- Y has hecho bien en enfrentarte a esos dos cabrones y demostrarles que no les tienes miedo. Yo definitivamente no podría haberlo hecho, no habría tenido el valor, - me dijo Rebecca a la mañana siguiente con palabras tan motivadoras cerca de la universidad, que solía darme casi sólo emociones agradables y sentimientos positivos, pero después del último incidente en el despacho del decano Me daba miedo volver aquí. Era como si me dirigiera a un lugar desconocido en el que podían esperarme todo tipo de problemas. En los que me metería con una alta probabilidad.
- Pero es más culpa de Oleksandr que yo esté hoy aquí, y él puede llevarse todo el mérito, - porque era cierto que, de no ser por él, me habría quedado en casa haciendo alguna diablura. Allí tampoco era mucho más fácil moralmente, pero al menos estaba lejos de los dos cabrones que no sólo querían echarme de esta institución educativa, sino que incluso lo prepararon todo para que sólo pudiera usar mis diplomas para calentar un banco de hierro en la cárcel, sentándome sobre ellos con el tacón y borrándolos hasta los agujeros. Diez años entre rejas...
- Oleksandr es ciertamente guapo, si no hubiera sido por él, no puedo ni imaginar lo que habría pasado... - Sus ojos brillaban con luces de Nochevieja, lo que podía significar una de dos cosas - o bien estaba feliz de recordar a nuestro caballero de ayer en toda su irreal gloria, o bien le estaba inmensamente agradecida por haberla salvado. Tampoco hay que descartar estos dos factores juntos, porque escupas donde escupas, la verdad está en todas partes.
- Pues sí, yo estaba donde tenía que estar en el momento adecuado: aunque estaba agradecida a Sasha por el rescate, no estaba lista para saltar de felicidad al techo, como lo estaba Rebecca. Después de todo, yo no creía del todo que fuera blanco y esponjoso, así que no compartía la alegría de la chica.
- En serio, Diana? Rebecca arqueó una ceja escéptica, - ¿simplemente estabas allí en el momento adecuado, eso es todo?
- No entendía a dónde quería llegar mi amiga y por qué hablaba tanto de ese hombre, igual que hizo ayer mi madre. ¿Qué clase de hipnosis posee Oleksandr para que todo el mundo esté dispuesto a quitarle la pelusa y casi alabar al cielo por haber enviado a este superhéroe a esta tierra pecadora?
- ¿Así que no viste los ojos con los que te miraba? ¿No te diste cuenta de su mirada? - Rebecca empezó a examinarme meticulosamente, como si quisiera asegurarse de que me estaba haciendo el tonto o de que realmente lo era.
- ¿Con una mirada de odio y desprecio? Una mirada que decía - "¿Qué demonios has hecho, estúpida?" - Y lo digo con suavidad.
- De hecho, es cierto, has hecho una estupidez. Lo has hecho sin querer, pero lo has hecho de todas formas, y hay que reconocerlo, - mi amiga nunca prefirió las mentiras dulces a la amarga verdad, así que siempre cortaba las cuerdas de forma brusca e irrevocable, por lo que no había duda de que estaba diciendo lo que realmente pensaba incluso ahora, - pero si dejamos eso a un lado, ¿quién se pondría en un aprieto así sin permiso, y aunque estuviera relacionado con la policía? Normalmente la gente sólo piensa en sus propios beneficios y adquisiciones, pero aquí un tipo está dispuesto a hacer cosas tan valientes por ti, que a la larga pueden volverse en su contra.
- Puede que sí, puede que tengas razón, - no quería discutir estos entresijos de mi relación con Oleksandr con Rebecca por el momento, así que acordé con ella no organizar un mercadillo en plena universidad, porque aquí había muchos oídos curiosos, y mi fama tras el desmayo ya me pesaba como un pesado yugo, - vamos a clase, no quiero meterme en más problemas. Ya tengo bastantes problemas, no quiero crear nuevos.
- Vale, vamos, pero tú todavía... - la chica iba a decirme algo más, por así decirlo, para expresar alguna opinión más sobre el caballo, pero al instante dejó de hablar y miró como si pasara de mí. Como si hubiera visto a un fantasma que la saludaba con su miembro. ¿O es que los fantasmas no tienen extremidades? ¿En qué demonios estoy pensando?
- ¿Qué te pasa? - Mi amiga estaba obviamente confundida por algo, y como últimamente me había puesto demasiado nerviosa, giré sobre mis talones en la dirección en la que miraba la chica y... preferiría ver allí a un fantasma de verdad, que pudiera atravesar paredes sin ningún esfuerzo extra, que a esta vil cara
- Di, no te pongas nerviosa, contrólate, - me advirtió Rebecca, porque ella también era consciente de la mala leche de la persona que estábamos viendo a pocos metros, y que se dirigía a propósito hacia nuestro dúo. Y me miraba directamente a los ojos... Con una mirada de odio que transmitía las peores emociones y sentimientos de este planeta Tierra....
- ¿Qué coño haces aquí, tonto? - ¿Qué posibilidades crees que hay de contenerse y no pegarle un puñetazo a una persona que te dice semejantes palabras y lo hace con gran odio?
- Estoy estudiando aquí, en realidad, pero qué demonios haces tú aquí, esa es otra pregunta, - de nuevo, esta zorra de Marki, que aparece cuando las cosas parecen mejorar en el horizonte en cuanto al futuro, pero al instante corrige este equilibrio de poder para peor, - Rebecca, ¿te acuerdas de esta persona? Porque no recuerdo a una alumna así estudiando en esta institución.
- Es la primera vez que la veo, - mi amiga me sigue el juego, pero lo hace de mala gana, sus ojos no tienen el brillo que casi siempre está presente en una chica, - vamos, tenemos que ir a clases.
- ¿Clases? - Seguí a mi amiga, pero una risita salvaje me llamó la atención, así que me giré para encarar a esta bastarda y averiguar qué quería de mí, ¿para qué necesita clases esta tonta si se va a pasar la próxima década entre rejas? Obviamente no le revisarán los deberes, y el principal problema será coger la balata a tiempo.
- ¿Oyes lo que quieres de mí? ¿Por qué te metes en mi vida? - Di dos pasos bruscos hacia Marky, lo que redujo la distancia entre nosotros al mínimo, ahora estábamos tan cerca que podía ver sus pupilas en ese momento.