El carro de mi padre estaba estacionado afuera de la casa, eso era demasiado extraño porque papá nunca salía del trabajo a menos que fuera una urgencia. Ese pensamiento hizo que mi corazón se acelerara. Podía sentir mis manos temblar mientras caminaba hacia adentro de la casa, teníamos más de dos años viviendo en Nueva Orleans y mi padre nunca había dejado el trabajo. Dejé caer mi mochila en la entrada y comencé a subir las escaleras que me llevarían hasta su habitación. La puerta estaba entreabierta y me acerqué lo suficiente para escuchar si estaba ahí.
Se escuchaba un sonido extraño. Cuando me tranquilicé lo suficiente lo escuché con claridad, era un sollozo.
¡Mi padre estaba llorando!
Abrí la puerta dejando de ser cuidadosa cuando lo vi. Estaba sentado al borde de la cama, sus codos apoyados casi en las rodillas y sus manos sobre su rostro. Solo había visto de esa forma una vez a mi padre y fue cuando mamá perdió a mi hermanito.
― ¿Papá? ― Él levantó la vista, sus ojos hinchados y lágrimas cayendo por sus mejillas.
No pedí ninguna explicación, simplemente me dejé ir hacia él y lo abracé con fuerza.
―Lo siento tanto Gabby― me dijo con su voz quebrada.
― ¿Qué ha pasado? ― le pregunté con un nudo en la garganta. Siempre me había dolido ver a mi padre triste.
Él me separó de su cuerpo y tomó mi rostro. Me observaba atentamente, besó mi frente y me atrajo a su pecho.
―Tu madre me ha llamado, yo quería ir por ti a la escuela pero no quise decirte nada hasta que estuvieras en casa.
― ¿Por qué ha llamado? ― Su suspiro solo hizo que esperara lo peor.
―Tu madre está enferma cariño, ya he marcado a tu escuela para darte de baja, nos iremos a vivir a México― me separé de mi padre abruptamente. Esto no era algo que el haría, el jamás dejaría que yo abandonara la escuela. Las cosas debían ser demasiado graves para que el hiciera eso.
― ¿Qué es papá? ¿Qué es lo que tiene mamá?
―Tiene cáncer cariño, le queda poco tiempo― dejé salir un gemido ahogado y las lágrimas salieron rápidamente de mis ojos. Papá me tomó en sus brazos y nos dejamos llevar por el dolor que sentimos en ese momento.
―Lo siento cariño― seguía diciendo en mi oído. Desearía saber porque se disculpaba pero el dolor era tan fuerte que no podía pensar en nada más, solo en que perdería a mi madre para siempre.
***
El sonido de mi celular me despertó. Dejé escapar un sollozo cuando me sentí de nuevo en la realidad. Había sido un sueño. Recordaba poco de ese día, no recordaba haber hecho la maleta ni el viaje en avión, solo tenía en mi mente ese momento cuando mi padre me había dicho que mamá estaba enferma. Mi celular volvió a sonar y solo lo coloqué en mi oreja.
―Hola― la voz de Kylan me llegó desde el otro lado de la línea. Yo aún seguía aguantando mi llanto― ¿Gabby? ¿Estás ahí? ― dejé escapar un sollozo y me quebré completamente― ¿Gabby que está mal? Habla conmigo linda.
―La extraño tanto Kylan― me dejé caer sobre las mantas mientras el dolor me tomaba por sorpresa. Él se quedó en el teléfono conmigo hasta que me tranquilicé. Cuando dejé de hacer ruido él habló.
― ¿Gabby?
―Sigo aquí― dije limpiándome la nariz con el dorso de mi mano.
―Iré a tu casa dentro de media hora, lleva ropa deportiva y prepara un cambio extra en una mochila. Nos vemos allí― no me dio tiempo de réplica, me levanté y lo más dignamente posible arregle mi cara y cabello. Me vestí como pidió y al poco tiempo estaba bajando a la primera planta de la casa para esperarlo. Papá no se encontraba ya que era sábado, tragué el nudo en mi garganta y al poco tiempo escuché el timbre.
Kylan tenía una cara seria. Llevaba puesto un pantalón de pants y un suéter. Sus ojos me veían a través de sus lentes, no podía creer que no tuviera calor con el clima de Florida.
Él se acercó sin decir nada y me abrazó. Suponía que en estos momentos cualquier palabra podía estar de más. Él era mucho más delgado de lo que aparentaba pero parecía tener un buen cuerpo. Tranquila Gabby. Deja de manosearlo. Se alejó de mí rápidamente.
― ¿Has comido algo? ― me preguntó viéndome a los ojos.
―No― dije tragando el nudo en mi garganta.
Kylan tenía un carro sencillo y acogedor, no hablamos durante el camino pero no fue incómodo. Él tenía una estación de radio con éxitos de la música en inglés.
Cuando se estacionó me sorprendió ver que habíamos llegado a un lugar donde vendían jugos naturales.
Antes de entrar Kylan me colocó unos lentes obscuros, suponía aun debía tener mis ojos rojos así que agradecí con un asentimiento su gesto.
Cuando entramos él no me dio tiempo de escoger mi jugo sino que pidió dos del mismo tipo y nos llevó a una mesa alejada de todos. Para ser sábado en la mañana había muchas personas.
―No tenías que pedir por mí― dije molesta tomando mi jugo.
―Debía pedir por ti, este jugo es especial para lo que haremos el día de hoy― ni siquiera sabía que estaba haciendo con él. Quizá debí encerrarme en mi cuarto a ver películas tristes, comer helado y llorar. Eso siempre me hacía sentir mal pero al siguiente día mejoraba.