No tienes que amarme

Un funeral

  Mi padre llegó tres días después, agotado y sombrío, viajó de día y de noche para llegar pronto. Mientras tanto los soldados velaban a su General y el Sur acordó una tregua hasta que el líder de nuestro ejercito pudiera ser enterrado como le correspondía.  Por fuera mi padre parecía el perfecto rey del Norte, solo quienes en verdad lo conocíamos podíamos notar lo mucho que sufría (su mirada taciturna y su andar un poco más lento de lo usual), si bien el General se había apartado de su familia en los últimos años, ellos fueron muy cercanos en su infancia y juventud, nunca permitieron que el trono o el poder los separara.

 

- Siempre fue un gran hombre.- Dijo cuando nos quedamos solos por unos minutos.- El Norte nunca olvidará sus servicios de la misma manera en que yo no olvidaré a mi hermano.

 

- Padre, en sus últimos momentos hizo una confesión...

 

- Si, creí que algo así pasaría. Debo admitir que me preocupaba verlo reunirse con el rey Eagan del Oeste y el jóven príncipe. Fue mi hermano quien sugirió mantener todo el asunto en secreto, pero supongo que el joven Ratko ya sabe, ¿Me equivoco?

 

- No, ambos estábamos presentes. Nunca pensé que mi tío ocultara semejante pérdida.

 

- Así era él, ocultaba su dolor incluso de las personas le eran más cercanas.- Mi padre miró hacia el suelo.- Solo me arrepiento de no haber estado aquí con él... Agradezco que permanecieras a su lado, no debió ser agradable. 

 

- Era mi tío, no podía abandonarlo.

 

- Tomé la decidión de quedarme aquí, no puedo regresar sabiendo que nuestro ejercito carece de líder. No quisiera ofenderlo, pero nuestro querido aliado no me parece la persona más involucrada con la causa, según los informes del General nunca entraba en combate y eso simplemente no es adecuado, si un rey comienza una guerra debe ser capaz de pelearla. 

 

- Majestad, no sabía que estaba aquí...- Dijo mi esposo, deteniendose a unos metros de nosotros. él tambien vestía de luto, lucía una túnica negra sencilla con pantalones del mismo color. Llevaba su corona sobre su cabeza, dandole mayor solemnidad a la ocasión.- Ya es hora, majestad, Tharu. Estamos listos para despedir al General.

 

  Mi padre asintió, caminamos juntos hasta el campo abierto donde nos esperaban cientos de soldados, sus espadas en el suelo en señal de respeto, era un día de paz, un día de lágrimas y recuerdos antes de recoger las armas y volver a la batalla. El rey del Sur inicialmente se negaba a dar tregua por muy temporal que esta fuera, pero ante la amenaza de sus soldados de renunciar prefirió concedernos cuatro dias de luto, cuatro días en los que ninguna otra vida terminaría como producto de la guerra.

 

  La familia real del Oeste estaba ausente, solo a Ratko se le había permitido asistir por sus origenes y su matrimonio conmigo. Mi padre me dio la mano, con mi mano libre me aferré a mi esposo. Durante la noche se había cavado una fosa enmedio del campo y tres de sus mejores soldados llevaban el cuepo del General, envuelto en una manta azul cielo con bordados plateados. A todos los descendientes de la realeza se les enterraba con una manta similar, cada simbolo era bordado de acuerdo a la persona, contuve un sollozo al ver que la de mi tío tenía el escudo de armas de la familia y la palabra "protector" escrita en el lenguaje antiguo.

 

  El cuerpo fue depositado en la tierra, la manta brillante contra el suelo oscuro, en el horizonte se asomaban nubes negras, nubes de lluvia. Sentí más fuerte la conexión con el agua gracias a la gran tormenta que se avecinaba, noté cómo Ratko sintió algo similar, sus ojos azules llenos de asombro. Cubrimos el cuerpo con tierra, no necesitaba preguntar para saber que su espada fue enterrada con él. 

 

- Siempre fue un hombre justo, incluso con sus enemigos .- Dijo su segundo al mando, ahora el responsable de continuar la misión del General .- Jamás será olvidado mientras yo viva, para muchos fue un hermano, un sabio consejero, un fiel amigo y un fiero guerrero dispuesto a defender el bien a costa de su propia vida. Nuestro General se ha ido, pero su espíritu permanecerá en esta tierra, estará en la lluvia, en la brisa marina, en cada lucha por nuestra tierra y en cada pequeño o gran sacrificio...

 

  La lluvia comenzó y guardamos silencio, manos entrelazadas y rostro inclinados hacia el suelo. Sentí las primeras gotas deslizarse por mi cabello, frías, familiares, cerré mis ojos, dejando que el aroma de la tierra húmeda me reconfortara. Nadie se movio, nadie buscó apartarse de la lluvia, éramos cientos de personas inmóviles en la tormenta, el viento apenas lograba mover ropas y cabelleras empapadas. No teníamos frío, solo tristeza. 

 

  Ratko dió su suave tirón a mi mano, entonces miré arriba, a escasos metros se encontraban varios soldados del Sur, era bien sabido que el General era apreciado por personas de los cuatro reinos, pero hasta ese momento nunca me había dado cuenta de cuan querido era mi tío, esos soldados, enemigos que no tenían razones para confiar en nosotros tiraron sus armas al suelo y se unieron al silencioso séquito. Al final del funeral todos esperaban verlos regresar a su reino, en vez de eso permanecieron y ofrecieron sus servicios.




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