No todo el dinero lo compra ©

Capítulo 14

Pasó otra semana y ya tenían prácticamente todo listo para la presentación. Era sábado por la mañana y como Helen sabía que Sanders no tenía planes para ese día, había pensado que ya era hora de que él empiece a cumplir con su parte del trato. Bajó a la cocina a prepararse un café y unas tostadas antes que la niña despierte. 

Estaba sentada disfrutando de su café cuando apareció Sanders.

—Oh, sí. ¡Café y desayuno! —Exclamó Sanders, sentándose a su lado y tomando una de las tostadas del plato — ¡Muero de hambre!

—Buenos días, Sr. Nichols. —Lo observó devorar el pan y luego servirse café —. Tengo que señalarle dos cosas: —Levantó un dedo —Se saluda antes y dos: se pide permiso para tomar lo que no es suyo.

—Sabes que detesto cuando me llamas así —dijo, molesto por la reprimenda —. Buenos días —saludó entre diente — ¿Contenta?

—Qué más da.

—Tú y tus…

— ¿Quiere algo más? —lo interrumpió a propósito.

—Ha, ¡y yo soy el maleducado!

Helen se rio con ganas. La verdad verlo llegar tan fresco y de buen humor había alterado su corazón involuntariamente, y esa reacción la ponía nerviosa, por eso lo pinchaba para distraerse cuando su mente iba por rumbos peligrosos. Llevaba el pelo despeinado y ropa informal y, ¡maldita sea! Esa ropa le quedaba de infarto. El jean gastado se ajustaba a sus piernas y glúteos y el T-shirt dejaba ver sus fuertes brazos y plano abdomen.

¿Cuándo se ejercita este hombre?

Sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos y le levantó para hacer un par de huevos y beicon.

Era el día libre de la Sra. Techy y los otros empleados en su mayoría, no trabajaban los fines de semana, excepto el Sr. José, pero él llevaba un tiempo fuera por un asunto familiar, por lo que estaban completamente solos. Helen se quedó pensando en que la situación parecía de lo más irreal, es decir, no podía creer como habían cambiado las cosas comparado con meses atrás. En esas dos semanas trabajando hombro con hombro, había descubierto que él era más que un imbécil ególatra. La pasión de él a la hora de hablar de negocios, su amor por conocer cosas nuevas y, sobretodo, su sentido del humor irónico, le habían hecho comprender que no es tan malo como pensó en un principio. Aunque no lo admitiría en voz alta, le agradaba su compañía hasta cierto punto. Todo eso sin mencionar sus frecuentes batallas verbales y cuyos recuerdos la habían hecho reír a sola en varias ocasiones.  Cuando estaban solos él parecía casi…normal. Cualquiera que los viera pensaría que eran viejos amigos. Claro que cuando estaban delante de los demás empleados, se trataban con formalidad.

—Veo que también eres muy hábil en la cocina —comentó este, empezando a comer lo que ella había preparado.  

—No se crea, no tengo un gran dominio de la cocina. Solo unos que otros platos.

—Pues, quizás decida ponerte a cargo de la cocina de vez en cuando —bromeo.

—Solo le aconsejo algo…— fingió seriedad —No lo haga si estoy enojada con usted, eso no sería buena idea.

—Te creo —le siguió el juego — ¿Estas enojada ahora? Así sé si he de llamar una ambulancia y a la policía.

Continuaron bromeando durante el desayuno y entre ambos se creó un ambiente relajado.

Terminando de desayunar, el monitor de bebé sonó y Helen tuvo una excelente idea que le hizo esbozar una sonrisa de oreja a oreja. Sanders la miró con cautela.

—Sanders… —Le dio gracia como él se puso alerta —.Ya es hora de que empieces a cumplir con nuestro acuerdo, así que hoy pasaras tiempo con Azahara.

— ¿Hoy? ¿No podemos esperar a que termine todo?

—No. Vamos, arriba.

A regañadientes él se levantó y la siguió escalera arriba.

 

La niña los recibió con una enorme sonrisa y saltitos.

—Mira quien está despierta —dijo Helen, tomándola en brazos.

—Ma-ma-ma —balbuceo Azahara.

—No, pequeña. Soy He-len —la corrigió, frotando su nariz con la de la pequeña.

Sanders la observó encantado, y no solo a la bebé. Helen se le acercó. La sonrisa que tenía para la niña, era tan…diferente. En cierta forma, tenía su encanto.

—Tómela, es hora de su baño.

Esas palabras lo hicieron salir de su escrutinio. ¿Ella quería que él bañe a la niña?

—No, ese es tu trabajo —se negó.

—Sanders, cuando dije que pasaría tiempo con ella, no solo me refería a estar un ratito y luego ya. Tiene que participar en lo que representa estar a cargo de un bebé.

Debió suponer que no sería tan fácil. Si algo había aprendido de Helen en lo que llevaba trabajando con ella, es que era muy lista.




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