No tienes que amarme

La reina y la vida en la corte.

  El ejército partió con gran premura, vaciando el castillo y dejando la amplia plaza irrevocablemente vacía. Yo me quedé ahí el suficiente tiempo para verlos alejarse, Ratko y mi tío a la cabeza de la larga columna de jinetes y soldados. Era extraño, no conocía a la mayoría de esos hombres, aun así verlos partir me llenaba de una inexplicable tristeza, no todos regresarían, no todos regresarían libres de heridas. Quizás esa sería la unica ocasión en la cual vería aquellos rostros cubiertos por pesados yelmos metálicos. 

 

  Si la partida fue triste, ver la plaza vacía era mil veces peor. El castillo en general se sentía dormido, carente de vida. Estaba sola en un lugar que apenas conocía, mi primer instinto fue regresar a mi habitación y no salir hasta la llegada de la reina. segun los mensajeros llegaría al día siguiente... preferí caminar por los corredores, el laberinto de pasillos más opresor que antes. No sabía mucho sobre la reina, solo que parecía sacada de una hermosa pintura, con ese aire de realeza que volvía cada movimiento una pequeña ceremonia, una pieza de arte en continuo movimiento.

 

  Temía no agradarle a la reina, temía que la corte me encontrara deficiente en comparación con las demás damas que adoraban usar enormes vestidos y se sentían cómodas viviendo bajo el terrible ojo inquisidor de los nobles. "Es importante establecer buenas relaciones con la reina" había comentado mi madre en una de nuestras últimas reuniones. A ella le preocupaba que no estuviera cómoda en mi nuevo hogar.

 

  El día siguiente llegó, trayendo consigo un sol esplendoroso y parvadas de aves que surcaban el cielo antes de posarse en los frondosos árboles.

 

- La reina ha llegado, sería recomendable que reciba a su majestad en el jardín.- Me dijo una joven sirvienta, Lucinda,  quien al parecer estaba al cargo de limpiar esa zona del Castillo.- Si quiere puede bajar conmigo. 

 

- Por supuesto, le agradezco la ayuda .- Le respondí con total sinceridad, era extraño cómo me sentía tan sola en esos momentos, cuando nunca había sido una persona muy sociable. Esa chica y su amabilidad me recordaban que en realidad no estaba sola.

 

  Salimos a la plaza, donde todos los nobles alojados en el castillo esperaban junto a los sirvientes, las puertas del castillo estaban abiertas y se veía a la perfección el carruaje de la reina tirado por dos caballos de pelaje tan blanco que casi parecían brillar bajo el Sol. El silencio reinaba, el viento moviendo los finos ropajes de los presentes era el único sonido audible aparte del constante golpeteo de los caballos al caminar. Se detuvo a varios metros, un paje saltó al suelo y ayudó a la reina en su descenso.

 

- Le damos la bienvenida, majestad. - La saludó la persona más cercana, despues me enteraría que se trataba del encargado de los terrenos, el señor Harris .

 

  Al mismo tiempo hicimos una reverencia, miré el suelo, recordaba cuando la reina llegó al Norte, que todos hicieron una reverencia semejante ante ella, una de las pocas personas que demandaban ser tratadas como realeza en donde sea que estuvieran . La miré, era muy parecida a Ratko, con esos característicos ojos azules, pero su cabello era dorado y tenía un pequeño lunar al lado del ojo izquierdo, probablemente una marca de nacimiento con forma de ovalada . 

 

- Agradezco su apoyo en estos tiempos de dificultad, de nosotros dependerá mantener el reino en buenas condiciones y mandarle suministros al ejército... cualquier ayuda será apreciada.- Su voz era melodiosa, de esas voces que te convencen de hacer cualquier cosa .- Tendremos una reunion de la corte mañana por orden del rey, será un gran honor presentarles entonces a la princesa Tharu, la esposa del heredero al trono.

 

  Sentí todas las miradas fijas en mí, afortunadamente el incómodo momento pasó pronto y la reina prosiguió su camino, un pequeño ejercito de damas de compañía la siguió. Uno a uno todos volvimos al interior, aunque el día era hermoso.

 

- La reina desea verla .- Me informó una dama, su mirada fija en el suelo .- Se encuentra en el solario.

 

- Gracias, en seguida voy.

 

  Aun me sentía insegura avanzando por el intrincado laberinto de pasillos desconocidos, avanzaba con precaución, no sería una buena idea hacer esperar a la reina en su primer día en el castillo. Por algún milagro llegué al solario sin hacer grandes desvios. El lugar era muy hermoso, con grandes columnas enmarcando las altas ventanas y una alfombra dorada con espirales rojos abarcaba el suelo entero. La reina esperaba sentada a una mesita de delgadas patas y bebía un té herbal de olor dulzón. Se había cambiado a ropa más comoda, un delicado vestido de manga larga en color azul plúmbago. 

 

- Tharu, toma asiento .- Señaló la silla opuesta a la suya. Hice una pequeña reverencia antes de sentarme .- Me entere que su viaje al Oeste fue bastante accidentado, cómo lo lamento, espero que te hayan tratado bien aquí.

 

- Así es... majestad. Todos han sido muy amables .- No todos, pensé recordando al señor Daven aunque no quería iniciar algun problema o parecer una chiquilla mimada.

 

- Esperaba poder confiarte un par de responsabilidades durante tu estancia aquí, verás en nosotras caen ahora todas las reponsabilidades que antes recaian sobre nuestros esposos .- Paseó sus dedos sobre la mesa, ahora que los veía de cerca sus ojos no me parecían tan semejantes a los de Ratko, eran más  verdosos que azules.- Verás, si todo llegara a fallar, este castillo es el único refugio posible para nuestra gente y nosotras su única defensa, los soldados no están, si hay una invasión el pueblo estará indefenso.

 

- ¿Qué espera de mí? Usted dígame e intentaré hacerlo, solo recuerde que recientemente sellaron mis poderes, no poseo magia con la cual ayudar.




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