No tienes que amarme

Permanece con vida

La noche fue una pesadilla, no pude dormir ni un momento. Pasé cada instante mirando a Ratko, necesitaba ver el constante movimiento de su respiración para asegurarme de que seguía con vida. Miraba su rostro, intentando convencerme de que todo estaría bien, con el paso de las horas mantenerme con esperanza se fue volviendo más difícil. Nunca fui muy optimista, prefería concentrarme en la realidad y enfrentarla sin hacerme falsas ilusiones.

 

Ni bien comenzaron a asomarse los primeros rayos del Sol, el General partió, no había tiempo que perder. Yo permanecí junto al príncipe, limpiando el sudor de su frente y acomodando las mantas. Sentía la necesidad de hacer algo, de sentirme ultil. No podía apartar la mirada de la entrada de la cueva, si éramos atacados no sería capaz de defendernos, no en un espacio tan cerrado y mucho menos cuando acababa de perder mis poderes.

 

-Por favor, resiste... solo un poco más.- Susurré apartando su desaliñado cabello del pálido y sudoroso rostro.

 

Desde la noche anterior él no había vuelto a hablar, sus labios demasiado secos y su voz ronca para funcionar. Ratko no daba indicios de despertar,  sus párpados firmemente cerrados. Me levanté para poner mas ramas secas en la fogata y me acerqué a la salida, afuera el aire estaba helado y la lluvia del día anterior podía olerse en el ambiente.

 

Había demasiada energía nerviosa en mi ser, revise dos veces las provisiones, caminé por el perímetro de la cueva... Era horrible, me sentía ansiosa, a punto de llorar en cualquier momento. "Por favor, permanece con vida" Pensé volviendo a sentarme junto a mi esposo.

 

Era una petición bastante simple, permanecer con vida, algo que a pesar de su aparente simpleza nadie podía asegurarlo. Oculte mi rostro entre mis manos, antes estaba tan segura de todo, incluido mi desagrado por el extranjero y apuesto príncipe, ahora ... todo estaba cambiando. Debía admitir, al menos para mi misma que comenzaba a verlo con otros ojos, no era amor, aun no, pero si era con aprecio. Entendía su situación,  esa sensación de impotencia cuando alguien mas decide tu futuro.

 

El Sol comenzaba a alzarse por encima de las altas montañas cuando ví a mi tío y a otro jinete cabalgar por el camino, a lo lejos se escuchaban los cascos de más caballos, de seguro soldados enviados para buscar a los instrusos de la noche anterior. Era peligroso ignorar señales como esas, el reino dependía de la defensa de sus fronteras y si había una zona despotegida era de vital importancia encontrarla lo antes posible. Los intrusos no eran comunes en esa área. Mi tío desmontó cerca de la entrada, seguido de cerca por su acompañante, el médico, supuse.

 

- Tharu, en la frontera informaron que anoche intentaron detener a cuatro desconocidos, iban a pie y lograron escapar al Sur.- Dijo el General, él no creía en ocultar informacion ya fuera a su familia o a sus soldados, su honestidad era uno de sus mejores rasgos.- Tenemos razones para sospechar que se trataba de espías.

 

- Pero, ¿Por qué huyeron así?

 

- Tal vez no esperaban encontrarnos, tal vez consiquieron lo que querían, la única forma de saberlo es encontrarlos, mandé un escuadrón a seguirlos, pero es imrpobable que logren encontrarlos.- Asentí en silencio, estabamos muy lejos para ser el siguiente objetivo del enemigo de Sur, pero ¿Quién se atrevería a iniciar hostilidades cuando nos esperaba una gran guerra?- No debes preocuparte, Tharu, lo resolveremos.

 

- ¿Quién protegerá el Norte ahora que te vas a la guerra? - Pregunté, el médico se movió al fondo de la cueva, revisando a su paciente en silencio. - Tío, alguien debe proteger a nuestra gente.

 

- Lo sé, tampoco me agrada dejar el Norte desprotegido, pero debo confiar en las ordenes del Rey, adempas tiene razón, no habrá tierra que defender si permitimos que el enemigo llegues hasta aquí sin oposición, debemos cortarles el paso en el Oeste, el reino Este tambien ha ofrecido su asistencia. No podemos darnos el lujo de intentar manejar la situación por cuenta propia, el costo de la derrota es demasiado alto.

 

- Solo me gustaría poder hacer más...- Confesé, sintiendo las palabras dejar un nudo en mi garganta.

 

- Tu haz hecho demasiado, sé que no te parece gran cosa, pero tu matrimonio nos ha dado la fuerte alianza que necesitamos para tener la ventaja.

 

Aparté la mirada, viendo el fondo de a cueva, donde el médico seguía revisando a Ratko, poniendo especial atención en la herida de su pierna. Era dificil creer que debíamos pasar el resto de nuestras vidas juntos, cuando no era seguro que él sobreviviría al día. Comencé a jugar con la manga de mi vestido, odiaba estar quieta en situaciones así. Mi tío debío leer mis pensamientos, pues le indicó al médico que ibamos a recoger más leña, salimos de la cueva. 

 

Recoger leña era algo metódico, era facil dedicarle toda mi atención al trabajo, revisando que las ramas estuvieran secas, o tan secas como fuera posible despues de la lluvia del día anterior. En el horizonte, amenazantes, se acercaban pesados nubarrones negros, indicios de una mayor tormenta aunque por el momento el Sol brillaba esplendoroso y las aves volaban de un árbol a otro, sus suaves trinos los únicos sonidos en el bosque.

 

Nos alejamos un poco, el General estaba nervioso, no se separaba de su espada y a cada pequeño ruido inesperado volteaba en dirección del sonido, observando con su mirada de halcón hasta cerciorarse de que no existía peligro alguno. Era extraño pensarlo, pero ansiaba llegar al Oeste, a la relativa seguridad del extraño e intrincado reino donde viviría. 

 

- Quiero pelear .- Dije de repente, sorprendida por mis propias palabras.- No quiero ser de esas princesas o reinas que se quedan sentadas en sus castillos mientras todos sus conocidos mueren en el campo de batalla. 




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