Cinco años después
Después de tres semanas en un viaje de negocios que tuvo lugar en Francia, Sanders regresaba a casa. Sentado en el avión, se había puesto a organizar asuntos pendientes. Estuvo una hora así, hasta que bostezó y decidió hacer una pausa. Cuando minimizó las carpetas, sonrió al mirar la foto de fondo en la cual se encontraba su hija, Azahara. Miró aquella pequeña que sonreía feliz a la cámara con sus mejillas sonrosadas, su pelo rubio que le llegaba a media espalda y aquella sonrisa alegre y sincera. Un flashback pasó por su cabeza; a veces ni él mismo podía creer todo lo que había pasado en los últimos cinco años. Desde la asociación con el Sr. Dreier, Products N’EFORE había crecido muchísimo, ahora era una marca reconocida en muchos países. El proyecto había sido un éxito rotundo y los premios ganados eran los mejores testigos, no podía ir mejor. Abrió una carpeta de fotos y le dio al reproductor automático, sonreía con cada foto que pasaba y que delataba el paso del tiempo en las diferentes etapas de crecimiento de la niña. Se detuvo al mirar una en particular. Viendo con fijeza la pantalla, levantó la mano y pasó el dedo índice por la imagen. En esta se veía a Helen sonriente llevando unos vaqueros desgastados y un jersey, mientras el viento acariciaba su pelo suelto. Estaba sentada sobre la grama en un día de campo que habían compartido en aquella cabaña que se había convertido en unos de los lugares favoritos de ella también.
—Helen…—murmuró.
Helen se había vuelto su amiga, confidente y en la única persona que podía decirse que confiaba. Se recostó en el cómodo asiento y sintió aquella incertidumbre que lo asolaba en los últimos meses en referencia a ella. Por lo general se llevaban bien. Discutían, se provocaban y de vez en cuando, él hacía uno que otro coqueteo, los cuales esta no respondía. Ese por supuesto no era el problema, el problema era que ya no la veía como antes. En un principio y desde que ella propuso que sean amigos, a él le pareció una excelente idea por varios motivos; entre los cuales destacaban: que era la primera persona con la que se abría, que no creía en las relaciones amorosas, que Azahara la adoraba y que gracias a ella, también él. Últimamente eso estaba cambiando y muchas veces se encontraba pensando en otras posibilidades y, como no sabía cómo manejar los nuevos sentimientos, provocaba que se sienta extraño a su lado, especialmente cuando su mente le hacía malas jugadas. Eso no era todo. Descubrió que era peor de lo que imaginaba cuando encontrándose en una cita con alguna hermosa mujer, se encontraba haciendo comparaciones y al darse cuenta que no eran como Helen, perdía el interés sin siquiera concluir como solía hacerlo antes: en la cama.
—En serio, debo parar esto —Frotó su cien al empezarle a doler la cabeza.
Llegó a casa después de casi 11 horas de vuelo. Suspiró antes de entrar.
—Ya llegué —anunció. Eran las 6:05 pm, así que ellas estarían en casa.
— ¿Papi? —Dibujándose una sonrisa en el rostro, vio encantado como bajaba las escalera Azahara — ¡Llegaste! —exclamó la pequeña arrojándosele en los brazos.
Abrazó a su hija con cariño.
—Vaya que estás pesada, Sol —bromeo, besándola en la frente.
— ¡Oye! —Se indignó —No es que peso mucho, es que crecí.
Se asumieron en una conversación de lo que hizo cada uno en esas tres semanas que no se veían. Sanders pensó que era increíble lo rápido que podía pasar el tiempo y lo mucho que se notaba en un niño. Su pequeña ya tenía casi siete años y cada día estaba más inteligente y hermosa.
—Estas aquí, Sanders. —Bajó a Azahara, poniéndole atención a Helen.
Al verla acercarse su corazón le dio un sobresalto. Desearía no sentirse así cada vez que la tenía cerca últimamente.
—¿Cómo fue el viaje? —preguntó, llevándose un mechón de pelo detrás de la oreja. Hacía mucho que ella cambió aquel horrible vestuario por uno, que aunque era normal, ante sus ojos la hacían lucir hermosísima.
—Lo mismo de siempre…y —se acuclilló a la altura de Azahara—, por cierto, papi te trajo un regalo.
Tomó una bolsa que había en el suelo y se la pasó a la niña.
— ¿Qué es?
—Descúbrelo por ti misma.
Mientras Azahara desempacaba su regalo, Sanders se voltea hacia Helen y preguntó:
— ¿Cómo va todo en la empresa?
—Va bien. Ya terminé de organizar los pendientes que me encargaste la semana pasada.
—No esperaba menos de ti —dijo, viéndola con fijeza. Ella hizo lo mismo, y por un momento sintió que no era el único en verla más que una amiga. Fueron interrumpidos por la niña.
—Papi, pero aun no estamos en Halloween.
— ¿Halloween? —repitió sin comprender.
—Aunque es un lindo disfraz, papi.
— ¿Disfraz?
Helen tuvo que cubrirse la boca al ver la graciosa escena. Era la primera vez desde que lo vio que se relajaba, la verdad estaba nerviosa, pero ya había aprendido a disimular muy bien el tumulto de emociones que le provocaba.
No culpaba a la niña de pensar que era un disfraz, siendo sincera. El vestido color marrón con encajes, ampón y bastante cargado de accesorios, era bastante horrible. Algo en lo que Sanders no era bueno.
— ¡Azahara! —llamó la Sra. Techy desde la cocina — ¡Ya están lista!
— ¡Ya voy! —Respondió dando un salto de alegría —. Te hice unas galletas, papi ¡te encantaran! —. Y se fue corriendo.
Helen se acercó para tomar el vestido.
—Lamento decirte esto pero, tienes un pésimo gusto para comprarle ropa a tu hija.
—Pero lo vi tan lindo. ¿Qué es lo que tiene de mal?
—Tomando en cuenta que parece sacado de una película de terror… todo.
Entre ellos surgió esa complicidad que Helen tanto apreciaba. Ambos parecieron entender a la vez lo absurdo de la situación y empezaron a reír.
—Azahara te echó mucho de menos —comentó, viendo hacia a la cocina.
—También yo. ¿Sabes? Me parece increíble lo rápido que crece —tomó una pausa reflexiva — ¿Tú también me echaste de menos? —añadió.
Editado: 22.08.2019