Bailaba entre la gente, el humo se esparcía por toda la sala, mis ojos con lágrimas de tanto llorar, la música se escuchaba por toda la sala, pero por alguna razón yo no la escuchaba. Esa persona se había ido de mi vida para siempre y yo no podía asimilar todo lo que estaba pasando. No comprendía la gravedad del asunto.
Lo mejor era que, mientras yo me desmoronaba entre toda la gente, nadie me veía a mí, iban a lo suyo; Bailar, perrear, tal vez comerse entre ellos, pero mi mente seguía enfocada en un solo rostro; de esa persona que ya no está, y que posiblemente no vuelva a ver nunca más en mi vida.
Me habían llamado al celular horas antes del baile; era mi madre, anunciándome la ida de ese ángel, y recuerdo que después de enterarme, miré al cielo, y que a pesar que todo era un concreto gris, yo veía estrellas, ángeles con sus trompetas, anunciando la llegada de algo, o de alguien importante.
Pude ver, por ese mili segundo, que lo que decía mi madre era verdad. Esa personita se había ido para siempre, y yo dejé de ser ese afortunada persona, y ahora era nadie.
Nadie entre un montón de otros seres que no son nada, sumergidos en su alcohol y en su contacto corporal. En ese sentimiento que son felices, pero que en realidad, están siendo arrastrados por un sinfín de problemas; Depresión quizá, o ansiedad, todo lo que ellos no quieren que sepas, lo vi por ese mili segundo. Pero fingí no ver la realidad.
No le respondí nada a mi madre, solo le corté la llamada, miré al horizonte, y empecé a llorar, todo era tan rápido, todo se movía, tan rápido se movía todo, que parecía que Filipo Tomasso escribió mi destino, como también mis movimientos. Era la marioneta, o ese peón, o ese 'Sim' del tiempo.
La cagué, lo admito, y lo digo, perdí a ese alguien.
Ya no veo a esa persona.