No te necesitamos

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- Diana, como te he dicho, tengo que hacerte unas preguntas sobre la situación en tu despacho de decana, - el investigador se sentó frente a mí, y ahora empecé a sentirme aún peor que antes de que acabara de entrar en la cocina. Al menos entonces tenía a mi madre para apoyarme, pero ahora estaba cara a cara con un agente de policía, y esta experiencia no me sonreía en absoluto.

- Te escucho, - si las personas crecen de esta manera, cuando pasan por tales pruebas "adultos", entonces yo tenía que en un lugar, no me importaría quedarme en mi juventud, no está mal allí.

- ¿Qué pasó en la oficina del decano? - La pregunta fue hecha directamente a mi frente, tan brusca e inesperadamente que casi tropiezo de vuelta por el fervor de este hombre.

- No fue nada, sólo me desmayé, - decidí darle la vuelta como si nada tan irreal hubiera sucedido, y si lo piensas bien, así fue...

- Debí empezar por el sitio equivocado, - hizo una pausa el investigador, - le advierto que le puede caer una pena de cárcel muy real por falso testimonio deliberado...

- ¿Qué está insinuando? - No me gustaba por dónde quería llevar Viktor Nikitovich esta conversación, así que quería oírle dar más detalles. Si, por supuesto, los tenía y no me estaba echando cuentas a la cara. Esta opción también tenía derecho a la vida.

- Sra. Diana, yo trabajo en la policía, no doy clases de filosofía en una universidad, así que no estoy insinuando nada, le estoy contando los hechos, ¿sabe lo que pensé en ese momento? Me pregunto si este hombre es tan frío y carente de emociones en casa con su mujer y sus hijos, o se convierte en un osito de peluche cuando cruza el umbral de su despacho. La forma en que dijo esta frase hizo que una manada de hormigas se arrastrara por mi piel, y todas querían claramente alejarse lo más posible de aquí para no estar presentes en esta tortura moral, pero lo único que podían hacer era correr sobre mi cuerpo como abejas enloquecidas.

- Vale, ya te he oído, - esta incómoda pausa tuvo que ser rellenada con algo, porque el hombre me miraba fijamente, como si esperara algún comentario por mi parte.

- Bien, entonces se lo preguntaré de nuevo - ¿qué ocurrió en el despacho de Pavlo Olehovych, el decano de su facultad?

- Me desmayé, - decidí dar información poco a poco para no decir nada innecesario. Por alguna razón, me pareció que en esta situación sería mejor pensar cien veces primero, y luego ir al grano, o más bien contarle al investigador al menos algunos de los matices del incidente de anteayer.

- ¿Y por qué se desmayó? - Pude ver en la expresión del hombre que no le gustaba mi táctica, pero en realidad no podía presentar nada, porque yo estaba diciendo la verdad, que era conocida por mucha gente. Por desgracia...

- Bueno, mis ojos se oscurecieron y mi cabeza empezó a dar vueltas, así que...

- Diana, ¿te estás burlando de mí o qué? - Viktor Mykytovych no me dejó terminar y saltó de su silla tan bruscamente que casi se cae al suelo. - Sí, sus nervios no son buenos, están claramente alterados, ¿cómo puede interrogar a otras personas con pasión?

- ¿Por qué? - Puse cara de inocente, mientras el hombre ya se estaba poniendo rojo por mis siguientes palabras.

- No le estoy preguntando cómo se produjo este proceso, sino qué causó esta pérdida de conciencia. Los factores que te afectaron, que te hicieron caer en el despacho del decano. ¿Me entiende o no? - Oh, cómo quería decir que no, podía sentir que si lo decía, el hombre no sería capaz de contenerse y probablemente me dejaría atrás con sus interrogatorios, pero...

- Claro que lo entiendo, - pero el estatus de Viktor Nikitovich y su implicación en la aplicación de la ley me obligaron a morderme la lengua y a seguir sus reglas, - es que aquel día todo vino de golpe, y creo que mi sistema nervioso no pudo soportar esta carga y se apagó. Incluso se puede preguntar a los médicos del hospital donde me llevaron en ambulancia que no había nada tan crítico, sólo una pérdida banal de la conciencia.

- Bueno, ya decidiremos si fue banal o no, no todos los días se desmaya un estudiante en el despacho del decano, por eso se interesaron tanto por este caso... - ¿A qué se refiere cuando dice que ese día todo se le vino encima a la vez? ¿A qué se refiere?

- Es muy sencillo. Ese día, mi abuela no cogió el móvil y mi madre me pidió que fuera a verla para ver cómo estaba y cómo se encontraba, y como mi abuela acababa de recibir el alta del hospital, me asusté mucho. Además, ese día no había desayunado, lo que creo que también tuvo algo que ver en todo el suceso, el estrés más la falta de alimento en mi estómago, y en eso desembocó todo. - La verdad y nada más que la verdad. Fue un poco vergonzoso esconderme detrás de mi abuela, pero si empiezan a indagar, resultará que yo tenía razón. Entonces, ¿qué pueden alegar contra mí?

- Vale, vale, - el investigador pareció creerme e hizo unas cuantas anotaciones en su cuaderno, que probablemente consideraba bastante importantes, - ¿y qué hacía el profesor en el despacho del decano en el momento en que te desmayaste? ¿Estaba allí por casualidad o no?

- ¿Arkadiy Petrovich? - Sabía al cien por cien lo que el policía decía del viejo, pero no estaría de más aclararlo.

- Entonces, ¿qué hacía Arkadiy Petróvich en el despacho de Pável Olegovich? - Víktor Nikítovich me lo explicó todo como a un niño pequeño, y yo no tuve más remedio que tragarme aquella información desmenuzada.

- Bueno, Arkadiyy Petróvich y yo tenemos algunas diferencias de opinión, y por eso Pável Olegovich quería suavizar este malentendido, - no me atreví a decir la verdad, en primer lugar por el bien del niño, porque no me daba cuenta de lo que estaba dispuesto a hacer ninguno de estos dos desgraciados. Además, al viejo no le quedaba mucho tiempo de vida en este mundo, así que creo que estaba dispuesto a mucho... A diferencia del maestro, yo aún tengo toda una vida por delante junto a mi hijo, así que no me arriesgué a meterme en líos con estos dos hombres infrahumanos.




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