No tienes que amarme

Derrotar a la sombra

  ¿Cómo derrotas a un ejército de sombras? ¿Cómo vences a un enemigo a quien no hace ningun daño el acero de tu espada? El combate se extendió hasta la noche, cuando cansados y vencidos hacíamos lo mejor por evitar que el enemigo avanzara, la espada cortaba las sombras y estas volvían a unirse, el fuego apenas las detenía , el agua solo lograba hacerlos visibles...  La frustración nos invadía, peleábamos por horas enteras ¿El único resultado? estábamos cansados y el enemigo no lograba avanzar. 

 

- Algo les dá esa habilidad, algunos soldados han notado que entre más se alejan esos seres del Sur, más tiempo tardan en recuperar su forma.- Informó el señor Aiden, quien se había ganado en muy poco tiempo el respeto de las tropas y la admiración de mi padre.- Princesa Tharu, princesa Fayra ¿Alguna de ustedes vio algo inusual? Quizás algo que el rey o alguno de sus súbditos mas allegados llevaba consigo,

 

- Nunca ví al rey.- Dije en la fugaz reunión.- Lo lamento, pero no tengo respuestas para usted.

 

- Creo que hay algo, aunque no puedo estar segura...- Contó la princesa del Oeste, ojos fruncidos en concentración.- El rey siempre llevaba un libro de tapas negras con extraños grabados dorados en la portada, al inicio pensé que lo leía, sin embargo nunca lo ví abrirlo y nadie se atrevía a tocarlo.

 

- Alguien debe viajar al Sur, solo debemos averiguar quién.- Concluyó el señor Aiden.

 

  Volvimos al combate, a pesar de esta rodeada por muerte y violencia mi mente se seguía preguntando a quién mandarían al Sur, la respuesta era obvia, aun así temía escucharla. Solo había una persona en quien la familia real del Sur había demostrado verdadero interes, no como prisionero sino como pareja de la princesa del reino. Sabía que Ratko era la elección obvia, tambien sabía que no se negaría si le pedían que fuera. Aunque no siempre lo expresara amaba a su pueblo y tomaría el riesgo en su nombre sin dudarlo. 

 

  La reina se alegraría de verlo partir, pensé volviendo a su lado, teníamos la costumbre de pelear lado a lado, ver sus ojos en medio de la batalla me regresaba la deeterminación y la fuerza. Ratko sonrió al verme antes de lanzarse contra una sombra que parecía determinada en acercarse al campamento. Dos soldados más se acercaron a ayudar , yo le lancé una esfera de agua, que la atravesó como si no estuviera ahí. 

 

  Tras otro día de infructuoso combate regresamos al campamento, cansados y adoloridos. Tal y como temía el rey del Oeste nos esperaba en la entrada de nuestra carpa. Estaba oculto entre las sombras, aun así podía notar la seriedad de su expresión, sus ojos claros llenos de incertidumbre. 

 

- Hijo, estoy dispuesto a concederte la libertad que tanto deseas.- Dijo el rey.- Podrás renunciar al trono junto con todas sus responsabilidades, no me opondré ni por un instante...

 

- Me imagino que quieres algo a cambio.

 

- Así es, entenderé si te niegas, pero debes saber que de tu respuesta dependerá el destino de nuestro reino.

 

  El rey y su hijo hablaron toda la noche, planeando, creando una estrategia tras otra hasta tener un plan descente. No me agradaba, debía fingir que no sabía nada, era importante para que el plan fuera exitoso, nadie debía saber...

 

  Ni la reina ni el segundo al mando del General fueron informados, solo ambos reyes, Ratko y yo lo conocíamos en su totalidad.  Al amanecer ambos dudamos, haciendo innecesariamente larga nuestra rutina matutina. No queríamos irnos, teníamos el beneficio de conocer todo cuanto sucedería en las próximas horas... sería horrible.

 

- Tharu, solo... te amo, nada de lo que diga o haga este día cambiará ese hecho.- Susurró, envolviendome en sus fuertes brazos, ¿Por qué no podíamos quedarnos así por siempre? .- ¿Vas a esperarme?

 

- Te esperaré, lo prometo.- Respondí, mi rostro oculto contra su pecho, una silenciosa lágrima rodó por mi mejilla y se perdió en su túnica negra.- Yo tambien te amo, ambos haremos lo que debemos hacer y yo no dejaré de quererte por ello.

 

  Salimos juntos de la carpa, afuera parecía un día normal en el campamento, soldados corrían de un lado al otro, se escuchaban ordenes gritadas a todo pulmon y el distante combate en el campo de batalla. Caminaba con la sensación de avanzar directo a un abismo, solo la promesa de ganar la guerra me hacía continuar. Llegamos al campo abierto, desde donde logramos ver, minúsculo en la distancia, el estandarte del reino Sur. Mediante uno de los espías del General habíamos hecho llegar una carta informando el deseo del Oeste de negociar un cese a las hostilidades.

 

  Mi padre no estaba presente, él y varios soldados del Norte estaban listos para escapar con la reina Irina y la princesa Fayra si fracasábamos. Su ausencia me hacía sentir aun más nerviosa, no por primera vez lamenté la muerte del General, él estaría ahí a mi lado, con su silencioso consuelo que nunca supe apreciar hasta que lo perdí.




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