Al aterrizar me sorprendí del gigante laboratorio que escondía la fachada de la casa, tenía lo mejor en inteligencia que parecía tan irreal recordarlas todas, todo estaba listo y sentía la presión aumentar con el tiempo.
¿Por qué alejarnos tanto de este sitio?
Para no regresar, claramente. Zarek no quiere que volvamos ni en quinientos años, o bueno no desea en especial que yo vuelva.
—Tendré que ir primero, si existiera una alteración en el tiempo y allá pasen las horas más lento podré soportarlo mientras te espero.
Me llevó hacia la máquina sentándome en la camilla que ya se encontraba preparada, y se dispuso a enseñarme los botones que tenía que presionar, el cronómetro y como cerrar bien la máquina. Era parecida a las que se encargaban de realizar tomografías, pero más impotente y la percibías más temeraria.
Tomó mi rostro con una mirada angustiante haciendo que nuestros ojos conectasen—En la única persona que podemos confiar allá es en Dariana, tendremos que contarle todo luego que te recuperes e ingeniar miles de cosas, lo primordial ahora es regresar.
—Tenemos que hacerlo ya, todo va a salir bien—dije en voz alta para calmarlo, pero en realidad solo quería hacerme creer tal afirmación a mí misma.
Tenía miedo.
Mucho miedo, y no podía luchar contra él.
—Ven aquí.
Sus brazos me rodearon en un abrazo con miles de sentimientos de por medio, le devolví el gesto sin ganas de soltarlo por miedo, miedo a perderlo, miedo a morir.
Miedo de todo lo que vendrá, de lo que fue y de lo que podremos encontrarnos allá.
Miedo de olvidarlo otra vez.
—Te amo Jedrek, recuerda eso siempre.
—¿Me amas?
La confusión después de esa noche que explote era comprensible, pero siento que la amo que si solo uno pudiera volver dejaría que él lo haga.
—Te amo Jedrek, en esta y en todas mis vidas, aunque me vuelva loca y pierda la memoria.
Sonrió—Y yo te amo a ti Annette.
Me dio un corto beso en los labios, me dejó cerca de la máquina y empezó a programarla para él partir primero, antes de subir a ella sonrió y me pidió que no tardara, que me estaría esperando al otro lado.
Parece idiota meterse de nuevo a la cueva del lobo cuando ya habías huido de él. Pero necesitas enfrentarlo y recuperar la clama del bosque.
Se que Jedrek pudo curarme acá fácilmente y ser felices solos para siempre.
¿Pero qué sucede con el bosque?
No lo podemos dejar solo y ser egoístas.
Tenemos que librarnos del lobo para poder disfrutar la noche y sonreír cuando sale el sol, simplemente disfrutar del día en todas sus facetas sin miedo.
Una lágrima cayó por mi mejilla al ver su cuerpo desaparecer como por arte de magia.
Claro que me vas a esperar, siempre lo has hecho.
Me levanté con la poca fuerza que tenía en aquel momento y programé la máquina con treinta segundo, me acosté y cerré la bóveda.
20
—Mami, ¿Duermes conmigo?
15
—No tienes más opción, Annette.
10
—Cásate conmigo.
5
La muerte nos ama
Sentí mi cuerpo moverse entre espasmos y luces, muchas luces que acompañaron el "viaje" de regreso, cuando todo se hizo negro pude descansar, ya todo lo malo había pasado y podría dormir tranquila.
—¡Nunca me dejas salir! —le grité a mi madre subiendo las putas escaleras de la casa.
La rabia no me permitía pensar con claridad, vivimos a una hora y media de la ciudad más cercana, de las fiestas, de la vida y la algarabía. Aquí somos pueblerinos de una comuna poco turística. Nos conocemos todos y hacemos la misma rutina todos los malditos días.
He deseado siempre irme para conocer el mundo mejor, estudiar fuera pero no me deja y tampoco puedo dejarla sola.
A veces pienso que es una egoísta y no ve lo que deseo.
Su mejor argumento: Allá afuera es peligroso.
Todo es peligroso para ella.
El abismo, la gente, la calle, las escaleras.
Las horas pasaban y los mensajes de mis amigos llegaban a mi celular, deberíamos salir a las ocho de la noche para llegar allá alrededor de las diez.
Mira el sol ocultarse y la gente desaparecer por las calles.
¿Qué sería de la vida sin un poco de diversión?
Tomé mi celular y abrí el chat grupal.
"Me esperan en nuestro lugar"
Claro que iría, no me quedaría aquí ni en cien años.
—Annette.
El susurró de su voz me hizo mirarla. Se encontraba apoyada en la puerta con su mirada tan tranquila, mi madre era la personificación del mar en calma.
—Mande.
—¿Puedo pasar?
Reí—Nunca has necesitado permiso, además estas prácticamente dentro.
Sonrió y se sentó a mi lado.
—Se que como hija ves lo malo, pero créeme que si fuera otro día te dejaría ir. Hoy no, es por tu bien. Necesito cuidarte y tenerte a mi lado algunos años más. Ya podrás celebrar otros cumpleaños a lo grande.
—No me puedes tener a tu lado toda la vida, mami.
Sonrió—Lo sé, pero unos cuantos años más es suficiente.
Nunca le había gritado y la conciencia ahora me estaba carcomiendo porque me iba a escapar.
—¿Por qué no quieres que salga del pueblo? —le pregunté.
—El mundo allá afuera es malo.
Reí—¿Aquí nadie es malo? Según tu.
—Todos tenemos un poco de maldad internamente, pero aquí puedo cuidarte mejor de ellos.
—Perdón por gritarte.
—Tienes mi perdón, ahora descansa. Te quiero mi niña, mañana será un mejor día.
—Te amo mucho, mucho.
—Yo también te amo, Annette.
Me dio un beso en la frente y salió de la habitación.
Escuche atenta a los pasos hasta que estos se desvanecieron. La oscuridad había hecho presencia en esta noche.