hablar con ella, como si yo fuera una especie de extraño para ella. Como si yo fuera una persona que le daba asco. Le hice un favor, tuve que trabajar duro por su futuro en esa maldita universidad, ¿y esta es la venganza? ¿Es así como demuestra que me está agradecida? No le pido que se postre a mis pies y me diga lo increíble y genial que soy, pero ¿podría al menos hablarme como la gente normal? ¿De verdad es tan difícil?
En otra situación, me habría tragado esta mierda, habría fingido que no sentía nada por esta joven, aunque no fuera así, y habría pasado página a este periodo de mi vida como si nunca hubiera ocurrido. Pero... Hay un "pero" muy importante y de peso: esta chica lleva a mi hijo bajo el corazón. ¿De verdad creía que abandonaría a mi propio hijo y me olvidaría de su existencia? ¿Realmente pensó que yo era un bastardo insensible?
Pero eso no es todo... Esconderme un hijo no es ni la mitad, es sólo la punta del iceberg. Esta maldita chica se ha llevado a sí misma a tal estado que ahora está en el hospital, y así no sólo se mete en todo tipo de problemas, sino que también pone en riesgo la salud y la vida de mi hijo