Desde entonces, al ir a vigilar a Meridian, Nail se quedaba a su lado mientras ella trabajaba, la muchacha le conversaba sobre donde había estado, sobre sí misma era muy reservada, pero a pesar de eso él supo que venía de otro universo donde su raza esclavizaba personas de otros mundos, y los vendían, al igual que tenían "protectorados" en otros planetas, que les pagaban impuestos por "cuidarlos".
— ¿Y qué le pasó para que terminará así? — Nail apuntó a su nave.
— Es que... alguien no estuvo de acuerdo con una decisión que tomé — respondió irónica.
— ¿Qué pudo ser tan grave?
— Ya es tarde, voy a dormir, ha sido un día pesado, ya casi tengo un tercio listo, antes de dos meses tendré todo listo — miró a ver que expresión tenía el otro, que seguía con su sonrisa normal.
— Me alegró por usted, pronto podrá reunirse con los suyos, hasta mañana — dijo el guerrero y se fue a su casa.
Ella no durmió nada esa noche, estaba confundida, por primera vez alguien la trató con cariño, pero fue porque la pelota verde se lo pidió, pensó, no era porque él quería estar con ella, era tan tonta se dijo una y otra vez, él solo cumple con su deber. Y aunque no fuera así, tenía una sentencia de muerte sobre tu cabeza, y sería así mientras se logrará mantener con vida. La muchacha recordó lo que siempre le decían en su planeta natal, nosotros no tenemos derecho a amar, solo debemos vivir para servir al imperio.
Durante algunos días ella trato distante a Nail, hasta que no pudo más y volvieron a su rutina del último tiempo entre ellos. Cada día se llevaban mejor, incluso salían a caminar en las tardes, él le conversaba del lugar, de las personas, y de la historia de su raza, debido a eso llegaron los dos meses, y todavía la nave tenía trabajo que hacer. En el último tiempo se les había unido Dende, que echaba de menos a su amigo, a quien admiraba.
Una tarde que el niño y el guerrero entraron al agua a refrescarse, Meri los miraba melancólica, si su vida hubiera sido como la de los demás de su raza, ahora tendría un compañero y algunos hijos, a quienes debería haber tratado desde que nacieron como escoria para hacerlos fuerte, como a mí, suspiró, se alegró de no haberlo hecho, nunca hubiera tenido un pequeño para tratarlo como basura.
— ¿Qué piensa Srta. Meri? — le preguntó Dende al verla tan meditativa.
— En que pronto deberé irme, echaré de menos... estos árbolitos, son muy lindos, y me siento muy cómoda en su sombra.
Por fin luego de un mes más todo estuvo casi listo para irse, por más que quería seguir con ellos, sabía que si no se iba pronto sus perseguidores la descubrirían, eso sería fatal para los que le ayudaron, era mejor seguir huyendo y que los namek siguieran su tranquila vida.
Cuando faltaba una semana para que Meridian se fuera, ella ya no podía dormir, y lo mismo le pasaba a Nail, estaba inquieto por las noches en la casa del Gran Patriarca, se sentía muy angustiado al saber que ella se iría a seguir su destino. Desde que conoció a la mujer había desarrollado sentimientos y sensaciones muy extrañas que no lograba identificar, por un lado se alegraba por la mujer, que podría siguiera su camino, lo que era importante para ella; pero a él le dolía saber que no la vería más.
— ¿Qué te ocurre? — le preguntó el Gran Patriarca, que se sentó a su lado, sentía que el alma de su hijo amado estaba complicada.
— Es que... me gusta conversar con Medirian, es una mujer con muchas aventuras, me siento muy contento y cómodo a su lado, además es una gran luchadora. En 7 días se va y yo no sé... — hasta que miró al anciano, recién sé sincero con lo que rondaba en su corazón — desearía pedirle que se quede para... que viva conmigo... ¿Qué me pasa? — terminó muy confundido.
El hombre mayor sonrió benévolo, miró al cielo pensando cómo decirle a su hijo lo que le ocurría, sabía que eso lo descolocaría.
— Estás enamorado de ella.
— Pero nosotros... no nos pasa eso.
— Eres muy especial, siempre lo fuiste, ahora eres el primero que se enamora de una mujer, no es malo, si es lo que tu corazón te manda, díselo, no dejes que ella se vaya, harán una bella pareja juntos.
— Pero ¿Y si no siente lo mismo?
— Puede ser, pero si no le preguntas como sabrás, solo sé fuerte y enfrenta tus miedos, pase lo que pase es mejor que está inseguridad que estás sintiendo ahora.
— No sé cómo decírselo ¿Se hace de una manera especial? Creo que tienen ceremonias para esas cosas.
Esa noche el Gran Patriarca le explicó todo lo que sabía de los seres sexuados, y como eran muchas de las costumbres de ellos para emparejarse.
Al otro día, el guerrero iba con mucho nerviosismo a ver a Meridian, sabía que la amaba, pero le complicaba como hacerse entender.
— Debo decirle algo.
— ¿Qué te pasa Nail? — preguntó la mujer, curiosa al verlo tan complicado.
— Es que... me di cuenta... que la amo, quédese conmigo — le trato de tocar la mano, pero ella, que primero se quedó quieta, lo rechazó y su expresión se volvió de ira.
— Estás loco ¡No te amo! Nunca hice nada para que pensarás que yo... jamás me interesaría en un ser que no es hombre ni mujer. Por favor, pídele a otro de ustedes se quede a mi lado hasta que me vaya, no te quiero ver más aquí... ¡Me das asco! ¡Eres un monstruo! — terminó gritando.
Nail, acusó el golpe emotivo, pero solo por un segundo, luego volvió a su actitud seria, puso sus manos a su espalda.
— Mandaré a Dende, sé que usted y él se llevan bien. Adiós.
Se fue volando lo más digno que pudo.
Apenas Meridian vio que el guerrero se perdió en el horizonte, se metió en su nave, la mujer lloró de felicidad y de tristeza, estaba alegre porque ella también lo amaba, pero sabía que eso no podía ser, no lo pondría a él ni a las buenas personas del lugar en riesgo.
El namek, cuando ya no lo veía la muchacha, derramó algunas lágrimas, al llegar a donde el Gran Patriarca, volvió a su actitud normal.
Editado: 07.08.2020