No tienes que amarme

La mañana después...

Despertar en la misma habitación que Ratko fue incómodo, abrí los ojos solo para verlo sentado en una silla, leyendo unos informes con esa indiferencia que le caracterizaba y que parecía lucir como una armadura. Apenas me vio resopló, antes de levantarse y retirarse a la pequeña salita adjunta. Caminaba con la frente en alto, cada paso resonaba en la fría habitación .

 

-Los reyes desean almorzar con nosotros, te sugiero que comiences a prepararte. Si bien este matrimonio no es de mi agrado, será mejor que causes una buena impresión en mis padres. Ya sabes, sonrie un poco.-Dijo desde la puerta, desapareciendo por completo mi buen humor matutino.

 

-Tal vez sonreiría si mi "querido esposo" me diera más razones para hacerlo.-Respondí, no era conocida por quedarme callada ante una ofensa .- Además no estoy muy segura de que tu sepas sonreir.

 

-Soy tu esposo, no un bufón privado.

 

-Soy tu esposa, no una estatua sonriente.

 

Curiosamente el intercambio de palabras con alguien tan inteligente como yo resultó casi electrizante, era agradable ignorar el decoro y los protocolos a favor de una batalla de intelectos y habilidad con las palabras. Eso no evitaba que el principe Ratko fuera la persona más insoportable, testaruda e intransigente que había conocido en mi vida.Mi menor preocupación era una comida en compañía de los reyes, más tarde tendría que visitar al gran sacerdote y pedirle que sellara mi magia (como si de verdad lo pidiera de manera voluntaria). 

 

-Bueno, esposa mía, será mejor que te apresures.

 

-Si salieras de la habitación tal vez lo haría...

 

Ratko salió, cerrando con fuerza la puerta de la salita. Fiel a mi palabra me apresuré a asearme, vestirme y peinarme, dejé mi cabello suelo, los rizos oscuros enmarcando mi palido rostro, un claro contraste al vestido morado oscuro que elegí usar ese día. Por lo general una dama tendría mi ropa del día lista, sin siquiera preguntar si de verdad quería ponerme un vestido de varias capas con un corset y tres crinolinas. Aproveché mi libertad temporal para vestirme de manera cómoda, sin corset y sin crinolinas impidiendo cada pequeño movimiento.

 

Por su parte mi esposo se vistió con una elaborada túnica gris, complementada a la perfección por pantalones negros y botas de cuero.Su cabello fue meticulosamente peinado y decorado con su corona dorada. Una imagen capaz de robar los corazones de decenas de damas en la corte, a mi su atractivo me hacía odiarlo más, ¿Por qué tenía que ser tan perfecto? Si las cosas seguían así acabaría enamorandome de él, algo que deseaba evitar a toda costa.

 

-¿Vamos? -Preguntó ofreciendome su brazo antes de salir de nuestros aposentos. Coloqué mi mano a la altura de su codo, permitiendo que me guiara al solario,

 

Caminamos en silencio varios minutos navegando con facilidad los fríos corredores de piedra gris, la actividad en el castillo aun era mayor de lo usual, muchos invitados de la boda tardarían varios días en retirarse, logrando que los pasillos estuvieran llenos de personas desconocidas, al igual que los jardines y demás areas comunes. Llegamos pronto al solario, una pequeña terraza con paredes y techo de vidrio, con delicadas plantas florales dandole un toque de vida al lugar. Desde ahí se alcanzaba a ver el bosque al Oeste, justo enfrente de las montañas que servian de frontera. 

 

Los reyes ya nos esperaban, sentados a una pequeña mesita redonda cubierta con bandejas de alimentos diversos, había frutas, panes, conservas dulces, galletas y un perfumado té herbal. Mis padres me miraban, buscando algo en mi rostro que pudiera tranquilizarlos. Sonreí, su angustia era dificil de soportar, siempre hice todo a mi alcance  para aligerar su carga, reinar no era sencillo...

 

-Principe Ratko, tengo entendido que piensan vivir en el Oeste.-Comentó mi padre, intentando sonar lo más casual posible.- Me preguntaba si podrían regresar al Norte durante la primavera, los paisajes son hermosos y creo que apreciará nuestros juegos tradicionales... Sé que a Tharu le gustaría regresar al hogar de su infancia de vez en cuando.

 

-No sé si sea posible, apenas llegue al Oeste guiaré a las tropas al Sur, donde comenzaremos la defenza de nuestros reinos... Los deseos de mi querida esposa tendrán que esperar al final de la guerra.

 

Desvié la mirada, incómoda, su forma de hablar me hacía parecer la persona más superficial del mundo, cuando si de mí dependiera marcharía al frente a pelear en la guerra. Cuando partieramos al oeste lo haría completamente indefensa, sin mi magia, sin ningun tipo de aliados aparte de mi familia a un reino de distancia. Daría cualquier cosa con tal de proteger a mi gente, por lo general el reino Norte era pacifico, como un apacible lago, el agua era nuestro elemento y se reflejaba en nuestro temperamento y comportamiento, eramos pacientes, pero capaces de gran furia, podíamos convertirnos en un mar tormentoso si la situación lo ameritaba.




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