No tienes que amarme

La confesión del General

  El General nos pidió que nos sentaramos al lado de su lecho, quería vernos mientras nos contaba su secreto. Tomé su mano en la mía, pesadas lágrimas empañaban mi visión y amenazaban con derramarse en cualquier momento. Ratko estaba silencioso, serio, su pálido rostro ensombrecido por la tristeza.

 

- Los dos probablemente ya saben que renuncié al trono del reino Norte hace muchos años, mi hermano y yo ocultamos la verdadera razón pues era doloroso pensarlo y podía convertirse en un problema para el reino ...- Comenzó su relato, sus ojos casi cerrados, una expresion de gran concentracion clara en sus facciones .- Cuando era sólo el príncipe heredero conocí a una joven llamada Inna... teníamos tanto en común, era perfecta, poderosa, inteligente y tenía unos ojos azules como el cielo en primavera, podía mirar esos ojos por horas sin aburrirme... Nos alejamos de la vida en la corte despues de nuestra boda, con la aprobación de mi padre y sus concejales, vivíamos en una pequeña cabaña en las montañas, cerca de la frontera Oeste. Un día llegó un príncipe extranjero, vió a Inna y decidió que debía ser suya, intenté impedirlo, pero llevaba soldados y sólo me quedo ver mientras la mujer a quien amaba era destruída...

 

  Hizo una breve pausa, podía escuchar su elaborada respiración, cada inhalación una pequeña batalla para continuar con vida. Nunca pensé que esta guerra sería la última del General. 

 

- De esa unión resultó un hijo, Inna era infeliz, pero amaba a su hijo, una terrible fiebre terminó con su vida pocos días después del parto. No sabía qué hacer con el bebé, no era mi hijo, lo confirmó el sacerdote supremo cuando comprobó que poseía poderes sobre el fuego y el agua.- Su voz se volvía más debil a cada palabra, perdiendo fuerza más rápido de lo que pudimos predecir.- Al final lo llevé con su padre, exigí que se hiciera responsable, no porque odiara a la criatura, sino porque no podía ver los ojos de mi amada en su rostro cada día... Lo llevé con el cobijo de la noche, acababa de renunciar al trono y no pensaba regresar... Volví a casarme, un matrimonio infeliz y miserable que terminó en cuestión de años...

 

- Tío, ¿Necesitas algo?- Pregunté, sintiendo las lágrimas resbalar por mi rostro.

 

- No, solo quería decirles la verdad, toda la verdad... Ratko, tu eres ese bebé que le entregué al rey muchos años atrás, por eso tienes poderes de reinos opuestos...

 

- Yo no...

 

- Mentirme no tiene sentido, solo quería decirte que tu madre te amaba mucho... Ella te nombró, no el rey, ese nombre es el único que regalo que pudo darte.

 

- ¿Por qué decirlo ahora? Podría haber vivido creyendo ser el hijo de mi madre en vez de el producto de un crímen.- El príncipe sonaba herido, su voz ronca por las emociones contenidas.

 

- Porque tienes derecho a saber, en cuanto te ví quise decirtelo, pero eras tan parecido a tu padre que temí haberme confundido. Inna te amaba, fuiste muy amado en esos días que logró resistir.

 

El General volteó a verme, contuve un sollozo, nunca fuimos muy cercanos, nunca llegué a conocerlo en realidad aunque siempre estuvo ahí cuando lo necesité. 

 

- Mi querida sobrina, no llores, piensa que... mi vida era una guerra... y al fin encontré la paz.

 

  Asentí, su mano se sentía fría en la mía, sus dedos incapaces de moverse se sentían como un objeto inanimado, me quedé a su lado, paralizada por el llanto, sentía la mano de Ratko en mi hombro, un pequeño consuelo. Cuando el General dejó de respirar mi esposo me abrazó y besó con ternura mi frente. Él lucía triste y confundido, sus hermosos ojos azules perdidos en sus pensamientos. 

 

- Deberíamos salir.- Dije sintiendome vacía.- Hay que avisar... tengo que decirle a mi padre, dioses, mi padre... esto va a destruirlo.

 

- Un paso a la vez, Tharu. Primero quiero preguntarte algo, ¿Tu sabías sobre esto? 

 

- No, ni siquiera lo imaginaba, pero la reina me dijo que no eras su hijo antes de llevarme al Sur. Te lo iba a decir, lo prometo... no hubo tiempo.

 

- Entonces es cierto. Siempre sospeché... La reina siempre era más afectuosa con Fayra, ahora sé la razón. - El príncipe se interrumpió, mirando sus manos temblorosas.- Cuando la guerra termine voy a renunciar al trono, nunca desee el poder y todo esto complica las cosas.  Si me decido a hacerlo, ¿Escaparías conmigo?

 

- Por supuesto.

 

- Bien, gracias por ser honesta, es bueno poder confiar en alguien cuando toda tu vida ha cambiado.- Sonreí a pesar de la tristeza, su confianza era algo muy importante para mí.- Vamos, le informaremos al rey y con un poco de suerte él se encargará de lo demás.

 

  Salimos de la carpa, nuestras manos entrelazadas. Afuera esperaban el rey y su hija, ambos con expresion solemne, los rodeaban cientos de soldados del Norte, que al escuchar la noticia quisieron acompañar a su General en sus últimos momentos, leales hasta el final. El secreto del General cambiaría las cosas, volvió a Ratko más determinado y a mi me ayudó a comprender mejor a mi tío, quien siempre había sido un misterio. De nuestras expresiones los presentes dedujeron lo sucedido sin necesidad de palabras, aun así me forcé a decir:




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