No te necesitamos

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- ¿Dejarme ir? - el hombre levantó la ceja con sarcasmo, - bueno... creo que dentro de unos diez años tendrás la oportunidad de salir en libertad. Por buen comportamiento, puede que te metan ocho años entre rejas. Todo depende de ti y de tu comportamiento.

- Quiero decir, diez... ocho... - me aferré a aquellos barrotes de hierro con un agarre mortal, pensando que si intentaban arrancarme de ellos, sería oh, tan difícil hacerlo, - ¿voy a estar aquí diez años?

- Por qué en un par de horas vendrá un coche de policía y te llevará al centro de detención preventiva, y luego al juicio, y luego a la sentencia, y así cuesta abajo, - este hombre estaba tan contento de darme esta noticia, como si me estuviera contando una anécdota divertida, no la historia de un destino humano roto Mi destino...

No pude decir nada más, me acerqué a la pared, caí en el banco y me quedé paralizado de estupor ante las palabras del hombre.

¿Diez años? ¿De verdad? ¿Diez años en una habitación cerrada sin oportunidad de salir y vivir una vida plena?

Quiero decir, es mi hijo... ¿Irá ya al tercer grado? ¿Ya no jugará con juguetes, sino que empezará a interesarse por cosas más adultas, y su madre sólo “saldrá” de la cárcel? Y en general... ¿Y cómo seguirá? ¿Cómo será el nacimiento de mi bebé? ¿Me pondrán grilletes en las manos durante el parto para que no pueda escapar a ninguna parte como una delincuente especialmente peligrosa? ¿Me dejarán ver a mi hijo o me lo quitarán para siempre porque no soy una madre segura que ha cumplido su condena? Con estos pensamientos, caía cada vez más bajo, mi sentido común y mis esperanzas de un desarrollo optimista de los acontecimientos caían cada vez más bajo...

No sé cuánto tiempo pasó en estos terribles pensamientos sobre el futuro, que me estaba siendo arrebatado y privado de una infancia feliz para mis hijos, pero una imagen me hizo emerger del fondo al que felizmente me había arrastrado.

Vi a Rebecca siendo arrastrada de la mano por el mismo Dimitri Alekseevich, y en sus mismas extremidades había unas esposas idénticas a las que él había utilizado para inmovilizarme a mí ¿Qué demonios era eso? Por supuesto, esperaba ver a la chica en este edificio nada agradable, pero esperaba verla como visitante, no como una persona a la que habían metido en mi celda... ¿Qué ha pasado?

Esta fue la pregunta que le hice a Rebecca después de abrazarla con fuerza y besarle la mejilla un par de veces. Por supuesto, quería verla al otro lado de los barrotes de hierro como visitante mía, un cerebro criminal, pero un ser querido vale su peso en oro en esta difícil situación. Cuando todo es deprimente, gris y sin alma, un amigo es como un sorbo de agua fresca en medio de un desierto abrasador.

- Quería venir a verte, - responde la chica y mira a su alrededor, reflejando en su rostro todas las emociones que bullen en su interior. Ahora puedo ver de reojo cómo me veía en los primeros minutos de mi estancia en esta minicámara, porque, al igual que yo, es la primera vez que mi amiga se va de "excursión" a lugares tan "exóticos". Y espero que por última vez.

- Siempre he sabido que si te propones un objetivo, romperás un muro de hormigón con la frente, pero lo conseguirás... bueno, seguramente te habrás dado cuenta de que me siento un poco mejor en compañía de mi amigo, ¿verdad? Incluso puedo hacer una broma al respecto en un ambiente tan deprimente.

- Sí, si fuera así, ahora mismo estaría aplicando mi frente a esta pared, - la chica empezó a palpar los muros de hormigón con las manos, como buscando algún resquicio o tal vez palancas que empujar y los barrotes se separarían y podríamos salir de esta trampa sin problemas.

- No hace falta que lo intentes, no hay ninguna habitación secreta por la que pudiéramos escapar de las fuerzas del orden. Por alguna razón, eso les daba igual, - otra broma sale de mi boca, pero a mi amigo no le hace ninguna gracia, y yo sólo enarco los labios en una apariencia de sonrisa, pero dista mucho de ser sincera.

- ¿Y ahora qué hacemos? - Rebecca abandona su búsqueda de algo en estas paredes y se une a mí en el banco, haciendo una pregunta de la que me gustaría tener respuesta... Pero según lo que dijo Dmitriy Alekseevich, todo está mal, muy mal...

- No sé, no sé... - me encojo de hombros y suelto el aire de mis pulmones con un suspiro para aliviar la tensión de mi cuerpo, - sí, ¿cómo has acabado aquí? ¿Por qué te arrastraron a esta celda?

- Bueno, vine al lugar de nuestro encuentro, como habíamos acordado...

Dice la chica, y para mí este acuerdo parece de otra realidad. Tal vez haya pasado una o dos horas desde que estoy aquí, no estoy seguro, pero todos los pensamientos que tenía antes de entrar en la celda parecen ser de mi vida pasada. Resulta que entonces no estaba todo tan mal, en aquella vida aún era posible arreglarlo y cambiarlo todo, pero ahora... ¿En quién y qué puedo confiar? ¿En la voluntad de Dios? ¿O en el azar? ¿Quién es el mejor ayudante en esta difícil situación?

- Bueno, tú llegaste allí y... - decidí empujar a Rebecca para que continuara su relato, porque el aleteo de su lengua me distraía al menos un poco de aquellos pensamientos despiadados que me desgarraban el cerebro y hacían que mi corazón trabajara a destajo.

- Y tú no estabas allí, lo cual tiene sentido, porque probablemente yo estaba relajándome en ese frío banco en ese momento, así que decidí ir a la comisaría para averiguar dónde estabas.

- Por lo visto, lo averiguaste, ¿no? - Creo que estamos llegando a la parte más interesante, que es por qué mi amigo acabó en mi compañía en este lugar olvidado.

- Le pregunté educadamente al hombre de la entrada de este edificio dónde estabas, ignoró mi pregunta, entonces volví a preguntar, más alto, porque supuse que tal vez no me oía o que tenía cera en los oídos, pero de nuevo, cero reacción.

- ¿Y tú no eres de las tímidas, así que decidiste seguir adelante?




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