De la casa de mi hermano hasta el bar donde trabajo hay quince cuadras, lo sé porque siempre las cuento. Es una rutina para mí ir contando cuántas cuadras hago de un lugar a otro, ya sea porque estoy llendo por primera vez o por rutina, eso se lo debo agradecer a mi madre, a causa de que utilizaba este método de contar las cuadras para que no me quejara.
Sonreí ante el recuerdo de mamá, era una mujer muy hermosa sin duda. Instantáneamente toqué el pequeño lunar que tengo en el hombro, era un toque nostálgico sin duda, ya que ella tenía el mismo. Pero las cosas cambian y el tiempo pasa, con desgana comencé a alejar la mano de la pequeña mancha marrón que había en mi piel, no me gustaba pensar mucho en mi madre.
Antes de lo pensado me encontraba en la cuadra del bar, era un lugar muy concurridos gracias al casino que había a unas cuadras y las peleas que se practicaban en el fondo del lugar. No eran peleas legales, pero tampoco eran tan conocidas, lo que hacía que solo los conocidos de las personas que asistieran vengan. Sin embargo, los días donde había peleas, sábados y domingos, el lugar estallaba de gente y, a favor de los empleados, también estallaba de propinas.
Las puertas grises del Bar Kook me recibieron como un cálido hogar, al dar un pasó dentro supe que había llegado temprano, pues no había nadie. Solamente estaban dos chicas acomodando las mesas y Rick preparando las botellas en la barra. Saludé con un pequeño beso en la mejilla a las dos muchachas y fui con mi compañero.
—Ricky ¿Cuánto tiempo?— Se dió vuelta de inmediato, desde que estaba aquí hicimos una conexión inmediata. Él estaba desde antes que yo entrará a trabajar y fue el encargado de enseñarme lo básico para sobrevivir aquí, luego aprendí sola y le di mi toque. Pero para mí, Rick era la representación perfecta de aquellos dibujos donde una persona se complementa con otra.
—Pequeñita, no sabía que ibas a venir ¿Qué te preparo?— Su apodo me causaba gracia, pues se aprovechaba de tener un año más que yo.
—Nada, tengo que trabajar. Pero si quieres, al final de la noche, hacemos un brindis por la promoción de nuestras dos asignaturas.
—Te dije que te quedarás más días en tu casa. No puedes vivir trabajando, te va a hacer mal.— Sin duda era como el hermano mayor que deseaba tener, no como Max.
—Lo sé, pero sinceramente me quiero largar de esa casa. Entonces ¿El trago al final?
—Ni lo dudes, sabes que contigo tomo hasta el agua del mar si es necesario.
Ambos chocamos puños y comenzamos a ordenar la barra juntos. Hacía un año que había dejado de ser camarera para pasar a ayudante de barra, que era casi lo mismo, solo que a veces preparaba tragas y otras los tenía que llevar a los clientes o las mesas.
—Sabes— Hice una pausa mientras tallaba una mancha que había en la madera, me estaba frustrando que no se quitara.— Creo que Collin me está ocultando algo.
Pude sentir como me compañero reía mientras pasaba un paño húmedo en las copas, no me agradaba para nada esa acción. Odiaba que hiciera eso, las copas estaban limpias, no había necesidad de ensuciarlas con un paño.
—No lo sé Emma ¿Tú crees que él te haría algo así? ¿A tí? ¿A su enamorada secreta?— La risa no tardó en salir de sus labios. Sin duda no le tendría que haber contado de mi pequeño enamoramiento.
—Sí, está actuando raro. Se va antes, no me contesta los mensajes sino horas después y, lo peor, no quiere que esté en su casa. Antes podía ir con tranquilidad y ahora, casi que me prohibió entrar.— La preocupación se hacía cada vez más presente en mi voz, no quería que Collin me dejara de lado o dejara de ser mi amigo, necesitaba una respuesta de alguien, aún que no sea de él.
—Sinceramente, para mí está saliendo con alguien y no quiere decirtelo.
Dejé de tallar la, ahora, nula mancha marrón de la mesa. Nunca había considerado la idea de que él volviera a salir tan rápido con alguien luego de Lilian, su exnovia, quien lo dejó por un amigo de su padre. Si bien estaba la posibilidad de que sucediera, nunca la consideré.
—Pero ¿Qué sé yo?— Sabía que Rick trataba de calmarme y lo logró, un poco, pero lo hizo.
Luego de la pequeña charla sobre Collin no tuvimos mucho más tiempo para seguir hablando, el jefe había llegado y quería hablar con nosotros. Sin embargo, creo que quería hablar más conmigo que con Rick, ya que él no parecía sorprendido cuando nos dijo que fuéramos a su oficina.
La oficina del jefe era un pequeño cuarto con un escritorio, dos sillas y una lámpara. Se encontraba llena de papeles y una pequeña caja fuerte en el suelo, junto a una pila de papeles con nombres y garabatos.
Al entrar ambos nos quedamos parados, él, por su parte, estaba sentado y nos miraba fijamente.
—Hoy tendremos una noche especial.— Dio una calada a su cigarro y luego de unos segundos expulsó el humo hacía un costado.— Tendremos una pelea, una pelea en un día especial. Por lo que quiero que las cosas cuesten un poco más.
—¿Cuánto más?
—Emma, cariño, ya me conoces. Al principio sólo unos dólares, a medida que van tomando más y más subes el precio.
—Listo ¿Algo más?— Rick me miró como pidiéndome perdón, yo sabía que esos ojos significaban que me habían involucrado en algo.
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Editado: 13.05.2019