- ¿Quién es? - pregunté al teléfono, porque aunque fuera un sueño, tenía curiosidad por saber quién me llamaba y cuál era el motivo.
- Deanka, ¿estás bien? Soy yo, Rebecca, ¿qué demonios estás haciendo? - Mierda, realmente es mi amiga, realmente es su voz, y parece estar agresiva con esta conversación.
- ¿De qué estás hablando? - Con un esfuerzo titánico, conseguí abrir los ojos y volver en mí, y entonces descubrí que estaba en mi cama, en mi habitación. Y en mi apartamento con mis padres. Mi serie de televisión favorita sonaba de fondo y, de hecho, tenía el móvil en la mano y hablaba con Rebecca.
- ¡Sobre ti! Puedo culpar de todo a tu estado mental y a sus consecuencias, pero ¿por qué mandarme al infierno? ¿Qué demonios es esto? ¿Sabes cómo gana velocidad un tren? Al principio se arrastra como una tortuga, luego acelera a la velocidad de una bicicleta, y cuando enciende toda su potencia, no puedes alcanzarlo ni con un ciclomotor. A Rebecca le llevó mucho tiempo, pero ahora estaba dispuesta a hacerme rodar bajo el asfalto con su persistencia.
- ¿Qué te pasa? ¿Tienes alguna queja? - Hacía poco que había empezado a aplicar la táctica de que la mejor defensa es un ataque, así que no me disculpé con la chica, sino que empecé a devolverle mis púas. Después de todo, incluso recordaba en sueños cómo me había tendido una trampa con su larga lengua.
- Primero vengo a tu hospital y me dicen que te han dado el alta, y ahora me dices que me vaya al infierno, ¿y te parece adecuado? Está todo en orden, ¿verdad? - Mierda, bueno, el hospital no era bueno, en realidad no les llamé y ni siquiera envié un mensaje diciendo que me iba a casa hoy. Eso fue culpa mía, pero si miras el panorama general...
- Está bien, has tomado el aire, has movido las piernas, te sentará bien, - en otra situación no me habría reconocido y nunca habría pensado que le diría esas palabras a Rebecca, pero en ese momento sólo tenía emociones negativas hacia esa persona. Como rabia, odio, ganas de apuñalarla lo más fuerte posible, de hacerle daño....
- Diana, entiendo que tu cerebro está un poco mal, pero ¿por qué demonios me hablas así? ¿Es esta la actitud que tienes con tu mejor amiga, que destrozaría a cualquiera y haría cualquier cosa por ti? - En otro momento, la táctica de Rebecca habría funcionado, habría podido presionar en el aspecto moral, pero definitivamente no ahora, no cuando la chica me había vendido....
- ¿Quién fue el que dijo algo sobre la actitud? ¿Tú? Aquella a la que confié todos mis secretos, y la que creí que nunca me traicionaría... - Las lágrimas afloraron a mis ojos, me dolía decir estas palabras y herir así a mi amiga, pero no podía callar esta situación, no podía pasar por alto este matiz y dejarlo oculto.
- Ojalá hubiera podido ver la expresión de Rebecca en ese momento, porque parecía una niña perturbada que ignoraba por completo lo que había sucedido y por qué le estaban haciendo rodar un barril.
- Se lo contaste todo, ¿no? Le dijiste dónde estaba, ¿no? ¿Lo hizo otra persona, no tú?
Cómo esperaba equivocarme. Cómo esperaba que no fuera mi mejor amiga la que me apuñalara por la espalda, pero el silencio en el teléfono y sólo un suave resoplido al otro lado del cable lo cortó todo en mi interior Era ella, ya no había duda...
- ¿Crees que lo hice en vano? - Mi amiga por fin se decidió a hablar, aunque yo esperaba que roncara un poco más y terminara la llamada sin encontrar excusas para sus actos.
- ¿Crees que está bien meter las narices en los asuntos de los demás? - dije, contradiciendo deliberadamente a Rebecca, porque mis emociones eran como palomitas en el microondas: estaban creciendo demasiado y explotando por sobreestimulación.
- ¿En los asuntos de los demás? ¿Desde cuándo soy un extraño para ti?
- Desde que empezaste a hacer cosas a mis espaldas. ¿Te pedí que se lo dijeras? ¿Te pedí que lo delataras y le contaras todo? - Tenía tanta rabia dentro de mí que tuve que saltar de la cama y correr en círculos por la habitación para que se me despejara un poco el cerebro y no mandar a mi amigo a la mierda en ese mismo momento. Y ya estaba muy cerca de hacerlo, casi con un pie sobre ese abismo.
- Así que tal vez deberíamos haber resuelto el asunto entre nosotros, para no tener que llegar a estos acuerdos más tarde, ¿no crees? - La chica hizo una breve pausa para recargar las pilas y volvió a alzar la voz, para no ser superada por mí y mi ánimo beligerante.
- ¿Me estoy metiendo en tu vida? Dime, ¿estoy metiendo las narices en tus asuntos y en tu vida personal? - Para mí, la vida personal de cada persona siempre es lo primero, porque es lo que es, debe concernir sólo a esa persona y a nadie más. Sí, claro que los amigos pueden compartir secretos entre ellos, y si son mejores amigos como lo hemos sido Rebecca y yo hasta ahora, aún más. Pero siempre hay que saber dónde parar y no cruzar la línea roja que todo el mundo tiene. Esa es mi regla, que siempre sigo y que quiero que sigan los demás.
- No, no es así, pero él también tiene sentimientos. Es una persona viva con emociones. Aunque sea un hombre, eso no significa que puedas retorcerlo a tu antojo y limitarte a jugar con su vida, - mira cómo cantabas como un ruiseñor en un jardín, tan sonoramente y con tanta gracia que es un milagro del cielo.
- Espera, ¿te enamoraste de él por accidente, si estás tan a la defensiva? Estás siendo demasiado protectora con él, - es un chico guapo, ni siquiera yo puedo discutirlo, así que no me sorprendería que Rebecca se hubiera enamorado de él y ahora quiera proteger a su objeto de sus suspiros.
- ¿De qué estás hablando? ¿De verdad estás bien de la cabeza? Hay que ser capaz de aguantar semejantes tonterías, - era la segunda vez durante esta conversación que la chica aludía a mi condición, y empezaba a molestarme. Después de todo, tengo esta condición por una razón, está conectada con el niño que llevo dentro, así que ¿cómo puede mi amiga culpar a mi hijo de toda esta mierda?