No tienes que amarme

La frontera/ El Oeste

Al día siguiente cuatro soldados llegaron con la misión de escoltarnos a la frontera. Ratko había despertado en algun punto de la madrugada y se aferraba a la consciencia como si su vida dependiera de ello. Sus ojos azules aun lucían un poco desenfocados,pero despues del amanecer comenzó a hablar e insistía en levantarse, tuvimos que convencerlo de lo contrario antes de que empeorara el daño en su pierna. Sanaría, si y solo sí guardaba reposo.

 

- Debe tener paciencia, príncipe .- Advirtió el General despues del segundo intento de aquel de levantarse .- No tiene sentido apresurarse, partiremos en unas horas y entonces podrá cansarse todo lo que desee.

 

Encillamos los caballos y recogimos agua en un arrollo cercano, lo último que hicimos fue apagar la hoguera (con tierra, no agua para evitar el humo) .Los guardias, enviados desde la frontera nos esperaban, vestían brillantes armaduras plateadas que brillaban bajo el Sol y todos lucían el escudo del reino sobre el pecho. Partimos antes del medio día, Ratko volvía a compartir caballo con el General y lucía terriblemente incómodo. Estar tan cerca de su ídolo que al parecer lo resentía no debía ser sencillo. El bosque se veía muy diferente a la luz del día, agradable incluso, lleno de vida. Entre la arboleda se alcanzaban a ver pájaros, ardillas y si tenías suerte uno o dos venados a la distancia.

 

La luz se colaba entre las hojas, creando intrincadas redes de luz y sombra en el suelo boscoso. Al frente estaba la muralla, con sus altas torres y ladrillos grises, tomó más de veinte años construirla ya que las temporadas de lluvias interrumpian los esfuerzos de construcción. Era un vestigio de tiempos anteriores, cuando los cuatro reinos acostumbraban a pelear entre sí, tiempos de oscuridad e incertidumbre.

 

El General y uno de los soldados de mayor rango conversaban por lo bajo, intenté escuchar qué decían por si llegaban a mencionar a nuestros atacantes, pero su voz era muy baja y no logré distingir ninguna palabra. Sentía preocupación, al mismo tiempo fingía que todo estaba bien, algo que aprendiamos hacer desde niños en la familia real, debíamos asegurar al pueblo que la corona era fuerte y tenía la situación controlada (aunque eso fuera lo más lejano a la realidad). Aprendíamos a aguantarnos las lágrimas, el enojo e incluso la alegría.

 

"Un líder fuerte no demuestra sus verdaderas emociones" Solía decir mi instructora durante las clases.

 

A veces ser fuerte es lo más difícil del mundo. Avanzamos a buen paso, la vereda libre de cualquier obstáculo, era uno de esos días soleados que te invitan a olvidar las terribles tormentas que podrían avecinarse sin previo aviso.Cabalgamos con el Sol sobre nuestras cabezas, llegaríamos antes del atardecer, eso era seguro. 

 

- Tharu, quería agradecerte.- Dijo Ratko durante una leve pausa que hicimos, para volver a sentir las piernas, adormecidas de tanto cabalgar.- Por no abandonarme.

 

- No pensaba hacerlo.- Dije, sabiendo que aquello nunca fue una opción.

 

- La verdad es que me he portado mal contigo, fui un idiota... En tu lugar yo me habría ido.

 

Nos interrumpieron los soldados indicando que reanudaríamos la marcha, había tantas cosas que quería decirle... Llegamos a la enorme muralla con los últimos rayos del Sol, el General nos aseguró que pasaríamos ahí la noche, en uno de los muchos fuertes esparcidos a lo largo del inmenso muro gris. Comimos pan y queso con un poco de vino, ligero, pero cálido, bien recibido despues del frío de la cueva y la tormenta.

 

Los tres compartimos un cuarto con dos literas, yo domí arriba en la más cercana a la enrejada ventana, mientras que Ratko y mi tío durmieron en las camas inferiores. Afortunadamente ninguno de los tres roncaba, pensé antes de quedarme dormida.

 

- Tharu, despierta .- Abrí mis ojos, aún estaba oscuro .- Vamos, tenemos que irnos. Recibimos un informe del Oeste, el reino Sur prometipo aliarse a sus enemigos para atacarnos a cambio de que sus vidas sean perdonadas.

 

- Pero no pueden hacer eso... es traición.- Dije, más dormida que despierta.

 

- No tenían alternativa, si fuera nuestra gente la que estaba en peligro... probablemente habríamos reaccionado de la misma manera.

 

- Esto será malo .- Intervino Ratko, levantandose de su lecho.- Ahora dependerá del Este darnos la ventaja...

 

- No hay tiempo para esperarlos .- El General se colocaba sus armas a toda velocidad, me levanté, había dormido vestida así que solo debía calzarme .- Si dejamos el Oeste desprotegido... no podremos evitar su caída. Ya avisé al rey, se nos unirá lo antes posible.

 

 Salimos rápido, nuestros caballos ya estaban preparados del otro lado del muro, listos para el día. Partimos inmediatamente, sin despedidas, sin promesas de volver. Ante nosotros se mostraba el inmenso Oeste, con sus cálidas colinas y pacíficos riachuelos. Quisiera que las circunstancias fueran diferentes y pudieramos detenernos a conocer el lugar, sus paisajes, sus bosques, sus pueblos...Tendríamos que volver despues de la guerra, era un reino hermoso, no tenía las grandes cumbres del Norte, pero era bello a su manera.




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