Bastó simplemente abrir mis ojos para volver a desvanecerme de nuevo, en un vaivén de recuerdos.
Pegué un grito que tuve que callar cuando terminé de colocar la última pieza de mi chip, después de un año de arduo trabajo, entrega y dedicación he podido culminar.
Tome rápidamente una hoja y volví a asegurarme de que la puerta estuviera bien asegurada para poder empezar a escribir.
“Jedrek, si estas leyendo esto es porque lo que he estado pensando ha podido al fin funcionar. Necesito que entiendas sobre todo lo demás que una vez el aparato esté en el portador no va a poder ser retirado o de lo contrario acabaría con la vida de este inmediatamente.
El mecanismo de colocar es fácil, como si insertaras un micrófono dentro de algún espía, luego por sí solo empezará su proceso. Serán meses de acuerdo al sistema que Zarek, así que debemos tener paciencia, pero funcionará, créeme que acabará con él.
Ya sé en lo que estás pensando
Soy asombrosa, lo se.
Ultimamos detalles luego.
Te amo”
Unos golpes en la puerta me hicieron meter todo lo sospechoso bajo el tabladillo del suelo dentro de mi closet, lugar que solo lo conocía con Jedrek.
—Voy—grité abriendo la puerta encontrándome con su asquerosa sonrisa.
—Vamos muñeca, tenemos reunión.
—Annette, come un poco. Necesito que recuperes energía para viajar.
Miré a Jedrek recordando mi pesadilla y lo nítido se vuelve nubloso de nuevo sumergiéndome en la vida de pesadillas que he llevado.
—Debo agradecerte por lo de aquel día
—No tienes por qué. No deben usarte como una maldita rata de laboratorio.
La oscuridad de la noche nos había envuelto, la azotea se había convertido en nuestro lugar seguro. Desde la última práctica no se ha vuelto a despegar de mí, está dispuesto en cumplir aquella promesa que escuché luego de segundos de sufrimiento.
—Yo acepté desde un principio, son las consecuencias.
Me miró y sin decir nada sentí como si me susurrara
“Desde antes de estar aquí no tenías opción”
Era como si algo dentro de mi sintiera que estaba destinada a esto. Les debo gratitud desde aquella noche donde nos salvaron del ataque de bandidos y mi madre se sacrificó para que yo viviera.
Me dieron la mano, alimento y vestimenta a cambio que trabaje para ellos.
O eso era lo que había creído hasta que una duda se insertó dentro de mí.
Cierro los ojos y recuerdo a mi madre contándome historias, a las dos bailando en casa y saliendo por la mañana a comprar el pan. Lo felices que éramos solo las dos como un cuento de hadas en el pueblo más alejado, hermoso y mágico del país.
—Chicos, deben bajar. Los buscan.
Ambos miramos al portador de aquella voz.
Jan...
—¡ANNETTE!
Su grito me trajo de vuelta a la realidad. Miraba mi alrededor confundido, sintiendo mi cuerpo sudoroso a pesar de oír los estruendos fuera de casa debido a la tormenta.
—Estoy bien— dije esto más por mí que por él.
En su rostro se reflejaba el cansancio, el miedo y la angustia de todo lo que sucedía.
Los estruendos retumbaban en la casa y en nuestra vida. Como si aquella tormenta anunciara una peor y peor. Tiemblas bajo las sábanas, cierras los ojos ante la luz y ruegas porque se acabe mientras terminas durmiéndote.
Pero en esta pesadilla no puedes dormir, no puedes fiarte de quienes te rodean o el monstruo atacará cuando menos te lo esperes.
—Tengo que inyectarte esto, pero necesito que estas despierta en todo el proceso pase lo que pase ¿Entendido?
Miré el líquido dentro de la jeringa y me retorcí recordando viejos traumas.
—No creo que pueda—murmuré.
Tomó mi rostro he hizo que lo mirara—Debes hacerlo o empeorarás, te necesito viva en esta y en todas las vidas posibles.
Le sonreí—En algún momento me has de perder, ahí no podrás hacer nada ¿Eres consiente de eso?
Suspiró negando aquello y mirando hacia otro lado—No hablemos de eso, tenemos que hacerlo.
Movió el cabello que se encontraba en mi hombro y mirándome insertó la aguja dentro de mí, sentí aquel liquido recorre mi sistema y fue como si de nuevo otra barrera de mi mente fuera abierta.
—Estoy aquí, no temas.
La vista nublosa, el sabor amargo en mi boca y los recuerdos mezclados con voces me destruían por dentro, él no las escuchaba, Jedrek no los veía y sus malditas palabras de “tranquila” “estoy aquí” “todo estará bien" no servían.
El no entendía lo que yo sentía.
¡ANNETTE!
¿Estas bien?
Estoy acá.
¿Me quieres?
Te amo, desde que te conocí de una manera inexplicable.
Y con esta última frase volví a mi sintiendo sus brazos rodearme.
—Tranquila, ya todo paso. Vas a estar mejor.
De pronto la lluvia ya no caía tan fuerte, y una rara calma se apropió de la habitación. No sé si era la situación o lo que me inyectó, pero si era esto último podría pedirlo siempre para estar mejor.
Al sentir cómo sus brazos me rodeaban se insertó en mi la calma que necesitaba para toda mi vida.
—Jedrek.
—¿Sí?
—Te amo.
Sentí su pecho vibrar de una ligera risa.
—No te conoces Annette, no te amas actualmente a ti misma. No puedes amarme.
—Lo he hecho desde siempre.
—Se que lo hacías antes, pero ya no. Ahora ya no lo haces.
Me incorporé poniendo mi barbilla en su pecho para poder mirarlo—Perdón por cómo me he comportado estos días y por todo lo que te he dicho.
Sonrió tan lindo como siempre lo hacía—No mates más tu cabeza con esos pensamientos, no tienes la culpa de nada.
Sonreí deteniéndome a observarlo detalladamente como si antes ya no lo hubiera hecho. Miré sus labios y no lo pensé cuando los míos ya estaban encima de los de él. Le costó reaccionar y responder con el mismo ritmo e ímpetu.