Kylan
Mis sesiones de terapia estaban por terminar, el Dr. Gibson decía que estaba listo para enfrentarme al mundo solo. Según sus palabras los problemas son parte de la vida solo hay que aprender a manejarlos y yo lo estaba haciendo bien.
Después de un increíble fin de semana con Gabby regresar al instituto casi se sentía irreal, era la última semana de clases y quería decirle a mi adorable novia que para navidad teníamos planeado un viaje a México. No estaba seguro si su padre la dejaría viajar con nosotros pero estaba seguro que ella adoraría ir.
La fecha para el torneo de kickboxing se aproximaba y sentía la presión por parte del entrenador. Utilizaba con frecuencia los ejercicios de respiración que había aprendido en terapia para no comenzar a gritar a todo el mundo y poder relajarme un poco.
Había llegado temprano a la escuela. Como después tenía entrenamiento no había pasado por Gabby, se sentía extraño no ir por ella en las mañanas. Me recosté sobre mi coche antes de ver por fin aparecer a mi novia acompañada de Mason.
Se veía tan hermosa, su cabello corto le sentaba increíblemente bien y tenía una sonrisa en el rostro. Algo que atesoraba más que cualquier otra cosa.
―Deberías limpiarte la saliva, casi me resbalo― me giré para encontrar a David burlándose de mí.
―Gracias amigo.
―Fue un placer no hacerte quedar como idiota, ahora ve por ella.
Me despedí de él con una fuerte palmada en la espalda. Esperando el momento en el que Gabby llegara hasta mí y pudiera sostenerla entre mis brazos.
***
Cinco minutos más tarde y el entrenador me mataría, llegué corriendo al centro de entrenamiento. Había tenido una particular despedida con Gabby que nos llevó más tiempo del esperado. El entrenador se la pasaría regañándome toda la tarde si no llegaba a tiempo. Estuve listo en tiempo record llegando a tiempo al entrenamiento.
Entrenar a pesar de ser cansado era una de las cosas que más me gustaba hacer. Mis amigos decían que verme entrenar era raro porque generalmente me la pasaba en una computadora, cosa que no había tenido tiempo de hacer en los últimos días.
Correr, saltar la cuerda, golpear el saco de box, practicar con el entrenador, sentir el sudor por mi cuerpo. Pocas personas podían entender el sentimiento de tensar todos tus músculos con el mayor esfuerzo para después sentir la paz de relajarlos.
Los latidos de mi corazón acelerado interrumpían al sonido irregular de mis respiraciones mientras entrenaba, tomé una gran bocanada de aire antes de lanzarme en una patada que terminó por tocar el pecho de mi entrenador.
―Bien hecho Kylan, mañana te daré el día libre― Marc me sonrió antes de tomar mi pie y dejarme caer sobre la colchoneta.
―Tramposo― gruñí recuperando el aire que me había hecho perder la caída.
―Solo lo justo. Ve a las duchas, apestas― me reí desde mi lugar levantándome sobre mis codos.
Fue entonces cuando la vi.
Su cabello estaba teñido de rubio, un pirsin[1] sobresalía de su ceja izquierda, pero lo que más me llamo la atención fueron sus ojos. Se encontraban completamente rojos y bajo ellos unas ojeras se extendían como si no hubiera dormido en días.
Sharon estaba aquí.
Mi corazón comenzó a latir desbocado, podía sentir como el aire comenzaba a faltarme, mis manos estaban temblando y sentía como perdía el control de mi cuerpo. Mi pecho comenzaba a doler y me sentía impotente. Me envolví a mí mismo sintiendo como todo pronóstico de mejora huía por la ventana.
―Kylan― el llamado de mi nombre era tan lejano. Solo el dolor de mi pecho y la sensación de que iba a morir asfixiado existía en ese momento. Kylan respira. Cuenta conmigo, uno… dos… tres… Respira reten el aire, uno… dos… tres… ahora exhala. La voz del Dr. Gibson repetía en mi cabeza los ejercicios de respiración que había aprendido en terapia una y otra vez.
La rutina se repitió tantas veces hasta que mi cuerpo se relajó. Aún sentía los temblores en las extremidades pero era algo completamente superable. No abrí los ojos de inmediato. Dejé que mi cuerpo se recuperara del evento que había vivido. Era muy fácil olvidar lo que se sentía mientras no sucedía, pero cuando la sensación regresaba a mi pasaba días temiendo que volviera.
Cuando volví a tomar conciencia de mí mismo noté unas manos sobre mis hombros. Me tensé mi cuerpo de pronto se sintió pesado, al levantar la mirada ella estaba allí frente a mí. Tan parecida y tan diferente de como la recordaba. La chica que parecía de hielo desapareció para dar paso a una persona completamente distinta.
―Quita tus manos de mis hombros― no esperé que mi tono de voz fuera tan mordaz, pero había pasado tanto tiempo odiándola como para olvidar tan fácil lo que había pasado entre nosotros.
―Lo siento― se alejó asustada de mí como un pequeño ratón.
― ¿Qué haces aquí? ― decidí levantarme. Me sentía algo indefenso a su lado, como si todavía pudiera hacerme daño.
―Te he seguido, el Dr. Gibson dijo que me mantuviera alejada de ti.
― ¿Él te dijo algo sobre mí? ¿Eso no es ilegal? ― ella retrocedió ante mi tono, poniéndose de pie.