No te necesitamos

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- Diana, Diana, Diana, - alguien decía mi nombre, alguien insistía mucho en llamar mi atención, alguien era muy importante, porque cada vez se decía "Diana" más fuerte y no tuve más remedio que abrir los ojos, aunque me costó un esfuerzo titánico. Parecía como si alguien me hubiera pegado los párpados con superglue, y por eso me costaba tanto abrirlos y ver la luz blanca.

El primer pensamiento, y era bastante lógico en aquel momento, fue que estaba en mi cama y había tenido un mal sueño, por lo que mi madre me oyó y decidió despertarme para que no sufriera la realidad de otro mundo. Pero si soñaba algo terrible, era otra persona la que me salvaba de los horrores: Rebecca. Y no era mi habitación, era... Una ambulancia. Y mi posición en ese coche era horizontal.

- Diana, ¿estás bien? ¿Cómo te sientes? - le pregunté a mi amiga con voz temblorosa, inclinada sobre mí, y los ojos de la chica estaban tan asustados, como si hubiera visto esos horrores a dúo conmigo. Así que ni siquiera sabía qué me preocupaba más, si el hecho de estar en una ambulancia por alguna razón, o el susto de la chica.

- No sé, no podía imaginar lo que estaba pasando a mi alrededor, y mucho menos mi estado físico o mental, en el que no pensaba en ese momento.

- Sólo gritabas algo sobre tu abuela, sobre salvarla, - Rebecca estaba realmente preocupada por mí y probablemente pensó que estaba alucinando, pero a pesar de mi mal estado, fui capaz de establecer paralelismos y entender por qué gritaba tanto. Todo a mi alrededor olía a medicamentos y a todo tipo de drogas, y como últimamente lo asociaba con mi abuela, era por eso que estaba expresando mis emociones en mi sueño o lo que fuera.

- ¿Por qué estamos aquí? - Ya no cabía duda de que estaba tumbada en el sofá de una ambulancia que me llevaba en dirección desconocida. Aunque probablemente a un destino claro, probablemente a un hospital, no a una discoteca, esos vehículos no se apresuran.

- Te desmayaste en el despacho del decano, por eso estamos aquí ahora. El decano y el viejo, de verdad. Fueron ellos los que me llevaron al estado en el que estoy ahora. Es por estos dos pimientos que no estoy en una clase en la universidad en este momento, y estoy en este lugar lejos de ser agradable.

- Y... ¿dónde están? - Si no he entendido mal, al menos uno de ellos debía venir conmigo al hospital, ¿no? Si no el viejo, seguro que el decano, porque es el responsable de los alumnos... Al menos de alguno mínimamente, y más si ha ocurrido en su despacho y delante de sus ojos. Además, si ni siquiera tienes en cuenta el hecho de que sus mezquinas palabras me enfadaron tanto.

- Esos cabrones se quedaron en la universidad, - el estado de confusión de Rebecca se transformó en un estado de ira e incluso cierta agresividad que bullía en sus ojos en ese momento. Estaba claro que algo iba mal...

- ¿Por qué estás tan enfadada? ¿Pasó algo mientras miraba mis sueños? - Aunque estaba completamente de acuerdo con los “bastardos”, ¿por qué mi amiga está tan enfadada con ellos? ¿Por qué tiene tanta agresividad hacia esos dos hombres que resultaron ser unos maricas? No parecían haberle hecho nada malo...

- Ay, Diana, es mejor que no lo sepas, es mejor que no lo sepas, - mi amiga luchaba contra el impulso de contármelo todo, pero seguramente también le preocupaba mi estado de temblor.

- Pero aun así, ¿qué ha pasado? Cuéntamelo, o sólo conseguiré sentirme peor por no saberlo, - le pedí a mi amiga tal favor, aunque preferiría no hacerlo, porque lo que Rebecca me contó me hizo revivir los momentos más horribles de mi vida

Pensé que estos dos no podían ser tan escoria como resultaron ser, porque al fin y al cabo, ambos eran educadores honrados, personas que se suponía debían aportar a los jóvenes conocimientos, su propia experiencia y lo mejor para su futuro común, pero resultó que Resultó que todavía vale la pena buscar a esos subhumanos... ¿Y por qué me tienen tanto odio? ¿Cuál es la razón de esto y... ¿Cómo podré vivir con esto en el futuro?

- Vale, al diablo contigo, pero prométeme que no te preocuparás, ¿vale? - Me limité a asentir como respuesta y a ponerme la mano sobre el corazón, lo que podía significar que juraba no preocuparme. Aunque... en esta situación, era imposible predecirlo, porque seguía sintiendo una especie de debilidad por todo el cuerpo y mareos. - Fue una gran suerte que la clase hubiera terminado para entonces, de lo contrario ni siquiera sé qué podría haber pasado si no hubiera llegado a tiempo....

- ¿De verdad estaba tan mal allí? - ¿Qué podía haber pasado para que mi amiga se preocupara tanto y hablara como si pudiera haber ocurrido algo trágico?

- Ojalá no hubiera exagerado... En general, cuando terminó la lección, corrí al despacho del decano, porque era bastante lógico suponer que Arkadiy Petróvich había ido allí, a ver a su maldito hermano. Y en cuanto estuve cerca del despacho de Pavlo Olehovych, oí que alguien discutía. Dos voces. Voces masculinas. No necesitaba ser vidente para adivinar que se trataba de esos dos desgraciados, y cuando acerqué la oreja a la puerta, estuve bastante seguro de ello.

- Te debo una disculpa, - puse mis cinco céntimos en la historia de Rebecca.

- ¿De qué estás hablando? - La chica juntó las cejas sobre el puente de la nariz y estaba claro que no entendía por qué hablaba yo de disculpas.

- Nunca creí que tu nariz larga y tus orejas caídas te trajeran suerte, y me has demostrado que estaba equivocada. Lo siento mucho, - seguido de una sonrisa, que intenté forzar, porque quería añadirme alguna emoción positiva y aliviar a mi amiga, porque estaba muy tensa y mentalmente destrozada.

- Sí, lo acepto, - pero mi maniobra no funcionó, la chica sonrió un momento e inmediatamente volvió a hundirse en su estado anterior, - pero en ese momento no me estaba riendo en absoluto, porque se estaban gritando que la culpa era de uno o de otro. En general, querían culparse mutuamente de la mierda que habían hecho. Y como sabía que estabas en el despacho, no me lo pensé dos veces antes de tirar de la manilla, y menos mal que la puerta estaba abierta.




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