Gabby
Pequeños gritos infantiles seguidos de risas me despertaron por segundo día consecutivo. Podía escuchar la voz de Lena regañando a los niños que no querían tomar un baño. Desactivé la alarma mucho antes de la hora programada, al parecer todos los Adams tenían algo por levantarse muy temprano. Los gritos que se escuchaban fuera de mi cuarto me impidieron seguir más tiempo en la cama.
Mi padre había decidido comprarme un nuevo celular dado que había perdido el mío. Lo conecté a unas bocinas en mi cuarto, no eran de gran tamaño pero tenían un buen sonido. Pasé por mis listas de reproducción y puse el volumen solo para que se escuchara la música en mi cuarto, sabía que era algo estridente por lo que no quería molestar a nadie. El sonido de la batería más la voz gutural del cantante principal me hizo sonreír un poco y no pensar en lo que había fuera de ese cuarto. Estaba creando una pequeña fantasía donde todo estaba bien y realmente no me importaba mucho
Mi estado de ánimo no se podía considerar perfecto pero si me sentía mucho mejor, comencé a balancearme con el sonido de la música, y a cantar en voz baja. Por alguna razón la música de rock era la única que lograba relajarme, comencé a subir mi tono de voz hasta intentar igualar los gritos irregulares del cantante principal. Mientras cantaba a todo pulmón comencé a arreglarme. No me gustaba perder mucho tiempo en la mañana.
Mientras paseaba de un lado a otro una imagen de mi abuela bailando con mi madre en la sala de estar de nuestra casa en México me hizo sonreír. Ese día había sido el aniversario de la muerte de mi hermano, mamá había estado tan triste y yo no recordaba que la podía tener así. Cuando la abuela llegó a casa hizo todo lo posible por hacerla sonreír. Mi abuelo y yo habíamos terminado riendo mientras veíamos a mamá y a la abuela montar una coreografía para nada buena. En cuanto Diego llegó a nuestras vidas el abuelo dijo que era hora que hubiera otro hombre en esa casa.
―Lo hago por ustedes― susurré al viento mientras seguía cantando con la imagen de mi madre sonriendo mientras intentaba seguir los pasos de mi abuela. Terminé de arreglarme rápidamente cuando vi que faltaba una cosa; mi cabello.
Cuando pase mi año en México había decidido hacerme un corte casi a rapa por mi madre. Había donado mi cabello y después había seguido cortándolo. Eso hasta que lo comencé a dejar crecer de nuevo. No lo había cortado en mucho tiempo y casi me llegaba a la cintura. Necesitaba un corte rápido porque me daba mucha flojera peinarlo. Decidí hacerme una cola de caballo en alto, me reí de mi misma cuando mis brazos dolieron por el esfuerzo de mantener el cabello arriba. En definitiva necesitaba a Kylan para que me ayudara con ello.
No tuve mucho tiempo para distraerme pensando en él cuando un pequeño torbellino de siete años paso corriendo junto a mí y se escondió detrás de mí tomando mi cintura desde su escondite para asomarse y ver a Mason observarla.
― ¿Qué está pasando aquí? ― grité alejándome un poco de Tracy para verlos a ambos. Los vi hacer una mueca cuando el grito gutural salió de las bocinas, eso me hizo sonreír un poco era una de mis canciones favoritas. Como vi que ninguno contestaba me acerqué rápidamente a bajar el volumen esperando que alguno se decidiera a hablar.
―Mason quiere peinarme― Tracy se había vuelto a colocar detrás de mí señalando a Mason, no pude evitar sonreír aunque intenté disimularlo. Podía ser desagradable con Mason pero los niños no tenían la culpa. Miré a la pequeña intentando descubrir porque eso era tan malo.
― ¿Por qué no quieres que Mason te peine? ― ella hizo una mueca terrible.
―La última vez que mamá le dijo que me peinara me hizo una coleta por un lado― me imaginé la coleta y no pude encontrar nada malo.
― ¿Por qué eso es malo? ― hice la pregunta aun temiendo la respuesta. Tracy parecía verdaderamente asustada de que su hermano la peinara.
―La hizo mal, debía estar en el centro, cuando llegué y los niños se burlaron de mí y la maestra tuvo que volver a peinarme― ella recogió su cabello y señalo en donde había estado su cola de caballo me compadecí un poco.
Divertía miré a Mason que a su vez miraba a su hermana como si lo hubiera traicionado. Le arrebaté el cepillo de la mano y acerqué a Tracy a la cama para comenzar a peinarla. Cuando mamá perdió su cabello papá le había comprado algunas pelucas. Mamá y yo teníamos la costumbre de hacer algunos peinados con ellas. Eso hasta que papá nos descubrió jugando con ellas en lugar de que mi madre las utilizara. Mamá se quedó con una de ellas y las demás las regaló a otras mujeres que como ella estaban pasando por un momento difícil. Había conocido a algunas de esas mujeres cuando acompañaba a mi madre a la quimioterapia y se sentía increíble saber que había contribuido a algo bueno.
―Listo― dije viendo una sencilla pero derecha cola de caballo.
―Gracias Gabby, me alegra que seas mi hermana― me quedé en shock viendo cómo salía del cuarto sonriente gritándole a su madre que la había peinado. Nunca había sido llamada hermana, me sentía como pez fuera del agua y solo era el segundo día.
―Gabby… ― miré a Mason que aún se encontraba en mi cuarto. Me acerqué de nuevo a las bocinas sin mirarlo.
―Déjalo Mason― escuché como suspiró a mis espaldas.
―Gracias por ayudarla― volví a subir el volumen de la música y esta vez puse el pestillo, no deseaba otra interrupción, no quería involucrarme con otra familia.